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Editorial

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¿Hay una crisis
global en el golf?

Fernando de Buen

Hace unos días, por conducto de mi hermano Carlos, llegó a mis manos un ejemplar de The Economist (Make golf great again, 7 de julio de 2018), con un análisis sobre la situación actual de los clubes de golf en Escocia, donde muchos de ellos están viviendo una crisis sin precedente, con una preocupante disminución en su membresía, provocadas, por una parte, por la situación económica, pero también por la resistencia a los cambios que demandan los tiempos actuales para adaptarse a la realidad del siglo XXI. Por supuesto, Escocia está muy lejos y su economía es radicalmente diferente a la nuestra, pero, no son pocas las similitudes entre su crisis y la de nuestros clubes mexicanos.

Los números son alarmantes: entre 2015 y 2016 debió cerrar una quinta parte de los clubes de aquel país, aun cuando el continente europeo mantuvo estable su número de campos. En los últimos 10 años, un número aproximado de 50 mil golfistas escoceses han abandonado sus clubes; si el éxodo continúa con ese ritmo, en cuatro décadas no habrá más clubes en la región que vio nacer al golf como lo conocemos. Debido también a su recia tradición misógina, muchos clubes conservan todavía su rechazo a contar con mujeres entre su membresía y, verdaderas joyas como Muirfield perdieron su lugar en la rotación del Open Championship por dicha causa, recuperándola poco tiempo después, tras una nueva votación de sus socios, aceptando —ahora sí— que se integren mujeres al Club. Debido a su tozudez, en Escocia solo el 12% de sus golfistas son mujeres, la mitad del promedio europeo.

En un país donde el 60% de los golfistas son mayores a 55 años, otro de los graves problemas que está sufriendo el golf es la poca atracción que tiene entre la juventud, que para practicarlo tiene prohibido usar jeans y playeras sin cuello, lo que representa prácticamente un uniforme en la población preparatoriana y universitaria.
A lo anterior, habrá que añadirle que los subsidios gubernamentales y de la Lotería Nacional que recibían los clubes de aquel país —considerando su invaluable importancia turística—, sufrieron una merma del 40%, más una sensible baja en los patrocinios. Como consecuencia del abandono de socios, los costos de la anualidad para los que subsisten se han incrementado en forma importante y, para que la inversión de esta sea conveniente, quien en 2007 debía jugar 20 rondas en un año, en la actualidad requeriría más del doble.

Las cosas pintan mal para la tradición escocesa y parece no haber más remedio que dar marcha atrás con esos conceptos caducos, para dar paso a una pronta recuperación económica. Entre las prioridades está la admisión de socias y la promoción del golf entre las nuevas generaciones a través de competencias. Al contrario de lo que aquí sucede, en el país británico se busca atraer a los papás a través de la afición de los hijos. Para Bernardette Geifer, gerente de Mortonhall, uno de los clubes más antiguos del país, «El futuro del golf es el golf familiar».

Desconozco cuál es la situación precisa en México sobre los niveles de deserción de socios de sus clubes privados, pues son datos que distan mucho de someterse al escrutinio público, pero son dignos de tomarse en consideración, ya que son muchas las instituciones que han requerido de una reingeniería completa en sus capítulos de cuotas y promociones, para poder subsistir a los tiempos actuales, y no son pocas las que han tenido que cerrar sus puertas. Cada día son menos los socios con acciones del club al que pertenecen y los costos, invariablemente, repercuten cada vez en forma más importante en sus bolsillos.

Para un golfista socio de un club privado de la Ciudad de México, cuya familia no aprovecha las ventajas de la membresía, el costo de jugar una vez por semana en su propio campo llega a ser superior al de pagar un green-fee en otros clubes privados o en campos públicos de destinos turísticos. A principios de este siglo, el comparativo era muchísimo más conveniente para el accionista.

La peor forma de enfrentar una crisis es rechazando que existe, y que es una ominosa nube gris y oscura, como las que en estas épocas del año se ciernen sobre la capital del país.

fdebuen@par7.mx