«El golf en el U.S. Open ha sido siempre un poco más difícil que el  Open (Open Championship) o cualquiera de los otros. Sabemos que Augusta tiene  los retos, y en el Open tienes el clima. En el U.S. Open normalmente juegas en  campos que son trucados hasta los límites, ocasionalmente sobre los límites y  algunas veces apenas debajo de ellos. Ciertamente, es una semana agotadora.  Pero todo vale la pena si te paras allí con el trofeo el domingo.»  
        Henrik Stenson. 
 
      Estar siempre cerca del límite de cualquier cosa, conlleva  sus riesgos. Para Mike Davis, director ejecutivo de la USGA y especialista en  la preparación del campo sede para el Abierto de los Estados Unidos, la puesta  a punto de Erin Hills, en Wisconsin,  podría marcar el éxito o fracaso de su legado con relación al segundo grande del año. 
       
        A diferencia de las preparaciones que fueron típicas durante  las últimas décadas del siglo pasado y la primera de éste, el concepto de Davis  no radica únicamente en campos largos, fairways angostos, roughs de largo  progresivo y greens duros como el mármol, sino que además fuerza al jugador a  desarrollar una estrategia particular para cada edición. 
         
        Al enterarnos de la longitud del campo, 7741 yardas, sumada  ésta a fairways que llegan a sobrepasar las 50 yardas de ancho, de inmediato  pensamos que el torneo está diseñado para el éxito de los bombarderos con el  driver. Sin embargo, no será fácil tratar de llevar la bola lo más lejos  posible, sabiendo que, en caso de encontrar el rough, la penalidad será, muy  probablemente, de golpe y distancia; una posibilidad que seguramente disminuirá  los ánimos de algunos pegadores largos. 
         
        Aun así, no correr los riesgos puede llevar a los jugadores  a buscar los greens con hierros largos —4 o 5 o incluso maderas de piso— en vez  de hierros 7 u 8, con los cuales es mucho más fácil controlar los golpes a  greens increíblemente duros. 
         
        Del rough de este joven campo con apenas 11 años de edad, se  han dicho muchas cosas y seguramente escucharemos más el próximo domingo, al  término del campeonato. Lo cierto es que como dice Brandt Snedeker: «En algunos  lugares del rough, es imposible (encontrar la bola), en otros, no se le puede  pegar. Si alguien trata de hacerlo, habrá algunos números masivos». 
         
        En un torneo con tanta exigencia y tanta presión, resulta  increíblemente difícil salvarse de un golpe de salida errante, cuya  recuperación, en cualquier torneo del PGA Tour, podría representar entre medio  golpe y un golpe completo, dependiendo de la zona donde haya caído la bola. No  obstante, en este campo, a través de los 18 hoyos existen zonas de rough donde  el castigo será de golpe y distancia en caso de no encontrar la bola, pero, si  esta aparece, el resultado podría ser aún peor, en caso de que el jugador decida  tratar de llevarla al fairway. 
         
        Tampoco podemos soslayar que bolas difíciles de encontrar  significan largos retrasos de juego, que llegan a ser exigentes pruebas para  que los jugadores mantengan la concentración y no pierdan el ritmo, mientras  esperan su turno para jugar. 
         
        En concreto, más allá de la perfección en todos y cada uno  de los departamentos del juego, este U.S. Open demandará a quienes aspiren a  ganar el campeonato, una paciencia que envidiaría el santo Job. Cada jugador  debe saber que tendrá hoyos malos, que habrá dobles bogeys o peor, y que aun  así se puede ganar el torneo; enfrentará hoyos donde la máxima aspiración será  el par y algunos que le permitirán buscar el birdie. No olvidemos que este es  el primer par 72 desde Pebble Beach en 1992, y que los cuatro hoyos par 5, a pesar de su alto grado de dificultad,  representarán una ventana de oportunidad para descontarle golpes al campo, pero  solamente si el tiro de salida es largo y casi perfecto. 
         
        No tengo duda de que el segundo grand slam de 2017 será sumamente entretenido pues, a pesar de la  distancia total, está el hoyo 2, par 4, cuya distancia variará entre 338 y 361  yardas, además del hoyo 9 —un corto par 3 de bajada que medirá solamente 135  yardas— y el 15, que tendrá 370. Pero también, para el placer de quienes gustan  ver a jugadores destrozar la bola desde la mesa de salida, los cuatro par 5  medirán más de 600 yardas —el 18 se extenderá a poco más de 660—, más dos hoyos  par 4 con más de 500 yardas. Tres de los cuatro par 3 se jugarán a más de 200  yardas de distancia, destacando el hoyo 6 con 237. 
         
      En concreto, ver a los mejores golfistas del planeta  disputándose uno de los dos trofeos más codiciados del calendario anual, en un  campo extremadamente demandante de virtudes para el juego y enorme paciencia,  será un platillo incomparable para nosotros, aficionados al golf. 
Si  quieren saber un poco más de Erin Hills, los invito a leer el magnífico  análisis de nuestro editorialista de Par  7 impreso, Mauricio Durazo, sobre este sorprendente campo de golf.
fdebuen@par7.mx
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