Hace algunos meses, se anunció la posibilidad de organizar un match a 18 hoyos, entre Tiger Woods y Phil Mickelson, por un premio de 10 millones de dólares. El pasado viernes, en el campo de Shadow Creek, en Las Vegas, se llevó a cabo el evento, donde el zurdo venció a su adversario en el cuarto hoyo de desempate, tras haber empatado los 18 reglamentarios. Con ese resultado, se llevó los 9 millones de dólares que había en juego, más otros 600 mil como producto de apuestas entre ellos, terminando estos últimos en una beneficencia elegida por Mickelson. Tiger (supuestamente) salió con las manos vacías y una buena cantidad en pérdidas.
El golf que se vio en el hermoso campo diseñado por Tom Fazio estuvo lejos —aunque no tanto— de lo esperado. Ambos jugadores terminaron los 18 hoyos con 69 golpes (-3), en un campo preparado para una puntuación mucho más baja. Sin embargo, la extensión del partido fue ideal para darle al evento un cierre excitante, aunque la emoción haya sido consecuencia de fallas —cada uno de ellos tuvo la oportunidad de ganar el match en hoyos previos, pero tuvieron fallos con el putter— y no de aciertos.
Estados Unidos es el único país que, en vez de adaptar una transmisión televisiva a un deporte, hace justamente lo contrario. Beisbol, basquetbol y, especialmente, el futbol americano, son deportes que han sido adaptados para su disfrute en televisión, sin importar la forma en la que se vean afectados.
El golf, sin embargo, tiene una estructura que dificulta su conversión al espectáculo. En lugar de resolverlo todo en cuatro tiempos de 15 minutos, nueve entradas o cuatro cuartos —todo ello con decenas o hasta centenas de comerciales insertados— nuestro deporte se juega en cuatro días de competencia y, para el que no es un verdadero fanático capaz de disfrutar una ejecución soberbia o una solución creativa a un problema en el campo, siempre debe esperar a la segunda mitad la ronda final, para que lo emocionante surja en el duelo por el campeonato.
Desde el año pasado, las principales giras profesionales de golf del mundo, el PGA Tour y el Tour Europeo, mostraron una seria inquietud por buscar formatos de competencia que generaran espectáculo en una misma jornada, sin tener que esperar al cuarto día y a la definición. Sin duda alguna, este es el primero de muchos esfuerzos que la asociación estadounidense organizará o autorizará, según el caso, para lograr que más televidentes sigan sus transmisiones.
¿Cumplió con lo esperado?
La verdad sea dicha, se quedó corto. Tal fue la expectativa que provocó este show que, por primera vez en la historia, un evento golfístico fue comercializado a través del sistema de pago por evento, con una cuota de US$19.99. No sobra decir que hubo fallas en la transmisión que provocaron que la empresa encargada devolviera el pago a sus abonados. A decir de algunos expertos en comunicación, como Ryan Lavner, de golfchannel.com (liga al artículo), «Nadie en su sano juicio gastaría 20 dólares por una revancha o un nuevo partido, pero Tiger y Phil claramente invirtieron en tratar de que esto funcionara, y un intento fallado no debe ser suficiente como para desalentarlo».
Por otra parte, si bien Phil está perfectamente adaptado a convivir con las multitudes y a jugar para el público sin desconcentrarse, todos sabemos que no es el caso de Tiger, quien suele encerrarse en sus pensamientos desde antes de ejecutar su golpe de salida en el 1, y que se mantiene de la misma forma hasta la finalización de cada jornada. Aunque ambos jugadores y sus respectivos caddies tenían micrófonos abiertos durante toda la transmisión, Phil fue más protagonista que su rival. Esto, por supuesto, también provocó un desbalance en la atención que cada jugador atrajo. Por otra parte, ambos se habían amenazado con comentarios picantes durante el partido, lo que no llegó a suceder.
¿Qué sigue?
Ya hay sugerencias de continuar con este tipo de encuentros, buscando garantizar el entretenimiento durante toda la transmisión, pero, para ello, se requiere de protagonistas con capacidad para conquistar a las cámaras y a los televidentes. Suena ya la posibilidad de seguir con estos dos superestrellas ganadores de 123 torneos en el PGA Tour (80 de Tiger y 43 de Phil), incluyendo 19 majors (14 de Tiger y cinco de Phil), pero asignándole a cada uno una pareja de la talla de Jordan Spieth o Justin Thomas —ambos con enorme atractivo para el público—, quienes comparten una gran amistad, pero también tienen su propia competencia. Así las cosas, se trataría de un match a mejor bola (bola baja), con otra bolsa multimillonaria.
Como mencioné acerca de otros deportes al principio de este texto, no es cuestión de adaptar la transmisión al golf, sino el golf a la transmisión. No tengo ninguna duda de que pronto veremos más encuentros de este tipo.