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Editorial

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Donald Trump y Tiger Woods

La disyuntiva de Tiger

Fernando de Buen

Para muchos, sus palabras fueron decepcionantes; para Donald Trump fue inteligente. El caso es que Tiger Woods prefirió no involucrarse en la política con una respuesta que definiera la posición de su gente, al contrario de muchos otros atletas afroamericanos que lo han hecho, siempre en contra del actual presidente de los Estados Unidos.

En muy breve resumen, los hechos están descritos en la sección Approach de esta misma edición. Al término del Northern Trust, John Branch, reportero del New York Times, le preguntó a Woods sobre su relación con Donald Trump y este contestó que han jugado juntos y comido juntos desde antes del ingreso del citado a la Casa Blanca; fue cuestionado nuevamente, pero ahora sobre lo que sentía al ser amistoso con un presidente que continuamente amenaza a la gente de color y a los inmigrantes. En lugar de buscar el green desde ese complicado rough, Tiger optó por sacrificar un golpe y regresar al fairway, con una respuesta que solo dejó satisfechos a sí mismo y al jefe de su país. «Él es el presidente de los Estados Unidos —comentó—. Debes respetar al despacho, sin importar quién esté allí. Te puede gustar o no personalmente o sus políticas, pero todos debemos respetar a la oficina».

Seguramente, a Lebron James, el genial basquetbolista que tiene un abierto conflicto con el presidente, o a Charlie Sifford (1922-2015), el primer golfista profesional afroamericano, no les agradó en absoluto la respuesta de Woods, quien mencionó hace algunos años que el propio Sifford había pavimentado el camino de su exitosísima carrera.
Paradójicamente, quien se definió desde sus inicios como multirracial, multicultural y enemigo de la discriminación, defendió hasta donde pudo al más denigrante presidente del planeta.

Hace 50 años, los atletas afroamericanos de los Estados Unidos —John Carlos y Tommy Smith— levantaron el puño con un guante negro en el podio del Estadio Olímpico Universitario en las Olimpiadas de 1968, ganando la animadversión de su gobierno, que aún tenía serias trazas de segregación racial, pero también la admiración de una gran parte del planeta. Hoy, en cambio, uno de los grandes héroes de la actualidad y quizá el mejor atleta del siglo XX, decide no confrontar a su amigo y polémico líder y se sale por la tangente, en un acto que para él no es más que de simple conveniencia, pero para muchos otros, particularmente aquellos que se han visto afectados por las innombrables políticas del líder yanqui, la respuesta de Woods no fue más que una muestra de cobardía.

Es cierto que Tiger ha dedicado una buena parte de su enorme riqueza y muchísimas horas de su tiempo a la fundación que lleva su nombre, dedicada en forma especial a minorías, estudiantes de bajos recursos y otros niños y jóvenes no privilegiados, a quienes ayuda a salir adelante, no solo en el golf, sino en la vida en general. Ello es motivo de admiración y respeto permanentes por el californiano. Sin embargo, la falta de compromiso o de valor para llevar la voz de los suyos —afroamericanos o inmigrantes por igual—, podría abrirle nuevamente la caja de Pandora que en 2009 casi terminó con su carrera y que, desde entonces, ha tratado de cerrar para siempre.

Por supuesto, él no tiene ninguna obligación de convertirse en portavoz de causas sociales y políticas que se contraponen a la actitud beligerante e insoportable del 45º presidente de la Unión Americana. Podría conformarse con los esfuerzos alrededor de su Fundación y seguir adelante, jugando golf con su amigo de cabellera color zanahoria, pero difícilmente pasaría a la historia como lo han hecho quienes se han valido de su fama y éxito como deportistas, para abrazar una causa social que está más allá de sus logros; allí quedan Jackie Robinson, Muhammad Ali, Billie Jean King y tantos otros, cuya historia como líderes sociales es recordada hoy al nivel de su palmarés deportivo.

Earl Woods, padre de Tiger, algún día mencionó que «Tiger hará más que cualquier otro hombre en la historia para cambiar el curso de la humanidad. Él es el Elegido. Él tendrá el poder de impactar naciones. No gente. Naciones.» Si realmente pensaba así, el finado Earl estaría increíblemente decepcionado de la respuesta de su hijo.
Yo también lo estoy.

fdebuen@par7.mx