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Los chicos grandes de los cuatro grandes

Fernando de Buen



Con la culminación del PGA Championship y el gran triunfo de Justin Thomas, terminaron ya los cuatro grandes torneos de 2017. Sin duda, los resultados son un reflejo de lo que está sucediendo en el golf de primer nivel en el mundo.

De los torneos que conforman el grand slamMasters, U.S. Open, Open Championship y PGA Championship—, solo el primero se escapó de una constante que parece imponerse en los principales eventos del golf mundial. Fue el torneo de Augusta el único que se les escapó a los jugadores de veintitantos años.

El Torneo de Maestros, por jugarse siempre en el mismo campo, suele ser el que les da ventaja a los jugadores veteranos, aunque siempre pueden existir los extremadamente talentosos, como Jordan Spieth, capaces de ganar en cualquier sede.

Fue una excelente oportunidad para poder observar a dos grandes veteranos, Sergio García y Justin Rose pelear palmo a palmo por el icónico saco verde que acompaña al trofeo con la forma de la casa club del campo de Augusta National. El triunfo de Sergio fue el de la perseverancia, el de una carrera de más de 20 años alrededor de la excelencia y un justo premio a un golfista que, por azares del destino, no había logrado acceder a un título de esta categoría.

Los otros tres torneos fueron el reflejo de uno de los más importantes cambios en la historia reciente del golf; sus triunfos correspondieron a jugadores que, más allá de una preparación mucho más exigente que la de sus pares veteranos, han aprendido a perderle el miedo a la inmensidad de los títulos que se disputan.

El campo de Erin Hills, sede del U.S. Open, resultó mucho menos exigente que lo que hubieran deseado las autoridades de la USGA y de lo que habríamos esperado los aficionados. A pesar de un larguísimo trayecto, más de 7700 yardas, los amplios fairways minimizaron las otrora funestas consecuencias de un mal golpe y, sin quererlo, abrieron las puertas a jugadores que pueden desempeñarse en forma óptima sin la enorme presión a la que suelen someterse quienes juegan este campeonato. Brooks Koepka manejó a la perfección estas fallas de cálculo y se llevó un triunfo más que merecido.

El Open Championship fue una prueba más de la incalculable capacidad de Jordan Spieth, cuyos tres triunfos en torneos grandes se han dado en campos muy diferentes unos de otros, bajo condiciones climáticas diversas y con distintas variables estratégicas de juego. A partir de aquel hoyo 13 de Royal Birkdale, donde el segundo tiro le demandó más de 30 minutos y dio como resultado un bogey que salió barato, la reacción del texano estuvo al nivel de una película de ficción, rescatando hoyos con golpes que habría firmado orgullosamente Severiano Ballesteros, y aprovechando cada oportunidad disponible para asegurar el campeonato.

El renovado Quail Hollow Club, sede del PGA Championship, resultó el más major de los majors en término de dificultad, donde el áspero rough y los rápidos greens se entrometieron con el desempeño de los jugadores. Justin Thomas, quien nos sorprendió ganando los dos primeros torneos del año, supo separarse de un grupo de cinco adversarios que compartían el liderato tras los primeros nueve hoyos y, con un juego excepcional y la madurez de un veterano, el contemporáneo de Jordan Spieth y uno de sus mejores amigos, obtuvo el primer grande de su carrera.

Así las cosas, con excepción de Sergio, que ya cuenta con 37 años, los otros tres viven apenas sus veintes. Jordan y Justin cuentan con 24 años, mientras que Brooks tiene 27.

Si nos asomamos al ranking mundial de esta semana, podremos notar que siete integrantes del top-10 no llegan a los 30 años de edad. Hideki Matsuyama (2º) tiene 25 años, Jordan Spieth (3º) 24, Rory McIlroy (4º) 28, Justin Thomas (6º) 24, Jon Rahm (7º) 22, Jason Day (8º) 29 y Rickie Fowler (10º) 28. Al parecer, la falta de experiencia se está suplantando con la ausencia de miedo.

La invasión a la elite golfística de estos miembros de la generación millenial tardía, como es común entre sus pares, le han perdido el respeto al prestigio y la longeva tradición de los cuatro torneos grandes, y salen a ganarlos como si fueran de cualquier otro fin de semana.
Quizá fieles a las condiciones que distinguen a esta generación, estos jóvenes superdotados creen firmemente que tienen derecho a ganar torneos, sin importar pasar por encima de todos los demás.

Me pregunto si los veteranos podrían revertir su actual condición y perderle por completo el miedo a estos jóvenes que llegaron al golf profesional para comérselo a cucharadas.

fdebuen@par7.mx


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