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Dos asesinos del golf

Fernando de Buen




Este es un mundo lleno de cambios. Cambia el clima, cambia la economía, cambia la tecnología y, en general, todo aquello que es propenso a transformaciones, sin duda, las sufre. El golf no es la excepción, pero lejos de ser testigos de un avance en lo que representa el deporte para la humanidad, la tendencia actual es, definitivamente, a la baja.

La pregunta ha estado en mi mente desde hace ya muchos meses: ¿qué o quién está matando el golf? Existen varios factores que inciden en esta crisis, pero yo me basaría en dos: la economía y el reloj.

Me queda claro que cada país tiene sus propios agresores y que muchos coinciden en el aspecto regional. Sin embargo, esa afirmación parece obedecer únicamente al aspecto económico, pero este está muy lejos de ser el único responsable. Aun así, comencemos con ese tópico.

La economía global
No quisiera ser reiterativo, porque es un tema que he tratado ya en ocasiones anteriores en estas editoriales, pero es indiscutible que en México la economía le está pegando con tubo a los clubes privados de golf. Crisis laborales, falta de dinero circulante, impuestos, reducción de la facturación en las empresas de los socios o freno al desarrollo, son solo algunas de las causas que han provocado, desde hace ya varios años, un progresivo abandono de las membresías o la venta devaluada de acciones de clubes. Si a esto le añadimos que muchos de los productos relacionados con el deporte son de importación, y que la devaluación camina muy por encima de la inflación, la cosa se pone aún peor. En la actualidad, una importante mayoría de los clubes de golf en México, se sostiene con la aportación de dos terceras partes de la membresía que los sostenía cinco o seis años atrás. A este ritmo, los clubes terminarán siendo multifamiliares de lujo.

Ahora bien, en el aspecto internacional y en particular, los Estados Unidos, las cosas no parecen muy diferentes. En un artículo publicado por Bloomberg en mayo de 2014, se menciona que 400 mil jugadores abandonaron el deporte en 2013. Resulta interesante que, de acuerdo con el estudio de la National Golf Foundation, mientras que en dicho año 260 mil mujeres se iniciaron en el golf, 650 hombres mil renunciaron a él.

Las tiendas especializadas van de mal en peor. La división de golf de Dick’s Sporting Goods, Golf Galaxy, que perdió más del 10% en 2014, reportó en el cuarto trimestre de 2015 una caída del 5.8% en ventas.

Más allá de las crisis por abandono del deporte, existe la sensación de que los fabricantes de palos y pelotas de golf imaginaron que trataban con la gallina de los huevos de oro, pues si bien hace no mucho tiempo nos presentaban un nuevo modelo por año que hacía valer la pena su adquisición —por las obvias mejoras— en fechas recientes surgían novedades cada tres o cuatro meses, volviendo obsoletos —al menos en el papel— aquéllos que compramos hace menos de medio año. En consecuencia, los consumidores se sintieron traicionados por las marcas a las que han sido leales por mucho tiempo, y éstas, como consecuencia, ya no desplazan ni remotamente los inventarios de antaño.

Marcas como Nike, que otrora apoyaban el golf con decenas de millones de dólares, hoy se hacen a un lado y deciden abandonar la división de equipos, bolsas y pelotas de golf, manteniendo únicamente la de ropa. De todo el conglomerado de productos del consorcio, fue la que tuvo el peor resultado. El gigante alemán Adidas, que adquirió TaylorMade hace algunos años, puso ya a la venta la marca, a pesar de que el segundo trimestre les brindó resultados positivos.

La duración del golf
El tiempo de juego parece ser otro de los factores que están afectando al golf. Para nadie es un misterio que una ronda de 18 hoyos —con el preludio de la práctica, el intermedio del desayuno y el epílogo de las copas en el hoyo 19— puede llevarse entre cinco y siete horas, lo que puede resultar contraproducente en la armonía familiar.

Si bien en México llevamos esa deliciosa tradición, con nuestros vecinos del norte la tendencia es la opuesta; correr al campo, jugar 18 hoyos en carrito y correr a casa de regreso.

Ya hemos platicado en alguna ocasión de las soluciones que se han propuesto para recortar la duración de una ronda, como la de Jack Nicklaus, consistente en construir campos de 12 hoyos, o las de otros, que buscan ensanchar los hoyos varias pulgadas, para facilitar el juego sobre el green.

Lo importante es que existe la preocupación, porque está claro que la humanidad parece ya no tener tiempo para jugar al golf como lo hacía antes.

Conclusión
No hay tal. De la economía, necesitamos un milagro. De la duración de la ronda, convencer a la familia de que se vaya al Club y comer juntos, que ellos salgan también a jugar o, de plano, jugar nueve hoyos con el riesgo de que el mandil se nos atore en el swing.

fdebuen@par7.mx