El pasado sábado concluyó el Eisenhower Trophy, etapa varonil de los Campeonatos Mundiales Amateurs por Equipos (WATC), donde el equipo mexicano, que contó con sus tres mejores jugadores —quienes se sometieron a una preparación donde no se escatimaron esfuerzos económicos y estratégicos, tuvieron una actuación muy por debajo de las expectativas, en el bello club Carton House, en Irlanda.
México terminó en el lugar 32 entre 72 equipos, pero no sobra mencionar que solo son alrededor de cincuenta los que podríamos considerar como competitivos, sin dejar de lado que, dentro de estos, hay diametrales diferencias en los respectivos niveles de juego de cada representación.
En términos numéricos, la terna conformada por Álvaro Ortiz, Aarón Terrazas y el debutante Raúl Pereda, concluyó el torneo con un acumulado de 8 bajo par, a 31 golpes del campeón Dinamarca. Suena como una diferencia abismal, simplemente lo es.
Álvaro tuvo recorridos de 72 (par), 73 (par en par 73), 70 (-3) y 72 (par), acumulando 3 bajo par para el campeonato. Concluyó en el lugar 67 individual.
Pereda inició con 73 (+1), 74 (+1), 75 (+2) y despertó en el recorrido final con un estupendo 68 (-4), para totalizar par de campo en las cuatro rondas. Individualmente, ocupó la posición 87.
Aarón, por su parte, abrió con un espantoso 81 (+ 9), siguió con 73 (par), 74 (+1) y, al igual que Raúl, tuvo un muy buen cierre, con tarjeta de 69 impactos (-3). Terminó en el lugar 121 individual, con 7 arriba.
Vale la pena especificar que, para efectos de la competencia, solo cuentan las dos mejores tarjetas de cada jornada, lo que le añade a la misma un factor suerte que termina siendo muy importante en el resultado final. También lo es aclarar que los integrantes de cada país juegan en el mismo campo cada día —se juega en dos diferentes—, pero no en el mismo grupo. Una adecuada combinación de resultados en cada jornada resulta muy afortunada, pero dos malas tarjetas el mismo día pueden dar al traste con el torneo.
Ampliando la explicación en la forma en la que la fortuna incide en los resultados, vale la pena mencionar que, si sumamos los resultados de los integrantes del equipo danés, Nicolai Hojgaard (-16), Rasmus Hojgaard (-15) y John Alexen (-14), el acumulado sería de 45 bajo par, seis golpes menos que el resultado oficial. El segundo lugar, Estados Unidos, acumuló -38 para el torneo, pero los individuales sumaron 42 abajo, con una diferencia de cuatro golpes; el tercero, España, sumó en los individuales de los integrantes 44 bajo par, pero el resultado oficial fue de -36, para una desafortunada diferencia de ocho golpes. Mucho más llamativo resulta el caso neozelandés, cuarto lugar, cuyos individuales acumularon 30 bajo par, pero el resultado del equipo alcanzó 35 abajo, una combinación afortunada. También Italia —quien compartió con Nueva Zelanda el quinto sitio— tuvo toda la suerte de su lado, con acumulado de individuales de solo 21 bajo par, pero con -35 en el total.
Si comparamos el resultado de los italianos —14 golpes a favor, gracias a una afortunada combinación de tarjetas— con el de los españoles, quienes perdieron ocho puntos a su total, por no contar con la misma suerte, los 22 golpes de diferencia sumando todas las tarjetas, solo se tradujo en ocho por el sistema de juego. En términos de resultado final, los dos escalones en el tablero se habían vuelto decenas en ausencia del factor suerte. Además, bajo este método España habría quedado en segundo lugar, a un solo golpe de Dinamarca, desbancando a los estadounidenses.
En este aspecto, a los nuestros no les fue mal, ya que su acumulado individual fue de +4, 11 golpes menos que el -7 oficial.
Antes del inicio de la competencia, considerando que los tres jugadores visitaron y jugaron los campos sede con antelación al torneo y a las prácticas oficiales, además de participar en importantes torneos amateurs de Europa —todo por cuenta de la Federación Mexicana de Golf—, yo habría pensado que la combinación entre la calidad de nuestros exponentes y la ardua preparación a la que se sometieron antes de este importantísimo torneo bienal, me daba argumentos suficientes para pensar que el equipo —al igual que su admirable contraparte femenina, con todo y la sensible baja de Isabella Fierro, honrosamente sustituida por la juvenil Cory López—, terminaría dentro de los 10 primeros lugares.
Anteriormente, solíamos culpar de los malos resultados a una preparación insuficiente, a la falta de coordinación para elegir y entrenar a los seleccionados o, simplemente, a la carencia de fondos suficientes para ayudarlos alcanzar el punto más alto de su desempeño durante la competencia. No fue el caso pues, como mencioné anteriormente, no se escatimaron esfuerzos para buscar el mejor resultado posible.
Ante tales circunstancias, habrá que reflexionar profundamente sobre las causas que provocan que países con economías y poblaciones mucho menores a las nuestras, pueden dar tan buenos resultados, mientras que nosotros seguimos lamiéndonos las heridas.
Creo en el trabajo de la FMG y me consta el enorme esfuerzo que dedica la institución a la preparación de infantiles y juveniles en México y el extranjero. Siguiendo el exitoso ejemplo de los estadounidenses ante su última derrota en la Copa Ryder, nuestra Federación debería organizar una fuerza de tareas —task force— con expertos no solo en golf, sino en disciplinas relacionadas con psicología, administración del campo, preparación física y alto rendimiento, para buscar un plan que nos garantice un resultado acorde con el sitio que ocupa nuestro país en el ámbito mundial.