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Una Presidents Cup para el recuerdo

Fernando de Buen


La mejor pareja del torneo: Louis Oosthuizen y Branden Grace


Si bien los torneos de grand slam son fascinantes, por la oportunidad de ver a los mejores golfistas del mundo jugando en campos preparados con un máximo grado de dificultad, los campeonatos de match play me resultan mucho más interesantes y atractivos, ya que el factor humano se vuelve determinante para definir el resultado.

La tarde del domingo en Corea —madrugada en la Ciudad de México—, concluyó la decimoprimera edición de la Presidents Cup, torneo bienal donde se enfrentan la selección de los Estados Unidos contra un combinado del resto del mundo, con excepción de Europa, es el complemento perfecto de la Copa Ryder. La única diferencia con respecto a la Ryder —que se celebra en años pares—, es que en este torneo se juegan 30 puntos en lugar de 28. Hasta hace dos años, se jugaba un total de 34 partidos, pero se resolvió esta reducción, con el fin de darles una mayor oportunidad a los internacionales.

Se habrían podido esperar muchas cosas de estos encuentros, menos que hubiera sido un torneo reñido. Con la manifiesta superioridad de los estadounidenses sobre los del resto del mundo en el ranking mundial, no era lógico pensar que habría de ser un torneo que se decidió hasta el último putt del partido final, donde Bill Haas —hijo del capitán estadounidense Jay y con estricta justicia, uno de los dos seleccionados para completar la docena— venció al héroe local, el coreano Sangmoon Bae. El marcador acumulado favoreció a nuestros vecinos del norte por 15½ a 14 ½ puntos, un resultado que refleja fielmente lo disputado que estuvo el campeonato, celebrado en el campo Jack Nicklaus Golf Club Korea, en la ciudad de Incheon.

Por una parte, el triunfo de los norteamericanos fue —reitero— la confirmación de su condición de grandes favoritos; sin embargo, el marcador no lo fue. Si bien los anfitriones tuvieron a grandes estrellas como Jason Day, Adam Scott, Louis Oosthuizen o el japonés Hideki Matsuyama, los visitantes contaron con 12 jugadores ubicados entre los 30 mejores del mundo.

Indudablemente, la experiencia en este tipo de torneos es también un factor de consideración y, mientras los internacionales presentaron a cinco novatos, los de Estados Unidos tuvieron a cuatro, pero tres de ellos ya habían jugado antes la Ryder. En pocas palabras, otra pesa en el plato de su balanza.

Para acabarla de amolar, el máximo exponente de los Internacionales falló estrepitosamente. De cinco puntos posibles, el australiano Jason Day no ganó un solo partido y apenas consiguió dos empates. Incluso perdió el individual en contra del veterano Zach Johnson.

En cambio, Oosthuizen y Branden Grace fueron lo mejor del torneo. Estos sudafricanos jugaron juntos los cuatro partidos de parejas, ganándolos todos, mientras que en el individual Oosthuizen consiguió un empate contra Patrick Reed, mientras que Grace ganó su match contra Matt Kuchar, convirtiéndose en el quinto competidor de la historia que sale victorioso en sus cinco encuentros. Por parte de los ganadores, destacó el zurdo Phil Mickelson, máximo participante de esta justa, con 10 torneos y 50 partidos, quien jugó cuatro matches, ganando tres y empatando uno. También Bill Haas justificó la elección de su padre —por ser el 11º en la lista—, ganando el partido definitivo, contra un Sangmoon Bae que consiguió dos victorias y un empate en sus primeros tres partidos, con el total apoyo del público local.

Lo único negativo de esta edición —y espero que no suene como un comentario parcial de favoritismo deportivo— fue el triunfo de los Estados Unidos. Ya son nueve victorias, por una sola derrota y un empate, prueba irrefutable de un dominio abrumador que en nada ayuda a fomentar la competencia. Ya sucedió en los años setenta, cuando por sugerencia de Jack Nicklaus, el combinado de Gran Bretaña e Irlanda se extendió a Europa continental en la Copa Ryder, con el fin de contrarrestar los permanentes triunfos norteamericanos. Los Internacionales abarcan al resto del mundo no europeo y, por tanto, no pueden extenderse más, no al menos mientras no aparezcan extraterrestres golfistas en algún recóndito paraje del universo.

Europa está pasando por una racha virtuosa en la Ryder, pero ni siquiera los siete triunfos en las últimas ocho ediciones, han sido suficientes para igualar los de las barras y estrellas. Afortunadamente, cada edición de este torneo nos presenta a dos equipos sumamente equilibrados, y casi resulta imposible pronosticar al ganador.

Por esa razón y ninguna otra, era importante que los internacionales ganaran en Corea. De esa forma, la próxima edición estaría cargada de una emoción casi sin precedentes en estos encuentros. No fue así, pero el evento fue emocionante y reñido hasta el último instante.
Ya iniciamos la cuenta regresiva para el próximo encuentro en el campo Liberty National, en Nueva Jersey, en 2017.

Ojalá hubiera más torneos como éstos.

fdebuen@par7.mx