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Editorial

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Los europeos

Ryder Cup 2018. Europa dominó a los Estados Unidos 17 ½ -10 ½ 

Oléeee, olé, olé, olé, oléeee, olé

Fernando de Buen

Otra gran Copa Ryder llegó a su fin el día de ayer. Tras una increíble actuación de los europeos —tanto en las parejas como en los individuales— los del viejo continente continúan su jettatura como invencibles en suelo propio desde 1993. El resultado final, 17 ½ a 10 ½ no fue otra cosa que el reflejo de lo que sucedió en Le Golf National, el campo parisino que fungió como sede de este extraordinario evento.

Como ha venido sucediendo al menos en ocho de las últimas 10 ediciones, los estadounidenses —en esta ocasión dirigidos por Jim Furyk— llegaron como favoritos al evento bienal, presumiendo que su equipo era el mejor de toda la historia, con sus doce integrantes dentro del top-25 del orbe. Como también ha venido sucediendo en siete de las últimas nueve competencias, los sob rinos del Tío Sam convirtieron su campamento el domingo por la tarde, en un conjunto de sombras tristes y silentes, mientras que los azules continuaban descorchando una inimaginable cantidad de botellas de champaña, honrando con su triunfo al país que la inventó.

Creo que en el pecado —exceso de confianza— la escuadra norteamericana llevó la penitencia. Se le hizo demasiado ruido a la elección, por parte de Furyk, de Tiger Woods y Phil Mickelson como integrantes imprescindibles del equipo. Al parecer, ni Furyk ni sus asistentes, ni la PGA of America, observaron las estadísticas que demostraban antes de este evento que ambos jugadores, a pesar de su increíble prestigio e incomparable currículo, han fracasado históricamente en la Ryder Cup. Antes de iniciar el torneo, Tiger acumulada en siete apariciones 13 victorias, 17 derrotas y tres empates, mientras que el zurdo, con 11 competencias previas a esta sumaba 18 ganados, 20 perdidos y siete empates. Su selección fue un evidente error que no pudieron corregir con la actuación de sus compañeros, dejándole al equipo una estela de cero victorias y seis derrotas entre ambos, cuatro de Woods y dos de Mickelson. No tengo duda de que esta habrá sido la despedida de Phil de esta competencia —cargando la nada apreciable marca de máximo número de derrotas en la historia de la Copa con 22—, y que eventualmente fungirá como el capitán del equipo.

Si comparamos a los anteriores con dos de los seleccionados por el capitán europeo Thomas Bjorn, Sergio García e Ian Poulter, quedará más evidente la diferencia entre los elegidos. Antes de París, Sergio acumulaba en siete competencias 22.5 puntos, producto de 19 victorias, 11 derrotas y siete empates, mientras que el inglés, en cinco, sumaba 12 victorias, cuatro derrotas y dos empates, para una aportación de 13 puntos y un impresionante coeficiente de efectividad del 72%. Fieles a sus antecedentes, ambos jugadores dieron buenos resultados, sumando el inglés dos victorias y dos derrotas —estas últimas contra la única pareja efectiva de sus contrarios, Justin Thomas y Jordan Spieth—, mientras que Sergio logró tres triunfos por una derrota.

En resumen, mientras que Woods y Mickelson perdieron seis puntos, García y Poulter ganaron cinco y perdieron tres. La pura diferencia entre estos cuatro contendientes, ocho puntos, supera a la ventaja de siete con la que ganó Europa el campeonato.

La cereza del pastel para García fue el haberse convertido en el máximo ganador en la historia de la Copa Ryder con 25.5 puntos, superando por medio punto al inglés Nick Faldo.

Si extendemos la estadística a los ocho elegidos como selecciones del capitán, cuatro por bando, la cosa se pone todavía peor, pues si a los resultados ya mencionados le sumamos el récord de cero victorias y tres derrotas de Bryson DeChambeau y las dos victorias y una derrota de Tony Finau, el resultado de los elegidos de Furyk sería de dos puntos a favor y 10 en contra. Los europeos, sumando las tres victorias sin derrota de Henrik Stenson y un triunfo y una derrota de Thorbjørn Olesen, darían a los escogidos de Bjorn nueve puntos a favor y cuatro en contra. De nuevo, una ominosa diferencia de 13 puntos a favor de los del viejo continente, número que casi alcanza el 50% de los puntos totales en disputa.

El héroe, en esta ocasión, fue Francesco Molinari, quien ya puede considerar a este 2018 como el más importante de su vida, pues, aparte de haber ganado el Open Championship hace unos meses, tuvo en esta Ryder una actuación perfecta, convirtiéndose en el primer jugador europeo de la historia en ganar todos sus partidos. Cosas del destino, al momento en el que Phil Mickelson mandó su bola al agua en la salida del hoyo 16, forzando la concesión del hoyo y el partido en favor del italiano, se alcanzaron los 14 ½ puntos necesarios para recuperar la anhelada presea dorada.

De los 12 europeos, solo tres tuvieron resultados negativos, el inglés Tyrrell Hatton (1-2-0), el español Jon Rahm (1-2-0) y nada menos que Rory McIlroy, quien acumuló dos triunfos y tres derrotas.

Su contraparte estuvo lejos de estos números, donde solo Tony Finau (2-1-0), Jordan Spieth (3-2-0) y Justin Thomas (4-1-0) tuvieron un balance positivo. Cabe mencionar que Dustin Johnson —quien regresó número 1 del mundo esta semana—, solo ganó un punto de cinco posibles y Ricky Fowler uno de cuatro.

En conclusión, yo no veo a otro responsable de la derrota estadounidense, que al capitán Furyk y su equipo de asesores, por una mala selección de dos de sus cuatro opciones para completar el equipo, pues no había razones para escoger a jugadores que a través de los años han mantenido un récord negativo. No incluyo al joven DeChambeau, pues fue su primera actuación en la bienal y, cuando no se tiene experiencia previa, resulta muy difícil predecir lo que podría suceder.

Europa, por supuesto, está llena de méritos. Cuando en la primera jornada la mañana del viernes, los suyos perdieron tres encuentros y ganaron solo uno, el capitán Bjorn supo responder con inteligencia y no solo ganaron los suyos los cuatro partidos de esa misma tarde, sino que añadieron otros cinco puntos al día siguiente, llegando a los individuales con marcador de 10 a 6, una ventaja de cuatro que, si bien no es definitiva, si es de gran ayuda en la búsqueda del triunfo.

En dos años más, el equipo yanqui será sede en Whistling Straits y el desafío será si los europeos podrán volver a ganar en suelo estadounidense. Me queda claro que los anfitriones no se quedarán cruzados de brazos y armarán —ahora sí sin miramientos ni concesiones— un equipazo.

De lo que no me queda duda y lo vengo afirmando hace dos décadas, es que la Copa Ryder es el más emocionante torneo del mundo; no hay victoria más saboreada y derrota más dolorosa que la que surge de estos encuentros, donde el dinero simplemente no cuenta.
Como escribí hace muchos años, este y la Presidents Cup son los únicos torneos del golf profesional donde (me cito descaradamente): «la bandera es más importante que la cartera».

fdebuen@par7.mx