| El día de ayer culminó en forma brillante el 57º Abierto  Mexicano de Golf, en un Campestre de Aguascalientes que lució sus mejores  galas, presentando un campo en perfecto estado, una envidiable casa club y  aportando su granito de arena para que la organización del torneo fuera  impecable. Los horarios se cumplieron al pie de la letra, hubo una cantidad  respetable de público y el gobernador del Estado estuvo presente en la entrega  de premios, junto con el presidente de la Federación  Mexicana de Golf (FMG).
 
 Aparentemente, el evento fue un éxito, pero tuvo un pequeño  inconveniente: prácticamente nadie se enteró de ello.
 
 Quiero aclarar que no asistí al certamen por compromisos  personales contraídos con anterioridad, pero cuento con un par de fuentes  fidedignas que estuvieron en la sede de principio a fin, y tuve la oportunidad  de comentar con ellos los pormenores del mismo.
 El punto clave de todo esto es la falta de comunicación. El  Comité organizador —la empresa Kaneda  Golf— organizó una sola conferencia de prensa y la celebró en el club sede  unos cuantos días antes del torneo. Exactamente como si fuera un torneo local  sin pretensiones.
 Conozco y admiro el profesionalismo de Alberto Kaneda y su  equipo, y por ello no logro entender las fallas de información en esta edición.
 
 Todavía el año pasado, en el Club de Golf Chapultepec, día  con día recibimos en la redacción de Par  7 los informes de prensa, con las respectivas fotografías de los líderes o  los notables. Este año no llegó ningún correo con las notas del torneo. No a  nosotros, por lo menos. Si el PGA Tour Latinoamérica —Gira a la que pertenece  el Abierto— era responsable de la comunicación, tampoco hicieron bien su  trabajo. No lo digo porque no nos hayan considerado en su base de datos, lo  digo porque no trascendió la información a los medios.
 
 Cuando atestiguo estos lapsos de silencio, no puedo evitar  pensar en el importante esfuerzo que promotores anteriores hicieron para  garantizar la correcta difusión del Abierto.  Francisco Lavat organizaba al menos dos conferencias de prensa en fecha previa  y una más en la sede correspondiente. Años después, bajo el control de la  promotora argentina de Fernando Horgan sucedía prácticamente lo mismo. Ambos  coincidían en que el torneo no significaba nada si no había una difusión  adecuada y los golfistas del país no se enteraban de lo sucedido. Como  resultado de este interés, cada día se generaban notas de prensa y los patrocinadores  se sentían conformes con su inversión. Debo señalar que las bolsas que se  ofrecían eran mucho más cuantiosas que las actuales.
 
 Lo que ambos promotores hacían, era garantizarle a los  patrocinadores que habría una correcta difusión del evento. Su éxito se basaba  en darle a los representantes de los medios un trato amable y facilitarles su  trabajo al máximo. Se procuraba contar con una sala de prensa de buen tamaño, que  aparte de lo esencial —mesas, teléfonos, internet, conexiones para computadoras  y tablero de resultados—, estaba equipada con refrigeradores que contenían  bebidas y algunos snacks, más un servicio de comedor para que fotógrafos y  reporteros pudieran alimentarse y recargar baterías —las corporales y las de sus  cámaras—, para poder salir de nuevo al campo y continuar con su labor. Sería  ilógico que jornadas de ocho horas o más de arduo trabajo en el campo de golf,  no resultaran en notas de prensa con sus respectivas fotografías. No es el hilo negro, se hace igual en todo el  mundo.
 
 En el caso de Lavat, solo organizó este torneo en sedes de  la Ciudad de México, por lo que no fue necesario para él ofrecer hospedaje a la  prensa. Horgan, quien sí utilizó sedes alternas a la capital del país, llegó a  ofrecer noches de hospedaje —a través de intercambios comerciales con los  propios hoteles—para asegurarse de que los medios más importantes estuvieran  presentes.
 
 Cuando la nueva promotora se hizo cargo del evento hace tres  años, me llevé la primera gran sorpresa: era el primer torneo internacional al que  yo asistía que no ofrecía alimentos a la  prensa. Ni qué decir de lugares preferentes para estacionamiento, pues no  debemos olvidar que cada fotógrafo carga con muchos kilos de equipo cada día.  He tenido la oportunidad de ir a campeonatos en ciudades de Estados Unidos,  Colombia, Argentina y México, donde todos ofrecieron estas mínimas, pero muy  agradecibles atenciones.
 
 Así las cosas, sin conferencias de prensa en la capital del  país, sin un trato acorde con los cánones internacionales a los representantes  de los medios en el campo sede, y sin comunicados tras el fin de cada jornada,  me parece imposible que nuestro Abierto Mexicano de Golf pueda reflejar la  brillantez que ha mantenido durante tantas décadas.
 
 Ya lo estamos viendo. No basta que se haya organizado en  forma brillante, que su logística haya sido perfecta y que el club sede haya  hecho un esfuerzo enorme por ser un extraordinario anfitrión. Ni siquiera que  el gobernador del Estado hiciera un espacio en su agenda para estar presente en  la premiación; sin difusión no hay torneo que valga la pena.
 
 No olvidemos que con la reorganización de los circuitos  pertenecientes al PGA Tour, el Abierto fue degradado —quisiera encontrar otra  forma de decirlo, pero no la hay— del Web.com Tour al PGA Tour Latinoamérica.  Sin embargo, ello carecía de importancia ante el esplendor de su herencia.
 
 Pablo Suinaga, presidente de la FMG, ha mencionado en más de  una ocasión que este torneo, por su prosapia, amerita pertenecer al PGA Tour.  No tengo duda de su convicción, pero este no es el camino y la FMG —propietaria  del torneo— deberá corregir la ruta.
 
 El Abierto Mexicano de Golf amerita una difusión acorde con  su prestigio, su historia y sus protagonistas. No podemos dejar que en aras de que  la empresa promotora ahorre unos cuantos pesos, el otrora más importante evento  golfístico de nuestro país, se convierta en un torneillo local que apenas cumpla con el expediente que le demanda  la Gira a la que pertenece.
 
 Gracias a los buenos oficios de la FMG en la preparación y  desempeño de sus representantes, más las destacadas actuaciones de algunos de  sus profesionales, México se ha colocado en los últimos años como uno de los  focos de atención  en el golf internacional.  Es justo que su máximo campeonato esté a la altura de tales circunstancias. En  la medida que torneos como el Nacional de  Aficionados, la Copa Yucatán o el Nacional Interzonas crecen  exponencialmente, el que debería reflejar con máxima fidelidad los avances del  país, se rezaga inexorablemente.
 
 Ya no queremos un Cerrado Mexicano de Golf.
 fdebuen@par7.mx
 
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