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La Copa Ryder: mucho más que un simple trofeo

Fernando de Buen



Para los Estados Unidos, el golf reviste una importancia especial, pues es uno de los muy pocos deportes —acaso el único— que han dominado por más de un siglo, sin haberlo inventado,, como el béisbol, el basquetbol o el futbol americano. Siendo una potencia y contando históricamente con los mejores jugadores del mundo desde el segundo tercio del siglo pasado, el pueblo norteamericano no puede entender cómo un grupo de golfistas europeos los ha superado ampliamente en los últimos años, cuando en el papel casi nunca han sido favoritos.

Ello no solo contraviene a la lógica pragmática de nuestros vecinos, sino que además es opuesto al pensamiento individualista que impera en aquel país, que siempre parece no entender que un equipo sin individualidades suele ser superior a un grupo de individualidades tratando de hacer equipo.

Aquí vale la pena que viajáramos un poco al pasado.

El golf, tal como lo conocemos, nació en Escocia, hace ya más de 500 años. En Estados Unidos llegó a finales del siglo XIX, pero de inmediato se posicionó como uno de los deportes más populares en aquel país. Fue tal el éxito, que en menos de un par de décadas, los jugadores británicos dejaron de dominar la escena, para darle paso a los profesionales estadounidenses, que poco a poco les fueron comiendo el mandado. De aquellos memorables duelos prevalece la Copa Ryder, el torneo por equipos más emocionante del mundo.

Al principio eran encuentros entre Estados Unidos e Inglaterra, que comenzaron en 1927, estableciendo un calendario bienal, con sedes alternas. Tras dos victorias por bando en los primeros encuentros, a partir de 1935 inició un dominio abrumador por parte del equipo de barras y estrellas. En los siguientes 19 encuentros —hasta 1983— el equipo yanqui obtuvo 17 victorias, por una derrota y un empate, aún y cuando los ingleses comenzaron a apoyarse en los irlandeses a partir de 1953, y en toda Europa desde 1979. Sin embargo, desde la inclusión de los jugadores europeos hasta la fecha, el viejo continente ha ganado en 10 ocasiones por siete de sus adversarios y un empate.

Lo más alarmante es que seis de las últimas siete competencias han sido ganadas por los europeos y, al menos en cinco de las siete, no eran los favoritos.

Quienes han visto esta competición en las últimas dos décadas, han constatado la obvia diferencia en el comportamiento de cada equipo. Mientras los europeos han buscado siempre convivir entre ellos y sus acompañantes dentro y fuera del campo de golf, los de Estados Unidos han tendido siempre al aislamiento, si acaso conviviendo en grupos pequeños, pero nunca con el espíritu de la prevalencia del equipo. Si llegamos a verlos acompañando a sus coequiperos, es por una razón obvia: están prácticamente obligados a hacerlo.

¿Y cómo podría no ser esto, si todo el golf profesional en los Estados Unidos es individual?

Atrás quedaron los éxitos de aquel país en Juegos Olímpicos, cuando valiéndose de equipos amateurs lograron la medalla de oro en competencias tan trascendentes como el hockey sobre hielo o el basquetbol, venciendo a potencias del bloque socialista, con equipos prácticamente profesionales.

En el golf de la Copa Ryder la situación entre 1985 y 2010 ha sido la inversa; si bien todos son jugadores profesionales, ha quedado claro que quien se ha visto más débil en el papel, ha superado al fuerte gracias a un trabajo en equipo extremadamente efectivo, una preparación mental muy superior y una mística donde siempre se ha impuesto la bandera sobre la cartera.

Desde el ominoso escándalo de Phil Mickelson, atacando sin piedad al capitán Tom Watson en la conferencia de prensa en Gleneagles, Escocia, al término de la pasada Ryder, los directivos a cargo del equipo han buscado desesperadamente crear entre los potenciales jugadores una mística de conjunto, una mayor convivencia y un verdadero deseo de triunfo, con el fin de responderle satisfactoriamente a un público de millones que les exige darlo todo, para regresar el orgullo derrocado. En pocas palabras, tratan de emular a sus vencedores.

A pesar de una notoria superioridad en el ranking mundial, como ya hemos mencionado repetidamente en estos espacios, y de ser sede en septiembre de este año en Hazeltine, nuestros vecinos tendrán que hacer un esfuerzo enorme para contrarrestar la pasión europea.

La nueva generación de jugadores estadounidenses puede lograr el esperado cambio. Solo es cosa de que no se sientan superiores, a pesar de lo que digan las estadísticas.

fdebuen@par7.mx