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El U.S. Open 2017: polémica de un grande

Fernando de Buen


Erin Hills


«El golf en el U.S. Open ha sido siempre un poco más difícil que el Open (Open Championship) o cualquiera de los otros. Sabemos que Augusta tiene los retos, y en el Open tienes el clima. En el U.S. Open normalmente juegas en campos que son trucados hasta los límites, ocasionalmente sobre los límites y algunas veces apenas debajo de ellos. Ciertamente, es una semana agotadora. Pero todo vale la pena si te paras allí con el trofeo el domingo.»

Henrik Stenson.


Estar siempre cerca del límite de cualquier cosa, conlleva sus riesgos. Para Mike Davis, director ejecutivo de la USGA y especialista en la preparación del campo sede para el Abierto de los Estados Unidos, la puesta a punto de Erin Hills, en Wisconsin, podría marcar el éxito o fracaso de su legado con relación al segundo grande del año.

A diferencia de las preparaciones que fueron típicas durante las últimas décadas del siglo pasado y la primera de éste, el concepto de Davis no radica únicamente en campos largos, fairways angostos, roughs de largo progresivo y greens duros como el mármol, sino que además fuerza al jugador a desarrollar una estrategia particular para cada edición.

Al enterarnos de la longitud del campo, 7741 yardas, sumada ésta a fairways que llegan a sobrepasar las 50 yardas de ancho, de inmediato pensamos que el torneo está diseñado para el éxito de los bombarderos con el driver. Sin embargo, no será fácil tratar de llevar la bola lo más lejos posible, sabiendo que, en caso de encontrar el rough, la penalidad será, muy probablemente, de golpe y distancia; una posibilidad que seguramente disminuirá los ánimos de algunos pegadores largos.

Aun así, no correr los riesgos puede llevar a los jugadores a buscar los greens con hierros largos —4 o 5 o incluso maderas de piso— en vez de hierros 7 u 8, con los cuales es mucho más fácil controlar los golpes a greens increíblemente duros.

Del rough de este joven campo con apenas 11 años de edad, se han dicho muchas cosas y seguramente escucharemos más el próximo domingo, al término del campeonato. Lo cierto es que como dice Brandt Snedeker: «En algunos lugares del rough, es imposible (encontrar la bola), en otros, no se le puede pegar. Si alguien trata de hacerlo, habrá algunos números masivos».

En un torneo con tanta exigencia y tanta presión, resulta increíblemente difícil salvarse de un golpe de salida errante, cuya recuperación, en cualquier torneo del PGA Tour, podría representar entre medio golpe y un golpe completo, dependiendo de la zona donde haya caído la bola. No obstante, en este campo, a través de los 18 hoyos existen zonas de rough donde el castigo será de golpe y distancia en caso de no encontrar la bola, pero, si esta aparece, el resultado podría ser aún peor, en caso de que el jugador decida tratar de llevarla al fairway.

Tampoco podemos soslayar que bolas difíciles de encontrar significan largos retrasos de juego, que llegan a ser exigentes pruebas para que los jugadores mantengan la concentración y no pierdan el ritmo, mientras esperan su turno para jugar.

En concreto, más allá de la perfección en todos y cada uno de los departamentos del juego, este U.S. Open demandará a quienes aspiren a ganar el campeonato, una paciencia que envidiaría el santo Job. Cada jugador debe saber que tendrá hoyos malos, que habrá dobles bogeys o peor, y que aun así se puede ganar el torneo; enfrentará hoyos donde la máxima aspiración será el par y algunos que le permitirán buscar el birdie. No olvidemos que este es el primer par 72 desde Pebble Beach en 1992, y que los cuatro hoyos par 5, a pesar de su alto grado de dificultad, representarán una ventana de oportunidad para descontarle golpes al campo, pero solamente si el tiro de salida es largo y casi perfecto.

No tengo duda de que el segundo grand slam de 2017 será sumamente entretenido pues, a pesar de la distancia total, está el hoyo 2, par 4, cuya distancia variará entre 338 y 361 yardas, además del hoyo 9 —un corto par 3 de bajada que medirá solamente 135 yardas— y el 15, que tendrá 370. Pero también, para el placer de quienes gustan ver a jugadores destrozar la bola desde la mesa de salida, los cuatro par 5 medirán más de 600 yardas —el 18 se extenderá a poco más de 660—, más dos hoyos par 4 con más de 500 yardas. Tres de los cuatro par 3 se jugarán a más de 200 yardas de distancia, destacando el hoyo 6 con 237.

En concreto, ver a los mejores golfistas del planeta disputándose uno de los dos trofeos más codiciados del calendario anual, en un campo extremadamente demandante de virtudes para el juego y enorme paciencia, será un platillo incomparable para nosotros, aficionados al golf.

Si quieren saber un poco más de Erin Hills, los invito a leer el magnífico análisis de nuestro editorialista de Par 7 impreso, Mauricio Durazo, sobre este sorprendente campo de golf.

fdebuen@par7.mx


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