Tres birdies en los primeros nueve hoyos le dieron una perspectiva optimista a Carlos Ortiz para sacarse la espina de su frustrado intento de triunfo la semana anterior. Salió a la final del Waste Management Phoenix Open en el lugar 16, en la forma que más le acomoda: persiguiendo, en lugar de ser perseguido. Un bache en el hoyo 12 —bogey— fue felizmente equilibrado con birdie en el hoyo siguiente. Su inspiración continuó in crescendo y consiguió águila en el par 5 del 15 para acercarse aún más. Un birdie en el 17 fue un gran paso adicional y, el cierre del 18, con un espectacular approach que estuvo a punto de embocar desde 95 yardas —tras un bombazo de 345 en su golpe de salida—, dieron lugar a un birdie más, con el que sumó 64 golpes (-7), igualó la mejor ronda del día con Rory McIlroy, y alcanzó 17 bajo par, colocándose como líder en la casa club, a la espera de que en los grupos subsecuentes no apareciera alguien que lo superara.

Pero atrás venía Brooks Koepka, exnúmero 1 del mundo, con hambre de triunfo, tras año y medio de frustraciones que incluyeron el no pasar el corte en los anteriores tres torneos. Inició su recorrido en séptimo lugar y, a un bogey en el hoyo 2 respondió con águila en el siguiente, continuando con nueve pares consecutivos. Fue allí donde debió recordar sus siete triunfos anteriores—cuatro majors entre ellos—y quizá recordó también su capacidad de superarse ante las vicisitudes de una mala racha. Reaccionó con birdies en los tres siguientes hoyos (13-15) y, al llegar al 17, corto par 4 de 334 yardas, colocó una madera de piso en la antesala del green y, desde 100 pies, ejecutó un extraordinario chip que aterrizó en la orilla de dicha superficie, descendió doblando ligeramente a la derecha y desapareció en el fondo del hoyo para el águila que lo llevó a 19 bajo par y habría de ser definitiva para poner su nombre por segunda ocasión en el trofeo. Terminó con par y firmó para 65 impactos, ganando por uno.