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Catarsis: febrero, 2016

Fernando de Buen



La cabina de pilotos de un Boeing 787 Dreamliner, avión similar al que compró México para el uso del Presidente Peña.

Con dólares que llegan hasta los $20 y barriles de petróleo a precios irrisorios, no queda mucho horizonte por otear. Confieso que hace poco más de un año no veo noticieros por televisión, porque aparte de que no aportan nada, me indigna enterarme por las pautas comerciales, que la televisión abierta depende casi exclusivamente de presupuestos de comunicación social de los gobiernos y otros misteriosos rubros disfrazados de creativas formas.

Resulta evidente que, al menos en el caso de Televisa, Peña Nieto continúa pagando con altísimos intereses de la campaña con la que esta empresa lo llevó a la presidencia.

Permítanme darme una licencia y seguir escribiendo sobre política y descargar toda mi frustración en contra de nuestras indignantes autoridades locales y federales. Entre un presidente de la República que ya celebra la llegada de un avión que a precios actuales debe superar los 10,000 millones de pesos, y un jefe de gobierno que oficializa un reglamento de tránsito con absurdos límites de velocidad y prohibiciones, más multas cuyo monto bien podría en muy corto plazo financiar una larga campaña presidencial —no quiero pensar de quién—, todos en la elite política de México parecen felices por los tiempos actuales.

En palabras simples: el México de hoy es una mierda y los ciudadanos hemos permitido que ello suceda.

Mi propuesta: el voto educativo

Cómo me gustaría que en las próximas elecciones hubiera un voto diferenciado en función del nivel académico del elector. El voto de aquel que no hubiese superado el bachillerato valdría por una unidad electoral (un voto, pues), el que haya concluido la preparatoria o carrera técnica, dos, y el que tenga una licenciatura universitaria, tres. Algunos que han oído esta propuesta me tachan de antidemocrático, pero yo no lo veo así; todos tienen el derecho a votar y la preparación académica es todo menos contraria a la democracia.

Somos un país que ha mantenido la gratuidad en la educación y, si bien en muchas comunidades hay grandes dificultades de crecer en este rubro, quien se lo propone puede llegar hasta un grado universitario.

¿Bajo este sistema, además de Peña, habrían ganado Moreira, Montiel, Eruviel, Duarte, Herrera, Granier, Medina, Marín, el panista Padrés, el insufrible Cuau o Velasco, el benjamín del repugnante Verde? Lo veo difícil.

¿Si el voto académico funcionara, ¿ganaría el incendiario Peje? ¿Sería Beltrones un buen candidato a la presidencia? Con lo que le ha hecho a nuestra economía, ¿tendría Videgaray alguna oportunidad? ¿Mantendría el Congreso de la Unión el inmenso poder y nivel de gastos que ejerce, si no estuviera nadando en la piscina de la ignorancia y el conformismo?

Y bueno, haciendo uso de su afamada eficiencia, en solo tres años el PRI ya se adueñó del INE y comienza a imponer a sus incondicionales en la Suprema Corte de Justicia. Aplicando su política electoral, regresa el: «Si gano, gano; si pierdo, arrebato».

Tenemos un presidente que no funciona, un gabinete prácticamente inservible, cámaras de diputados y senadores (no dije ni senadoras ni diputadas, porque está implícito, de acuerdo con las reglas del idioma español, ¡ignorantes populistas!) que solo se ponen de acuerdo para asignarse más ingresos; gobernadores corruptos que endeudan estados para comprarse casas, terrenos o ropa, y líderes sindicales que rentan aviones para llevar a la perra de su hija (me refiero al can, aclaro) por Europa, o regalarle un Ferrari a su hijito.

Pero lo peor que tiene este país son, sin duda, sus partidos políticos. Ellos son la fuente de toda la corrupción y podredumbre de este país. Lo que el PRI sembró por años, ahora todos lo cosechan.

Lejos de tender a desaparecer, con este nuevo sexenio priista, la corrupción es ahora descarada y porta uniforme oficial, como en aquellas siete décadas fatídicas. Desafortunadamente, este cáncer se ha extendido y ya está metido hasta el tuétano en la iniciativa privada.

Una vergüenza.

Pero eso sí, viene el Papa Francisco y sin quererlo, le salva el pellejo a los políticos y televisoras. Un bálsamo para tranquilizar conciencias y darse tiempo para planear el siguiente golpe.

¿Qué sigue? Apechugar y alegrarnos por poder seguir a Gaby, Ale, Óscar, Rodo, Bobby, Esteban y los demás mexicanos que buscan poner en alto el nombre de México en el golf internacional. Gaby comenzó muy bien y le pronostico muy pronto su primer top-10. Al tiempo.

Queridos amigos: si llegaron hasta estas líneas, mi agradecimiento sincero. No es fácil leer tanta amargura, pero solo es un reflejo de nuestro México en 2016.

Ya me voy. Un abrazo a todos.

fdebuen@par7.mx