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El PGA Tour (y yo) versus Donald Trump

Fernando de Buen



El día de ayer concluyó el WGC-Cadillac Championship en el Doral Golf Resort de Miami, propiedad del multimillonario Donald Trump, casi seguro ganador de la votación para representar al Partido Republicano en las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Es probablemente el último torneo del PGA Tour que se juega en un campo de tan detestable personaje.

Meses atrás, el polémico magnate asestó declaraciones xenofóbicas en contra de latinos —especialmente mexicanos— chinos y musulmanes, insultándolos y ofreciendo que todos serían deportados de los Estados Unidos. A ninguna organización golfística del planeta le pareció adecuada tal postura y, poco a poco fueron retirando los campos de este multimillonario de los respectivos calendarios.

El primer campo vetado fue el de Turnberry, en Escocia, que adquirió Donald hace algunos años, con la esperanza de obtener la sede del Open británico en 2020. Por el momento, tal posibilidad ya está descartada.

Casi al mismo tiempo, la PGA of America decidió cancelar el Grand Slam de Golf, torneo que reúne a los ganadores de majors del año, y que se iba a llevar a cabo en octubre pasado en el Trump National Golf Club, en Los Angeles.

Si acaso el PGA Tour no canceló el WGC-Cadillac, fue porque se mantenía vigente el contrato con la marca automotriz, quien a su vez lo tenía comprometido con el copetudo payaso de cabellera rubia. Sin embargo, este año termina el convenio entre la gira y el patrocinador, y existe la provisión de que si renueva, el patrocinador puede cambiar de campo en cualquier momento. Ante las declaraciones de la organización golfística, se ve prácticamente imposible que General Motors pretenda continuar su torneo en el Monstruo Azul de Doral.

Este divorcio de la organización deportiva con el precandidato, se une a muchísimos otros que le han dado la espalda por su actitud discriminatoria.

Por supuesto, las tonterías de Trump no terminan en sus múltiples críticas a todo aquello que no sea perteneciente a la raza aria que tanto anhelaba Adolfo Hitler, sino que además ha formado una colección de estupideces que demuestran que si llegase a la presidencia, los Estados Unidos entrarían en una crisis sin precedentes en la historia.

De acuerdo con un estudio realizado por la periodista Dolia Estévez de Forbes.com, para llevar a cabo la deportación de 11.3 millones de inmigrantes ilegales, en un plazo de 18 a 24 meses —como promete el infumable personaje— sería necesario llevar a cabo entre 458 mil y 611 mil deportaciones por mes, un número mayor en 30 días al que la administración Obama ha deportado en un año. Lo más interesante de todo esto es el costo, pues se estima que llevar a cabo este proyecto, más el del reforzamiento de la frontera, importaría un costo que fluctuaría entre ¡400 mil y 600 mil millones de dólares! Esa expulsión masiva representaría un encogimiento de su fuerza laboral de un 6.4%. Como resultado de ello, la economía decrecería en 1600 billones de dólares (1.6 trillones según los de allá) en los próximos 20 años.

Ahora bien, con respecto al famoso muro que pretende erigir el republicano hiponeuronal, el costo sería de aproximadamente entre 15 mil y 25 mil millones de dólares, Pero de acuerdo con Donald, seríamos los mexicanos los que pagaríamos por él. ¿Cómo? Entre otros medios, a través de impuestos por la adquisición de productos mexicanos, que alcanzarían hasta el 35%. La consecuencia de una estupidez de este tamaño, sería la quiebra de muchísimas empresas estadounidenses que fabrican en México, la cancelación del TLC y la homologación de impuestos que el gobierno de México impondría a los productos yanquis, provocándoles una pérdida en exportaciones por arriba de los 200 mil millones de dólares anuales. No olvidemos que somos el segundo país consumidor de productos estadounidenses en el mundo, solo por debajo de Canadá. En pocas palabras, todos los planes de Donald Trump son inviables.

Pero eso parece no importarle a un inmenso sector de la población estadounidense, que víctimas de su propia ignorancia mantienen un enamoramiento incondicional por el insoportable nativo de Queens. Si bien el país ocupa el cuarto lugar mundial en porcentaje de ciudadanos con educación universitaria —cerca del 43%—, queda claro que el resto parece no ver más allá de la punta de su nariz, y pone en riesgo la viabilidad futura de la todavía más importante potencia del planeta, apoyando al mamotreto ultraderechista. La campaña de Trump solo se asemeja a las de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, cambiando un aparente socialismo por un fascismo recalcitrante. Sus declaraciones son comparables con las de Hitler, su conducta con las de Idi Amin o el libio Muamar el Gadafi; su inteligencia es similar o acaso menor que la del orangután con el que el presentador Bill Maher lo comparó, cuando analizó el color de su cabellera.

Aun así, ganará la candidatura republicana para las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América y, aunque se espera una reacción de la población pensante de dicho país para detener su paso, podría convertirse en el ser más poderoso del planeta en unos meses más. No olvidemos que esa misma sociedad reeligió a George W. Bush, cuando ya era uno de los peores presidentes que ha dado nuestro país vecino. Si los yanquis fueron capaces de aquello, podrían serlo también de esto.

Me alegra muchísimo que el golf organizado se haya divorciado de este despreciable individuo. Espero que los ciudadanos de Estados Unidos hagan lo propio.

fdebuen@par7.mx