Hoyo 18 de Chambers Bay. El 17 —doble-bogey— alteró todos los planes para cerrar el torneo en forma conservadora. Con la valentía y la seguridad que le dan la juventud —21 años— y los recientes éxitos —campeón del Masters—, Jordan Spieth decide ir por todo, pues sabe que un golpe de ventaja se puede desvanecer en los hoyos finales del U. S. Open.
Tras un perfecto drive en el hoyo 72, el imponente par 5 de 601 yardas, se veía pequeño. La decisión del torneo estaba ante los ojos de 6 mil espectadores alrededor del hoyo y de cientos de millones alrededor del mundo; desde 284 yardas, Jordan ejecuta un incomparable golpe con su madera 3, la bola llega cómodamente al green, se pasa de la bandera, aprovecha una pequeña loma hacia el final de la superficie y regresa, dejando un putt de aproximadamente 5 metros. Él sabía que con el águila el triunfo estaba prácticamente sus manos, pero golpeó un poco hacia la izquierda y debió conformarse con el birdie y un acumulado de 5 bajo par.
Por supuesto, lo intranquilizaba el hecho de que detrás de él lo acechaba uno de los más largos pegadores del Tour, Dustin Johnson, quien había hecho birdie en el hoyo 17, y sin duda llegaría al green del 18 de dos golpes, con extrema facilidad.
Así fue, y Dustin colocó su segundo a 12 pies del hoyo; el águila le daría el triunfo, el birdie el empate y forzar la definición a 18 hoyos al día siguiente.
Era el golpe más importante de su vida.
Tras un exhaustivo análisis, ejecutó su primer putt y la bola, algo desviada hacia la izquierda, se negó a frenar a la altura del hoyo y se pasó cerca de 1 metro. La victoria ya se había esfumado y esa distancia le abrió la puerta a una última posibilidad.
Desafortunadamente para él, en el torneo más exigente del mundo, una distancia que parece mero trámite en cualquier otro evento —aunque sea para ganar más de 1 millón de dólares— en los cuatro grandes las manos tiemblan, el corazón se acelera, la mente duda y la ejecución tiende a traicionar. La bola de Dustin salió hacia el lado izquierdo del hoyo, coqueteó un poco con él, pero se negó a entrar.
Ante las circunstancias de los últimos minutos, Jordan había sentido que el torneo se le había ido de las manos y, con un poco de suerte rescataría la posibilidad de desempatar. Los dioses del golf fueron pródigos con el joven texano y, más allá de su memorable actuación, terminó ganando el campeonato por intermediación de un adversario.
Debacles como la de Dustin Johnson en torneos grandes, se han dado por racimos y los más grandes exponentes del golf en la historia han perdido la oportunidad uno de estos torneos por uno o más errores increíbles, en los hoyos finales. En esto no hay excepción; a todos les ha pasado. Los finales anticlimáticos son más comunes de lo que se podría pensar; en un buen porcentaje son más recordados por el error de quien cedió el triunfo, que por el acierto de quien lo aprovechó.
Jordan Spieth es un prodigio del golf. Ya lo había yo comentado en estas líneas hace algunas semanas: el mejor golfista estadounidense desde Tiger Woods. Nació con facultades extraordinarias, viendo a Tiger como el ejemplo a seguir y la convicción de que la práctica y el trabajo lo podían llevar a donde ahora se encuentra. Como el número 2 del mundo y dos majors en sus alforjas, solo le queda una misión: superar a Rory McIlroy como el mejor del planeta.
Esta rivalidad podría pasar a la historia como una de las más interesantes del golf. Aunque el norirlandés es poco más de cuatro años mayor que él, se les puede considerar como contemporáneos. El ingrediente que mejor sazona a este duelo, es el hecho de que uno es europeo y el otro estadounidense.
Y Dustin, el mismo que unos años atrás dejó ir el PGA Championship por un descuido que le provocó un castigo, hoy fue vencido por la inmensidad de este longevo torneo, y seguirá a la espera de su primera victoria en torneos de grand slam. De lo que no queda ninguna duda, es que ésta llegará tarde o temprano, y como suele suceder en este deporte, el primer triunfo tira al mono de la espalda, y ya sin tanto lastre y el convencimiento de que se puede ganar, la segunda se encontrará mucho más fácil.
En unas semanas más iniciará en la cuna del golf —el Viejo Campo de St. Andrews— el Open Championship, el torneo más antiguo y prestigiado del mundo. Jordan ya ganó el Masters y el U. S. Open, dejando abierta la puerta a un probable grand slam. De ganar, solo le quedaría el PGA Championship para convertirse en el primer jugador en la historia en ganar estos cuatro torneos el mismo año.
La cuestión es que ni Rory, ni Dustin, ni Adam Scott —entre muchos otros— están pintados, y no le facilitarán el camino para lograrlo.
Para cerrar, solo se me ocurre una pregunta: ante lo emocionante de este año golfístico, ¿quién se acuerda de Tiger Woods?
fdebuen@par7.mx |
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