El 6 de junio de 2016, en el número 239 de Par 7 online, escribí una editorial titulada «Una trumpada a Trump», donde comenté que apenas unos días antes, Grupo Salinas, de Ricardo Salinas Pliego y Benjamín Salinas Sada, había superado notablemente la oferta del hoy presidente de los EEUU, Donald Trump, para arrebatarle el WGC-Cadillac Championship y trasladar el torneo del Doral a la Ciudad de México, específicamente, al Club de Golf Chapultepec.
Apenas han pasado ocho meses de aquella feliz noticia y, gracias a un muy loable esfuerzo del club sede y de los nuevos propietarios del torneo, todo está listo para que este jueves inicie la primera edición del WGC-México Championship.
De no haber sido por la osadía y el inevitable riesgo que representa una inversión de esta envergadura —se habla de 16 millones de dólares anuales durante un periodo de siete años—, habría sido imposible imaginar que uno de los ocho torneos más importantes de los calendarios internacionales pudiera llevarse a cabo en tierras mexicanas. La situación económica del país y las prácticamente nulas perspectivas de crecimiento, el aterrador aumento de la deuda pública y una moneda devaluada, han sido una suma interminable de contras, sin un solo pro que las equilibre.
Por lo anterior, debemos congratularnos de contar con mexicanos de altísimo poder adquisitivo, que siguen confiando en invertir en el país y jugársela por México.
Por otra parte, también debemos estar contentos porque el xenofóbico efecto Trump no ha tenido prácticamente ninguna consecuencia para los jugadores de aquel país, quienes lejos de haber puesto en duda su participación en este torneo, están llegando a México emocionados por estar en una competencia de toral importancia, rodeados de un extraordinario calor humano.
El torneo será, sin duda, un evento de grandes emociones, porque la altitud de la capital del país y, en particular, del campo sede —casi 2400 m sobre el nivel del mar— nos permitirán ver bolas con vuelos interminables, que podrían extenderse más allá de las 360 yardas de aire, que harán sentir a este bello campo de poco más de 7300 yardas, como uno de 6600.
Será excitante, porque veremos muchísimos intentos de los grandes golpeadores de bola por subirse al green con su tiro de salida en algunos hoyos, o de dos impactos en los par 5 —con excepción, quizá, del intimidante hoyo 6, con hasta 625 yardas en subida—; veremos a jugadores utilizando hierros para recorrer 250 yardas o más y, porque situaciones así suelen desembocar en finales cerradas que incluyen golpes arriesgados y, finalmente, porque veremos a los mejores jugadores del mundo bajo estas peculiares circunstancias.
No tengo la certeza, pero sospecho que nunca antes se había jugado un torneo de los Campeonatos Mundiales de Golf (WGC por sus siglas en inglés) a una altitud superior a la de la CDMX.
Asistir al Club de Golf Chapultepec de miércoles a domingo, tendría un costo, a precios de hoy, de 11,286 pesos (según la página de Ticketmaster), lo que resulta demasiado caro, si lo comparamos con el U. S. Open, cuya serie para toda la semana se vende en US$400, que al tipo de cambio actual representaría poco menos de MX$8000, o para el Open Championship, donde se pagan 225 libras esterlinas por ir de lunes a domingo, algo así como MX$5570. Con estos precios, se antoja difícil esperar que el público abarrote las galerías. Solo espero que no sea motivo para ver un campo con pocos aficionados.
Nos vemos por allá y mucha suerte para Roberto Díaz, el mexicano que nos representará en el torneo. Estoy seguro que hará un gran papel.
fdebuen@par7.mx
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