La celebración no se hizo esperar. El silbatazo final llegó y surgieron los gritos, abrazos y el incomparable orgullo de ser parte del equipo campeón. Miguel Herrera tenía que cumplir con ganarle al súper trabuco de Jamaica (creo que está entre los cinco mejores del mundo) y el Tri gana bien, Guardado hace un portento de gol y Televisa pone a todos sus jilgueros a pedir que el Piojo Herrera —ese extraordinario ser humano que sueña con ser diputado o senador del partido verde (sí, en minúsculas)— mantenga su puesto como director técnico de la selección mexicana.
Atrás quedaron los miserables partidos de los exverdes, sus resonados fracasos, su inutilidad manifiesta y, por sobre todas las cosas, las dos victorias obtenidas por cortesía de los árbitros, los peores del mundo bajo el mando de la organización futbolística más corrupta del mundo: la CONCACAF.
Árbitros malos, directivos corruptos, México llega a la final, primero gracias a un inventado penalti marcado a Oribe Peralta, que deja fuera a Costa Rica; después la inexistente mano que un otrora respetable árbitro gringo marcó, para que México empatara a un estoico Panamá, que estaba jugando con 10 hombres, por otra cortesía del juez local a los mexicanos.
¿Y el fair play? Ese no cuenta, porque Robben fue un tramposo, y si alguien me hace trampa, entonces yo también puedo hacerla. Por meses nos desgarramos las vestiduras por la actitud antideportiva del holandés, los memes corrieron por miles, nuestro papel de víctimas llegó a niveles de éxtasis y lloramos comunalmente en el hombro del vecino, preguntándonos hasta la saciedad por qué el técnico contrario no ordenó que se fallara el penalti.
Hoy, nada queda de eso.
¡Gracias, Holanda y gracias Arjen Robben! Gracias a ustedes el Piojo y su pandilla, más los merolicos de Televisa justifican la estupidez y/o corrupción arbitral y se congratulan de que Andrés Guardado buscara y obtuviera el gol del empate como antesala de un triunfo seguro. En agradecimiento al impecable ejemplo de la naranja mecánica, México debería cambiar por unas horas el rojo de nuestro lábaro patrio por el hermoso naranja de su bandera y sembrar el Paseo de la Reforma con tulipanes. Que nunca más veamos el #NOERAPENAL.
Cuántos niños recibieron la lección perfecta de este país tan lleno del PRI. El papá se fue al Ángel a celebrar y, frente al monumento a nuestros héroes patrios, infló el pecho, se colocó en cuclillas frente a su pequeño hijo y le dijo con el rostro sereno, mientras lo miraba a los ojos con un dejo de ternura: «Así fue, m’ijo, llegamos a la final gracias a los errores arbitrales de los pasados dos partidos, pero escucha bien y aprende: si un árbitro la riega en tu favor, tú hazte güey; si ves que al señor que camina frente a ti se le cae la cartera y no se da cuenta, llévatela, que Diosito la puso allí por algo; si te asaltan, asalta tú o roba, pero no te avoraces, pues no importa quién te la hizo, sino quién te la ha de pagar y nada más. Solo así llegarás lejos; quién quita y hasta terminas siendo diputado. Recuerda siempre que el que no tranza, no avanza».
Los jugadores no tienen la culpa
Ese es el enorme ejemplo que nuestros niños han recibido de sus apasionados padres en tantos y tantos hogares mexicanos, y pregonado por los conductores deportivos del Canal de las Estrellas y su rémora deportiva TDN. «Los jugadores no tienen la culpa», dijeron hasta el cansancio y por ello justifican que, aun sabiendo que fue un error, Guardado actuó correctamente llevando la injusticia al extremo de la deshonestidad.
Lo que importa es que ganamos la mundialmente competitiva Copa de Oro. México es de nuevo una potencia futbolera y el Piojo debería recibir la medalla Belisario Domínguez.
Un buen amigo escribió en Facebook horas antes del juego: «Voy México como sea. En la Copa no dice cómo, solo quién». No puedo estar más en desacuerdo con él y estoy seguro que leerá esto, pero somos amigos y entre amigos el respeto está por encima de todo. Y sí, aborrecí el triunfo de México, pero aborrecí mucho más la vulgar celebración del pueblo y los hijastros de la incomparable Laura Bozzo.
Para cerrar con broche de oro, este tuit:
Enrique Peña Nieto @EPN
«México es campeón de la Copa de Oro. ¡Felicidades, @miseleccionmx! #YaSon7»
Sin comentarios.
De última hora
Ahora resulta que el Piojito golpeó en el cuello a Christian Martinoli, comentarista de TV Azteca en el aeropuerto de Filadelfia, mientras que su hija abofeteó a Luis García, también de TV Azteca, por tratar de separarlos.
¿Ustedes dudarían que Miguel fuera capaz de algo así? Yo tampoco.
¿Y qué tiene que ver el golf?
Afortunadamente nada, pero quise imaginar el tipo de reglas de golf que aplicarían quienes celebraron con orgullo este campeonato. ¿Apostarían contra ellos? Yo, definitivamente no.
Afortunadamente, en nuestro deporte todavía sobran quienes anteponen la honestidad sobre la victoria a costa de lo que sea, y no están interesados en recibir trofeos con las manos sucias. Desafortunadamente, no son todos.
Mientras más veo futbol, más amo al golf.
fdebuen@par7.mx |
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