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Campeche Country Club, el complemento de una hermosa e histórica ciudad

Laura Zavala / Fernando de Buen



Una breve visita a Campeche, escasamente día y medio, resultó más que suficiente para volver a constatar su belleza y su encanto, pero insuficiente para disfrutar de todas sus maravillas, ahora adosadas con un increíble campo de golf: el Campestre Country Club (CCC).

El pasado sábado 28 de noviembre, con la presencia del Gobernador del Estado, Alejandro Moreno Cárdenas, y los socios que hicieron la cuantiosa inversión para hacer de este campo de golf una realidad —encabezados por el campechano Carlos Mouriño Terrazo—, fue inaugurado el campo El Delfín, del Campeche Country Club, un hermoso campo de 18 hoyos, diseñado por Greg Letsche, quien trabajó como diseñador sénior en las empresas de Pete Dye, Jack Nicklaus y Ernie Els. Su trabajo en el CCC ha dado estupendos resultados, con un campo que combina con gran inteligencia el grado de dificultad, su total integración con la topografía y la belleza del entorno. Si pudiéramos definirlo en una sola palabra, esta sería: sorpresivo.

Letsche aprovechó la gran visión de los propietarios —quienes adquirieron una vasta propiedad de 300 hectáreas para crear un impresionante desarrollo inmobiliario
De su diseño, el propio Greg nos dice: «Lograr una ronda inolvidable es parte de la creación de este campo de golf. Debe ser un desafío donde los jugadores sean recompensados por sus buenos tiros y no ser demasiado castigados por aquellos que resulten mal; tener un ritmo de juego variado y lograr experiencias inolvidables donde se conjunten la destreza y la estética. En pocas palabras, el campo debe ser divertido para jugar.»

El campo —par 72 de hasta 7200 yardas— se desplaza entre un sinnúmero de ondulaciones, armónicas curvas, dramáticos cambios de nivel, una vegetación exuberante, dos lagos, una cascada y vistas que obligan a dejarlo todo por unos segundos de contemplación. Cuenta con una enorme área de práctica, embellecida por magníficos árboles. El pasto es Bermuda.

La ciudad de los baluartes
La capital del estado, fundada en 1540 bajo el nombre original de Villa de San Francisco de Campeche, es indudablemente uno de los puntos mágicos del país, cuyo Centro Histórico está rodeado por las históricas murallas y baluartes que fueron construidos a través de 2560 m, para protegerse de los innumerables ataques piratas que, por decenios, asolaron a la otrora pacífica villa. La obra inició en 1686 y terminó en 1704.

La Puerta de Mar
Años atrás colindante con el mar —el territorio le ha ganado espacio al Golfo de México— la Puerta de Mar es hoy el punto de partida de la Calle 59 —antes América—, el sitio indispensable de encuentro para pasar una grata tarde rodeado de restaurantes, bares y una nutrida vida social. Esta calle peatonal es una exhibición permanente de esculturas que rompen por la mitad la larga recta adoquinada. Desemboca en la Puerta de Tierra, otro importante punto histórico de esta ciudad.

Gastronomía
Campeche es una fuente inagotable de productos del mar, gracias a los cuales su gastronomía es una fiesta de frescura. Ejemplos deliciosos son los ostiones fritos, el pámpano empapelado con achiote y una pizca de cominos, el pan de cazón, calamares rellenos de camarón, manos de cangrejo, los papadzules rellenos de jaiba o los camarones al coco.

Edzná
Entre sus muchos espacios arqueológicos está Edzná, uno de los más impresionantes legados de la cultura maya, magníficamente conservado, a pesar de que parte del sitio arqueológico data del año 400 AC. Imposible no visitarlo.



Conclusiones
El Campeche Country Club complementa a la perfección a una ciudad amable, bella, original, histórica y gastronómicamente deliciosa.

No nos cabe duda que con los años se consolidará como uno de los polos turísticos más atractivos del sureste mexicano.

El negro en el arroz
Sin menospreciar la extraordinaria atención que recibimos por parte de la Secretaría de Turismo del Estado, no podemos dejar pasar la falta de tacto que tuvieron quienes programaron el viaje de los representantes de la prensa que asistimos a cubrir el evento, al asignarnos un vuelo de regreso a las 6 a.m. —con reunión en el lobby del hotel a las 4:30—, cuando las actividades de la noche anterior, terminaron cerca de las 11 de la noche. Por si fuera poco, el código de reservación era grupal, lo que impedía hacer un check-in por adelantado. No se vale.

fdebuen@par7.mx