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La importancia de las redes sociales en el golf

Fernando de Buen





Es indudable que la tecnología nos ayuda a aprender cada día más acerca del golf o cualquier otro deporte. Los programas que miden la trayectoria, velocidad y distancia de un golpe, los que en tiempo real nos indican las estadísticas de cada jugador en un torneo, los que fueron diseñados para señalarnos hasta los más mínimos detalles de cada golpe de cada jugador en un torneo del PGA Tour, o las increíbles tomas en cámara lenta con un dispositivo que graba a mil cuadros por segundo o aún más rápido, nos permiten ver cosas que antes solo imaginábamos o deducíamos basándonos en los resultados.

Sin embargo, todos estos factores que hoy pueden ser analizados desde una computadora, tableta o smartphone, nos acercan al juego, pero no necesariamente a sus protagonistas.

Para eso están las redes sociales.

Antes del uso intensivo de esta forma de comunicación, a los grandes jugadores del Tour solo podríamos verlos en el campo de juego durante un torneo, en alguna revista, en entrevistas o en un comercial de televisión. Todos los comunicados que recibíamos de ellos, eran más el producto de una campaña de sus patrocinadores, que mensajes personales del ídolo a sus seguidores.

Con la llegada de las redes sociales, Facebook, Twitter o Instagram, entre otras, hemos podido conocer un lado más humano, más improvisado y más auténtico de estos protagonistas del golf internacional.

Antes, durante y después de cada torneo, llegan por decenas los mensajes —principalmente por Twitter— de unos jugadores a otros, de golfistas a sus seguidores o simples comentarios dirigidos al público en general. Por supuesto, no pueden faltar los promocionales, donde un jugador informa que ha estrenado un nuevo driver, un putter o cambió al nuevo modelo de su patrocinador de bolas de golf. Los anunciantes reconocen la fuerza de las redes sociales y las están explotando con recursos económicos otrora inimaginables. Para los medios como Par 7, tener una cuenta de Twitter que sigue a muchos de estos golfistas (síguenos en @ParSiete), se ha vuelto una fuente esencial de información, para mostrar a nuestros lectores el lado humano de sus ídolos.

Pero también ha resultado que este canal se ha convertido en el generador de un sinnúmero de polémicas, como la que le costó el puesto de presidente de la PGA de América a Ted Bishop, por insultar al inglés Ian Poulter a través de un tuit, llamándolo «niña chiquita», demostrando que también las redes sociales pueden resultar una forma de suicidio, cuando se usan en forma intempestiva, como producto de una reacción visceral.

Lo más importante bajo este sistema de comunicación, es que el seguidor puede, de hecho, entrar en el canal privado del ídolo y hacerle ver su punto de vista, saludarlo, felicitarlo o decirle que jugó muy feo. Con un poco de suerte, el golfista en ciernes puede responderle o dejar que uno de sus asistentes lo haga en su nombre. Imaginar algo así bajo cualquier otro sistema anterior a estos, era un sueño guajiro.

Hoy en día es casi inimaginable que un golfista profesional prestigiado no utilice Facebook o Twitter para estar presente entre sus seguidores. Uno de los pocos que no ha dado el paso —aunque sus patrocinadores lo han hecho en su nombre— es Phil Mickelson. Como consecuencia de ello, y no de sus recientes actuaciones— su nombre se desvanece progresivamente y, si no hace algo para remediarlo, perderá pronto a su nutrido ejército de seguidores. Prácticamente todos los grandes tienen una cuenta pública en redes sociales e insisto, los seguidores se sienten encantados de leer hasta el más intrascendente de sus mensajes.

Veamos unos ejemplos del alcance de una cuenta activa de Twitter: Jordan Spieth, con poco más de dos años en los reflectores, alcanza 383 mil seguidores; Esteban Toledo cuenta con 59 mil, unos cuantos más que Lorena Ochoa; el gran veterano Gary Player, quien siempre tiene un mensaje para el ganador de cualquier gira importante, acumula 199 mil; al flamante ganador del Players, Rickie Fowler, lo leen 938 mil fans; al doble-campeón del Masters, Bubba Watson, lo siguen 1.38 millones; Ian Poulter, uno de los más activos, suma 1.9 millones; Rory Mcilroy es seguido por 2.43 millones; ¿Tiger Woods? Nada más 4.46 millones de followers.

En algunos casos, estamos hablando de millones que voluntariamente decidieron seguir a su ídolo, sin necesidad de crear bots (robots cibernéticos que simulan a un usuario humano), de los que el gobierno mexicano cuenta con cientos de miles, en apoyo (virtual y fraudulento) a sus líderes. Si Phil no aprovecha esta coyuntura, de verdad está cometiendo un grave error y su manager debería hacerlo cambiar de opinión.

En fin, hoy no hay golfista importante que no cuente con un asesor en comunicación y esta parte en la actualidad de dos premisas básicas: la imagen que le vende el jugador a sus patrocinadores para efectos publicitarios, y la que muestra a sus fans a través de las redes sociales. Como están las cosas, ya podríamos aplicar la frase: Dime cuántos seguidores tienes y te diré quién eres.

fdebuen@par7.mx