Una sucesión de eventos que solo pueden ser responsabilidad de los bromistas dioses del golf, dio lugar a un sorprendente triunfo del inglés Danny Willett en el Masters, quien recibió el blazer verde de quien parecía el seguro campeón del torneo, el joven Jordan Spieth.
El Torneo de Maestros lo tuvo todo. Los integrantes del Olimpo golfístico se reunieron desde temprano en Augusta National, compartieron seguramente una o más cervezas y decidieron que la conclusión de este torneo sería la más entretenida de los últimos años. No les falló.
Al principio estaban con Jordan.
Desde los primeros golpes de la ronda dominical, era evidente que los dioses deseaban a toda costa, que hubiera un nuevo bicampeón, hazaña que solo habían logrado tres jugadores, Jack Nicklaus (1965-66), Sir Nick Faldo (1989-90) y Tiger Woods (2001-02).
Manejaron las cosas a su antojo y salvaron a su favorito de una crisis en el par 3 del hoyo 4, rebotando su bola en algún árbol para evitar que se metiera en una infranqueable selva —consiguió un gran par—, o en el hoyo siguiente, donde el muro de una grada lo salvó de un problema mucho mayor, aunque terminó haciendo bogey.
Después, Jordan tuvo cuatro birdies consecutivos a partir del hoyo 6, alcanzando 7 bajo par y tomando una ventaja que parecía definitiva.
Quizá fue allí donde alguno de los dioses, probablemente de origen británico le sugirió a sus pares que le dieran la oportunidad a Willett. El inglés de 28 años estuvo punto de renunciar al torneo, acaba de ser papá y hacía muchos años en jugador del continente europeo no ganaba en Augusta. Los demás asintieron y, desde allí, todo cambió para los dos protagonistas.
El inglés Willet no pensaba jugar el torneo, porque supuestamente su hijo nacería el día de la final; sin embargo, se adelantó al 30 de marzo, como diciéndole que en el futuro no lo responsabilizara por haberle impedido jugar el primer grande de 2016. Faltando seis hoyos tenía cinco de desventaja con respecto del líder Spieth.
Sin saber aún que las cosas se volcarían en su favor, Willett hizo lo que tenía que hacer. Tras dos birdies sin errores en los primeros nueve hoyos y pasar el Amen Corner con par en los tres hoyos, hizo birdies en el 13, 14 y 16, solo para enterarse que con 5 bajo par se había colocado en la punta del torneo, porque hoyos atrás el líder durante 65 hoyos, el texano Jordan Spieth —quien había salido del 10 y 11 con bogeys, terminó de sucumbir en el traicionero hoyo 12 —un aparentemente sencillo par 3 de 152 yardas— saliendo del mismo un cuádruple-bogey, tras visitar el agua en dos ocasiones. El mismo Amen Corner que mantuvo incólume a Danny Willett, destrozó las aspiraciones de Jordan Spieth. Como por arte de magia —dirían los dioses para mantener la secrecía de sus mañas— los cinco de ventaja del texano se convirtieron en una desventaja de dos ante el inglés.
Willett continuó en lo suyo y, a pesar de fallar el green en el hoyo 17, hizo un chip de recuperación impecable que le dejó la bola prácticamente dada para el par, y ya con tres de ventaja le hizo también par al 18, esperando que nadie lo alcanzara. Cerró con 67 golpes —los mismos con los que Nick Faldo ganó su último Masters, paradójicamente aprovechando la debacle de Greg Norman en 1996— para convertirse en el primer jugador europeo que gana el torneo en 17 años.
Sus rivales fueron cayendo uno a uno y, tanto su paisano Lee Westwood, como Dustin Johnson y el propio Spieth no pudieron alcanzarle. Con una clase extraordinaria y una madurez propia de un veterano, el texano de 22 años se sobrepuso a su debacle y le hizo birdie al hoyo 13 y logró uno más en el otro par 5, el 15, pero sus esperanzas terminaron al fallar un corto putt en el 16 para birdie y hacerle bogey al difícil 17. Terminó con 73 impactos y empató el segundo lugar con Lee Westwood (69).
El inesperado final le dio al torneo un sabor exquisito. Sin embargo, todo eso fue emoción, pero la diversión estuvo centrada en un punto específico del campo: el par 3 del hoyo 16, que el domingo se jugó desde 182 yardas. Yesde allí pudimos ver al menos un par de golpes que nos recordaron al de Tiger Woods en 2005, más tres hoyos en uno —cifra récord para una jornada—, del irlandés Shane Lowry, del veterano Davis Love III y el más extraño de la historia del torneo, por parte del sudafricano Louis Oosthuizen, cuya bola golpeó la de J. B Holmes a menos de un metro del hoyo, desviando su trayectoria, y regresando milagrosamente para terminar desapareciendo de la vista de todos.
Lo destacable
Ni el número 1 del mundo, Jason Day (73), ni el número 3 Rory McIlroy (71) cumplieron con las expectativas que de ellos se tenían en este torneo. Ambos empataron el 10º lugar con 1 sobre par. También decepcionó el favorito del PGA PGA Tour, de acuerdo con su sitio web, Rickie Fowler. Su primera entrega fue de 80 golpes y continuó con un 73 para despedirse con 9 sobre par.
El gran duelo del torneo resultó un fiasco. Tras la ronda del viernes, les correspondió jugar en el grupo de honor a Jordan Spieth y Rory McIlroy, presagiando una jornada histórica. El de Austin fue mucho mejor y firmó tarjeta de 73, mientras que el de Hollywood, Irlanda del Norte, entregó un cartón con 77 golpes, tras un recorrido donde estuvo fatal con el putter, mismo problema que se repitió el domingo.
Tres ingleses fueron sobresalientes el día de ayer. Aparte del campeón, brillaron el 69 de Lee Westwood —segundo lugar— y el 67 de Paul Casey, ascendiendo hasta la cuarta posición.
Triste, pero anecdótico resultó el hoyo inicial del torneo para Ernie Els, quien estando a menos de 1 m del hoyo para par, terminó haciendo seis putts para un horripilante 9.
Conclusión
Esperábamos grandes duelos que no se dieron, pero el torneo fue espectacular por decir lo menos. El viento volvió a recordarnos lo difícil que puede ser este campo, y lo inevitable que resulta el tener un desempeño extraordinario en todas las partes del juego para ganar. Una pena lo Jordan Spieth, pero admirable lo de Danny Willett.
El Masters 2016 pasará a la historia como un gran torneo. |
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