Fue en el mes de enero de este año, en el Club Campestre de la Ciudad de México, minutos después de la conferencia de prensa previa al torneo de IGPM (Impulsando al Golf Profesional Mexicano), que ha dedicado un enorme esfuerzo en recabar fondos para dar apoyo a las jugadoras mexicanas que buscan un espacio en el golf profesional. Allí estaba la hoy campeona Gaby López, solidaria, como siempre, para apoyar al evento, como la mejor jugadora profesional del momento, pero también dispuesta a un diálogo franco, amable y muy grato con nuestro Par 7.
Como suele sucederme en muchos casos, la entrevista fue una oportunidad no planeada, y ni siquiera tuve tiempo de escribir algunas preguntas, limitándome a improvisar, agradeciendo, por supuesto, a la sensacional golfista capitalina.
Era la transición entre su segunda y tercera temporadas en el LPGA Tour y la cuestioné acerca de ese paso en la búsqueda de su consolidación.
Comenzó a responder en forma inmediata, sin perder su encantadora y permanente sonrisa, mirándome con sus enormes y bellos ojos cafés, acompañados de una vitalidad que sorprende y genera confianza:
—El primer año es un año en el que no conoces nada —respondió Gaby con una claridad de conceptos que denota una inteligencia por arriba del promedio y una total confianza en sí misma—. Todo es nuevo y no tienes ni idea de dónde estás parada. Al mismo tiempo, tiene sus pros y sus contras. Los pros, el saber que no tienes nada que perder y ningún riesgo; los contras, saber que tienes mucha menos experiencia que las demás. El segundo año, la verdad, es de muchas expectativas personales, donde yo esperaba dar un brinco tan radical como el que di el primer año, pero también fue un tiempo de muchísimo crecimiento personal. ¡No sabes lo que crecí ese año! He aprendido que mi cuerpo es mi santuario, lo que me motiva todos los días a mantenerme sana, porque si no, no puedo competir. El 2017 no se lo atribuyo a las golfistas mexicanas actuales, sino a Lorena Ochoa, porque muy pocos entienden el significado de entrar al Salón de la Fama, o comprenden lo que hizo Lorena en siete años. Como integrante del Tour, yo entiendo lo fácil y rápido que fue para ella triunfar. Cada uno tiene un proceso diferente, pero el 2017 es de Lorena Ochoa, por llevar el nombre de México y de toda Latinoamérica al Salón de la Fama.
—¿Qué hace diferente a Gaby López de sus contemporáneas? —Inicié mi siguiente pregunta—. ¿Fue la ayuda de tus padres, Gaby y Pepe, que me consta que desde hace mucho tiempo están detrás de ti, con una confianza absoluta en tu capacidad, pero también dándote todo el apoyo necesario para facilitar tu crecimiento?
—¡Híjole! Buena pregunta —me respondió e hizo una pausa para reflexionar—. Yo creo que son las ganas de ser. Las ganas de ser 1% mejor cada día, una golfista que pueda crecer, no nada más pegándole mejor a la pelota, sino también como persona, creciendo con tus amistades y con tus relaciones. Tengo mucha hambre. Nunca se me va a quitar. Tengo un hambre que solamente entiende la gente que tengo a mi alrededor. Soy una niña muy apasionada y una niña que no se da por vencida tan fácilmente. El obstáculo que se me ponga enfrente, lo resuelvo sea como sea; si no tengo la respuesta, la busco con alguien más. Estoy hablando de mi equipo de trabajo, no estoy sola.
—Cuéntame de ese equipo —casi la interrumpo.
—Mi familia ha sido mi mano derecha —respondió sin vacilar—. Como bien dijiste, me han impulsado desde los siete años y nunca me han forzado a practicar este deporte y eso es lo que más me ha atraído. También en mi mano derecha está Horacio Morales, mi profesor, con quien tengo una bonita relación desde hace cinco o seis años; también tengo a mi preparador físico Gastón Gualandra, a mi sicóloga Claudia y la verdad, estoy muy contenta porque no estoy sola. IGPM también es un gran apoyo en el cual recargarme. Cada uno tiene su historia, cada uno tiene su proceso, cada uno tiene su equipo y, si no estás rodeada de la gente correcta, es muy fácil perderte en este deporte.
—Tu primera temporada, extraordinaria, te redituó más ganancias que la segunda, pero, percibo que estás mucho más satisfecha por esta que por aquella —continué con mi interrogatorio.
—Efectivamente —me respondió. ¿Sabes qué? Porque encontré mucha más calidad de golf, aunque haya habido menos consistencia. Me encontré y me conocí en momentos de mucha presión y los pude superar. El saber que tengo que conocerme internamente para poder proyectarlo y hacer una buena ejecución, es lo que más me hizo crecer en 2017. Fue un año donde quería que todo fuera perfecto, que no me permití jugar libremente. Aprendí a valorarme, a entender que Lorena tiene su historia y yo la mía, que son tiempos diferentes y que yo voy en el camino de Gaby López y de nadie más. Los top-10 que logré no fueron fáciles, son etapas de aprendizaje para volverme más consistente.
—El U.S. Open, nada menos y nada más —le recordé, obteniendo por respuesta su sonrisa franca. Entonces continué con mi improvisada serie de preguntas—. ¿Qué se siente enfrentarte a esas hordas asiáticas, que más allá de una calidad de juego extraordinaria, son un ejemplo incomparable de disciplina?
—En este deporte hay que mantener la creencia en uno mismo —contestó—. Saber que tienes lo suficiente para ganar, pero también la humildad para aprender. Y si algo (valioso) he aprendido de ellas, es la ligereza con la que reaccionan a un golpe, bueno o malo. Estoy muy consciente que eso es algo que tengo que mejorar este año, la parte emocional de Gaby, esa parte en la que tengo que complacerla y quererla mucho. Me exijo mucho porque practico igual o más que las coreanas —ríe—. Poca gente sabe alrededor mío lo que practicamos Ana Menéndez y yo, que estamos juntas todo el día. Le ponemos muchas horas. Pero también debemos encontrar ese balance entre la parte mental y la emocional; es algo que se tiene qué trabajar.
Hasta aquí la primera mitad de esta emocionante plática con nuestra flamante campeona Gabriela López. La próxima semana continuaré con la conclusión, en la que comienzo mencionándole que, sin ánimos proféticos, tengo razones para creer que su primer triunfo está cerca. Sus respuestas —como todas— son una invitación para reflexionar sobre la increíble carrera de esta excepcional golfista, mujer, hija, hermana, amiga y ser humano.