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Tiger, la gran incógnita

Fernando de Buen



Cuando este jueves participe en el Hero World Challenge, en las Bahamas, habrán pasado 467 días desde su última actuación en el PGA Tour, el Wyndham Championship de 2015. Son cerca de 16 meses de ausencia, un lapso que se ha llenado de preguntas que podrían ser respondidas este domingo. Todas se resumen a una: ¿Quién será Tiger Woods el próximo lunes?

Dos cosas son seguras: el field de 18 jugadores es de gran calidad, y todos jugarán 72 hoyos, lo que le permitirá al californiano tener un mayor fogueo, como preparación a lo que será un retador 2017.

Si Tiger no regresa en su mejor nivel —lo que es de esperarse cuando se deja de competir por tanto tiempo, aunque se esté perfectamente sano—, habrá que esperar al segundo trimestre del año próximo, para conocer su evolución y su potencial para consolidar lo que sería un regreso histórico.

Ahora, si vuelve en un buen nivel —aunque no sea el óptimo— ya podremos comenzar a percibir los aromas de lo que podría ser un inolvidable retorno, desde luego, el más importante de la historia del golf. Imaginar que Woods podría ser nuevamente aquel de los 27 triunfos entre 1999  y  2001 —siete majors—, y comparar ese increíble desempeño con el que han mostrado las grandes estrellas de hoy, como Jason Day, Dustin Johnson, Rory McIlroy, Jordan Spieth y algunos otros, sería como un sueño. El nivel de competencia en la actualidad es tal que, desde el día de su último retiro, ha habido 18 primeros campeones en el Tour.

Tiger se ha reconstruido en varias ocasiones. En 2004 jugó 19 torneos y solo ganó uno —Vijay Singh le arrebató temporalmente el número 1 que había mantenido durante 264 semanas consecutivas—, pero regresó para conseguir otros 31 triunfos entre 2005 y 2009, incluyendo seis grandes. Después de las seis victorias en 2009, surgió su problema de infidelidad, mismo que le costó una importante cantidad de patrocinios, pero también mantuvo su cabeza fuera de los fairways. Tras no acumular triunfos en los dos siguientes años, aunando a sus problemas personales los de un estado físico urgido de reparaciones, el exalumno de Stanford obtuvo tres primeros lugares en 2012 y cinco más al año siguiente.

No ganó en 2014 y, hasta antes de su enésimo retiro, en septiembre del año pasado, tampoco tuvo algo para añadir a su glorioso currículo.

En el tiempo que su desempeño en los campos de golf descendió dramáticamente, Eldrick Tont fue perdiendo posiciones en forma progresiva, hasta caer al número 257 del ranking mundial, al final de la pasada temporada. Al día de hoy, se ubica en el número 898. Por supuesto, no se necesita mucho para mejorar decenas de posiciones, pues con solo terminar este torneo avanzará cerca de 150 lugares y, de ganar, podría ascender cerca del sitio 125 del orbe.

Dicho lo anterior, esperar a que Tiger pueda ganar este torneo, sería como regresar tres años en el calendario o, mejor aún ocho, para colocarlo en 2008, año de su 14º y último grande, el U. S. Open, torneo que, por cierto, ganó con una rodilla prácticamente destrozada, y antecedió a una segunda cirugía de rodilla en ese mismo año.

Me encantaría tener las armas para comparar al mejor Tiger con los líderes de ahora, quienes eran niños cuando este inmortal ya era el mejor del planeta. A los 40 años, en este bendito deporte, se puede ser todo menos viejo y, en cambio, la mezcla de fuerza con experiencia, hace de quienes pertenecen a esta generación, jugadores increíblemente competitivos.

¿Se imaginan a Tiger Woods peleando por su sexto Masters, como lo hiciera el inmortal Jack Nicklaus en 1986, a los 46 años de edad? ¿Y qué tal si entre sus adversarios estuvieran quienes hoy ocupan las posiciones de privilegio en la clasificación mundial? Parecería imposible imaginar una mejor temporada de golf.

El lunes próximo obtendremos importantes respuestas, y sí, me encantaría volver a tener razones para escribir sobre Tiger Woods.

fdebuen@par7.mx