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¿Están las golfistas a la altura de IGPM?

Fernando de Buen


Margarita Ramos

No puedo negar que iniciar este artículo me ha costado más trabajo del necesario, debido a que no encuentro la forma de tratar un tema de toral importancia, sin provocar molestias e incomodidad en personas a las que estimo. Sin embargo, al comparar el esfuerzo de una extraordinaria asociación como Impulsando al Golf Profesional Mexicano (IGPM), con los resultados de las golfistas a las que patrocina, parecería que la considerable inversión que conlleva este apoyo, no ha brindado los resultados esperados.

Veamos primero el estatus de las mexicanas en el Symetra Tour —gira de ascenso del LPGA Tour—, donde militan la mayoría de quienes se benefician con la aportación de la institución fundada por Marina Villasana y Rosalba Papacostas.

La mejor de ellas, Margarita Ramos, terminó en lugar 76 en la temporada; Liliana Álvarez en 81 y Sandra Angulo en 122. También participaron Paola Pavón y Marijosse Navarro, pero tuvieron pocas actuaciones.

Lugar 76. Margarita, quien ganó US$11,229 en el año, debió sextuplicar (y un poco más) sus ingresos para conseguir una de las 10 tarjetas que otorga el circuito para la Gira grande. La taiwanesa Peiyun Chen, quien obtuvo la última de dichas credenciales por su décimo lugar, ganó poco más de US$72,000, a través de conseguir nueve top-10 y una victoria. Las participaciones de Margarita, Liliana y Sandra suman 50 torneos en el mismo lapso y no registraron ningún top-10.

De todas las mexicanas, solo Gabriela López ha demostrado que tiene madera para permanecer por muchos años en el LPGA Tour. Alejandra Llaneza, quien tuvo una destacada actuación del año pasado en el Symetra Tour, jugó este año en el circuito grande y, lo más probable es que pierda su tarjeta y solo podría recuperarla a través de la Q-School.

La pregunta es indispensable: ¿Se está invirtiendo bien todo ese dinero?

Liliana jugó su novena temporada y cuenta con tres top-10 en su carrera; Margarita ingresó en 2013 y acumula cuatro; en cinco años, Sandra no ha conseguido ninguno. Siete top-10 en 18 temporadas acumuladas. Con el respeto y cariño que me merecen estas niñas encantadoras, no son resultados que ameriten apoyo alguno.

Al ver los deplorables números, parece obvio que una gran parte de este pastel se está desperdiciando en quimeras y vanas esperanzas de éxito. El equipo de IGPM debe ponerle un precio más alto a su apoyo, y dejar que las golfistas demuestren con resultados que lo ameritan.

¿Cómo? Se me ocurre lo siguiente: las jugadoras interesadas en recibir el patrocinio de la institución, deberán jugar un año profesionalmente, valiéndose de sus propios medios y, dependiendo del sitio que ocupen al final de la temporada, IGPM determinará el monto con el que las apoyará subsecuentemente.

Es de imaginar que, si la loable institución actuara de esa forma, quedarían fondos disponibles para otros rubros. ¿Cuáles? En lugar de invertir casi inútilmente en traslados a torneos y el pago de caddies, mejor patrocinar parte de la estancia de jugadoras con potencial en una academia donde puedan convertirse en verdaderas atletas de alto rendimiento, o darse cuenta que el golf profesional de competencia no es lo suyo. Sería estupendo que encontraran acomodo en algún club o escuela especializada y convirtieran su pasión por competir en el incomparable amor por la enseñanza.

El objetivo principalísimo de IGPM es llevar a golfistas al LPGA Tour. ¿Está utilizando el mejor método posible? Respetuosamente, no lo creo.

Concluyo enviándoles un abrazo cariñoso a Rosalba y Marina. Su trabajo, esfuerzo y cariño por apoyar al golf profesional mexicano, está más allá de cualquier resultado.

fdebuen@par7.mx