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Un Open Championship como deberían serlo todos

Fernando de Buen




El escenario no pudo ser mejor: el Viejo Campo de St Andrews, un clima con lluvia y viento que puso prueba la capacidad y paciencia de todos los jugadores, la despedida de dos grandes campeones, un desempate con tres contendientes, un serio aspirante al grand slam que se quedó a un golpe del playoff, un amateur que llegó como líder a la ronda final y, finalmente, un digno campeón: Zach Johnson.

Por 29ª ocasión, la cuna del golf fue sede del torneo más antiguo del mundo, The Open Championship, que habiendo nacido en 1860 en Prestwick, celebró su edición 144, regalándonos un torneo brillante, emocionante de principio a fin y pletórico de destellos que ya forman parte de la historia.

Esta vez no hubo benevolencia de parte de los dioses del golf. En vez de cálidos climas y suaves brisas en la región de Fife, la lluvia —durante casi todo el torneo— y un viento que imposibilitó el desarrollo del mismo durante casi toda la jornada del sábado, fueron los protagonistas del campeonato.

La noticia decepcionante, anterior al inicio del Open, fue el retiro de Rory McIlroy, el mejor golfista de la actualidad, quien no pudo defender su título debido a una lesión en el tobillo izquierdo. Sin embargo, para ser honestos, prácticamente nadie recordó al norirlandés, ante las grandes emociones que nos regaló el torneo durante los cinco días que duró.

Tras una primera jornada relativamente tranquila, el viernes, cerca de las 10 de la noche —hora local, 4 de la tarde, hora de México—, vimos cruzar por última vez al más grande campeón vivo de este campeonato, Tom Watson, cruzar como participante el Swilcan Bridge (puente de piedra en el hoyo 18 construido hace aproximadamente 700 años) por última vez. Watson se lleva nuestro mejor recuerdo, con cada una de las cinco victorias conseguidas (1975, 77, 80, 82 y 83), más la que estuvo a punto de conseguir en 2009, muy cerca de cumplir los 60 años de edad. El público escocés —el mejor del mundo— le rindió una muy merecida ovación. Poco antes que él, el inglés tres veces campeón, Sir Nick Faldo (1987, 90 y 92) hizo lo propio, también rodeado de una sonoro aplauso.

Ante la imposibilidad de concluir la segunda ronda el mismo viernes, debido a la oscuridad, se pospuso para el sábado, pero ahora fue el viento, que movía bolas en reposo, el que impidió el desarrollo del recorrido. Fue hasta las 6 de la tarde cuando se reinició la competencia, lo que provocó la decisión del Comité de jugar el domingo la tercera ronda y hasta el lunes la final.

La inmensa sorpresa tras los 54 hoyos fue ver al amateur irlandés Paul Dunne compartiendo el liderato con el australiano Jason Day y el sudafricano Louis Oosthuizen, en 12 bajo par. De haber ganado se habría convertido en el primer campeón amateur desde Bobby Jones, en 1930.

Apenas con un golpe más estaba colocado en cuarto lugar Jordan Spieth, quien buscaba obtener su tercer major del año, para convertirse en el primer jugador de la historia en ganar los cuatro grandes de la era moderna. Era imposible descartarlo.

Tanto el australiano Marc Leishman como Zach Johnson —coprotagonistas junto con Oosthuizen del desempate— compartían el sexto lugar con 9 bajo par.

El amateur Dunne no resistió la presión y desapareció muy pronto del tablero de líderes. En cambio, un grupo de siete jugadores estuvo por mucho tiempo compartiendo el liderato o a un golpe del mismo, entre ellos otro amateur, el estadunidense Jordan Niebrugge, quien concluyó en sexto lugar y fue reconocido con la medalla de plata. Resultaba imposible pronosticar al ganador.

Los nombres fueron cayendo del tablero y grandes estrellas como Sergio García, Adam Scott o Justin Rose se fueron quedando atrás. Gracias a un birdie monumental en el hoyo final, Zach Johnson había llegado a 15 bajo par y esperaba ansiosamente en la casa club. Un sorprendente Marc Leishman acumulaba siete birdies en los primeros 12 hoyos, llegando a –16, pero devolvió un golpe en el 16, concluyendo también con 15 abajo.

Aún en el campo estaban Spieth y Day buscando un boleto a la inmortalidad. Jordan alcanzó los 15 bajo par con un gran birdie en el 16, pero devolvió el golpe en el fatídico 17, el inclemente Road Hole, al que muchos consideran el más difícil par 4 del mundo. Ambos le hicieron par al 18 y perdieron la oportunidad por la mínima diferencia.

Quien sí la aprovechó fue el campeón de 2010 de este torneo, en este mismo campo, Oosthuizen, quien cerró con birdie para acceder al desempate.

El playoff a cuatro hoyos dejó rápidamente a Leishman fuera de combate, pues mientras sus adversarios hicieron birdie en el hoyo 1, él debió conformarse con bogey. En el segundo —hoyo 2— Johnson tomó ventaja con otro birdie, contra par de sus contrarios; regresaron al 17, donde Louis pudo recuperar el golpe de desventaja ante el bogey de Johnson, pero falló un putt de 5 pies y también hizo bogey. Ninguno pudo descontar en el 18 y se decretó la victoria del estadounidense, reconocido como uno de los mejores jugadores de hierros en el mundo.

Al final, McIlroy puede respirar por un tiempo, porque Jordan no logró desplazarlo en el ranking mundial, y la historia dejará una página en blanco, porque este texano sorprendente no pudo completar el grand slam contemporáneo.

Tras 72 hoyos de una lucha sin cuartel ante este anciano campo y los celosos elementos climáticos que o acompañaron, nos queda claro de nuevo que ningún torneo se compara con este Open Championship.

Por algo, los más grandes jugadores de la historia siempre se despiden en St Andrews.

fdebuen@par7.mx