Nuestro querido mundo está totalmente de cabeza. Mientras la personalidad del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está más cerca del Ku Klux Klan que de la Constitución de aquel país, firmando órdenes ejecutivas para prohibir la entrada de ciudadanos de siete países árabes, que no han cometido un solo acto terrorista que haya costado vidas en los Estados Unidos desde 1975, el golf está viviendo tiempos difíciles, pues el campo sede para sus competencias en la Olimpiada de 2020 en Tokio —el Kasumigaseki Country Club—, mantiene vigente la prohibición de que las mujeres puedan obtener membresías con amplios privilegios. El aviso de la Federación Internacional de Golf (IGF, por sus siglas en inglés), en representación del Comité Olímpico internacional, ya amenazó con cambiar de sede, eligiendo un club sin políticas discriminatorias de ningún tipo.
«La IGF ha determinado claramente que tanto Tokio 2020, como el Kasumigaseki Country Club —dice el comunicado oficial—, deben cumplir con el requerimiento de que la competencia de golf debe desarrollarse de acuerdo con la Carta Olímpica. Si el Club no cambia sus reglas, entonces no podremos apoyar la celebración de eventos en esta sede».
La política del Club, que prohíbe a las damas socias jugar los domingos y algunos días festivos, salió a la luz por una declaración pública que hiciera Yuriko Koike —primer gobernante del sexo femenino de la capital japonesa en la historia—, demandando al Club el establecimiento de políticas idénticas para sus socias y socios. «Me siento muy incómoda porque las mujeres no pueden convertirse en miembro de pleno derecho en estos tiempos —comentó—. Debería de ser una sede abierta a todos».
En respuesta al comentario de la gobernadora y de la IGF, el presidente del Consejo del Club, Kiichi Kimura, lejos de solidarizarse con la solicitud y buscar un cambio inmediato en los estatutos, solo atinó a mencionar: «La situación que ha surgido es una molestia para nosotros, es realmente desconcertante». Al no vislumbrarse trazas de que se den los cambios solicitados, es muy probable que la sede olímpica se mude a otra instalación, muy probablemente el Wakasu Golf Links, un campo público de la ciudad.
México y la «paja en el ojo ajeno…»
Sin duda, lo de Japón tiene que ver con tradiciones milenarias que extrañamente aún encuentran espacios en la actualidad, a pesar de ser abiertamente discriminatorias. No obstante, la política del citado Club es, en muchos sentidos la misma que se practica en clubes privados mexicanos desde hace décadas.
Salvo contadas excepciones, la inmensa mayoría de los clubes situados en las urbes de nuestro país, tienen una política diferenciada para la práctica del golf entre damas y caballeros. Es común que las preferencias en fin de semana sean para los caballeros —dejando una o dos salidas para grupos femeninos—, mientras que uno o dos días entre semana sucede lo contrario.
De esta forma, si México llegase a ser sede de alguna competencia internacional bajo el paraguas de la IGF —como de hecho lo fueron los Campeonatos Mundiales de Golf Amateur por Equipos, el pasado mes de septiembre en la Riviera Maya— sin duda alguna, la mayoría de los campos de nuestras grandes ciudades quedarían vetados como sede de tales justas, por políticas de desigualdad.
Hace poco más de dos décadas, en la preparación hacia los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta, el Comité Organizador realizó un esfuerzo importante en aras de que el golf fuera parte de las competencias. Sin embargo, en muchos clubes del estado de Georgia se mantenía vigente una política totalmente discriminatoria, prohibiendo la adquisición de membresías a mujeres y afroamericanos. El propio Augusta National en aquella época, contaba con un solo socio de raza negra y ninguna mujer. Estas políticas fueron la razón principal del rechazo al regreso del golf olímpico a finales del siglo pasado.
Lo rescatable
Parece difícil encontrar algo que valga la pena en este mundo de sociópatas. La primera alarma fue el tan mentado Brexit, seguida de un inesperado No en la encuesta por los acuerdos de paz en Colombia; continuó con la elección del incontrolable Donald Trump, reflejo del desquiciamiento de 62,979,879 votantes estadunidenses, para seguir —en nuestro círculo— con la ineptitud del gobierno mexicano, que en lugar de haber prevenido con tiempo que nuestra enfermiza dependencia de los yanquis podía llevarnos al abismo, como de hecho parece estar sucediendo y diversificar mercados con el resto del mundo, decidió sentarse en sus laureles para contar los inmensos ingresos de su inconmensurable corrupción.
Tanto en el ámbito internacional, como en el de los Estados Unidos y México, la beligerancia del Orangegután de la Casa Blanca, parece unir al resto del mundo en su contra y resurgen términos casi olvidados o despreciados como xenofobia, racismo, misoginia, tiranía o tortura, por mencionar unos cuantos. La R&A actuó de inmediato sacando a un campo de Trump, Turnberry, de la rotación del Open Championship. ¿Se atreverán la USGA, la LPGA o la PGA of America a tomar medidas semejantes? Francamente lo dudo y ya hay fechas fijas para campeonatos de estas organizaciones en campos del infumable Donald. Como era de esperarse, en la tierra del capital, el negocio prevalece sobre los principios.
Estas palabras cobran fuerza y, en casos como los Juegos Olímpicos, son particularmente importantes. Hace apenas unos años, la noticia que trata esta editorial habría sido casi imperceptible; hoy, afortunadamente es de un tema que atrae la atención de un mundo al que le urge la igualdad en todos sentidos.
¿Qué haremos los mexicanos al respecto?
fdebuen@par7.mx
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