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Europa gana la Ryder en Escocia

Olé, olé, olé, olé

Fernando de Buen



El equipo europeo con el Capitán Paul McGinley.

El canto de guerra desde la boca de las decenas de miles de espectadores que cada día llenaron el campo de Gleneagles, en Escocia, se hizo más sonoro desde las primeras horas del domingo, cuando uno a uno comenzaron a caer los puntos europeos durante los partidos individuales; fue el galés Jamie Donaldson quien tuvo la suerte de colocar en el tablero el del triunfo, iniciando una fiesta que todavía podría seguir en algunos pubs del viejo continente. Las gradas atiborradas de un público que conoce de golf y aprecia esta competencia más que ninguna otra, por estar sustentada en valores que superan a los cheques llenos de ceros, vieron pasar a muchos jugadores de elite, dándolo todo por colocar su respectivo color —azul o rojo— en el tablero de resultados.

Es el golf en su máxima expresión, es un público que no admite derrotas, porque cada jugador representa a una comunidad y no a sí mismo. Es la Copa Ryder, el torneo que todos quisieran jugar, pero en el que muy pocos tienen cabida; es la señal inequívoca de la región del mundo que domina la escena internacional.

Este deporte, que prácticamente no incluye eventos por equipos en el nivel profesional, tiene en la Ryder al torneo por antonomasia. Se juega bajo el sistema match play, donde solo se requiere ser un poco mejor que el contrario para vencerlo, se compite por parejas a mejor bola y a bola alternada —sistema este último, que podría resultar excesivamente frustrante si no hay una plena solidaridad con el compañero—, así como en forma individual, participando todos los miembros del equipo. No hay premios económicos, solo el deseo de representar los colores de una bandera.

Europa volvió a ganar la Copa Ryder, y la volvió a ganar con determinación, con una adecuada estrategia y, sobre todo, con mejor golf que el que mostraron los representantes de los Estados Unidos. En pocas ocasiones han llegado los del viejo continente a esta competencia, con un mejor promedio en el ranking mundial que su contraparte, y ésta fue una de ellas. Contando en sus filas con Rory McIlroy, Sergio García, Henrik Stenson, Justin Rose y Martin Kaymer, posiciones 1, 3, 5, 6 y 12, respectivamente, era lógico suponer que los anfitriones estuviesen pasando por un mejor momento que sus visitantes, cuyo mejor jugador en la clasificación es el gran veterano Jim Furyk, quien se ubica en el cuarto lugar. Entre sus compañeros mejor colocados están Bubba Watson (7º), Matt Kuchar (9º), Rickie Fowler (10º), Phil Mickelson (11º) y Jordan Spieth (13°).

Aun así, todos sabemos que en este torneo las estadísticas son un mero referente, y que algunos intangibles como el compañerismo, el buen ánimo, la confianza y la pasión resultan ingredientes mucho más importantes. Para infortunio de los sobrinos del tío Sam, también en estos departamentos fueron plenamente dominados por los comunitarios. Otro punto esencial para salir bien librado en esta competencia es, por supuesto, la estrategia. A pesar de su enorme experiencia, el capitán Tom Watson quedó por debajo de su contraparte europea, el irlandés Paul McGinley, y aún se comenta si su decisión del sábado —sentando a una pareja exitosa como la de Phil Mickelson y Keegan Bradley— fue la adecuada; las opiniones están divididas, pues él piensa que sí y el resto del mundo pensamos que no.

Cuando en 1979, después de 18 victorias, por solo tres derrotas y un empate, se decidió por recomendación de Jack Nicklaus que, para hacer más equitativos los partidos, el equipo de la Gran Bretaña se hiciera extensivo al continente europeo, seguramente nunca se pensó el impacto en lo que sucedería años más adelante. Si bien los americanos ganaron también ese encuentro y los dos siguientes, a partir del triunfo europeo de 1985, las cosas cambiaron radicalmente. Desde entonces, se han jugado 15 torneos, con 10 victorias europeas, cuatro estadounidenses y un empate (donde Europa obtuvo la Copa, por ser el campeón defensor). Lo más llamativo es que en las últimas 10 oportunidades, los de Europa han ganado en ocho ocasiones y no ganan como visitantes desde 1993, año en el que Tom Watson también fue capitán.

De seguir así las cosas, se me ocurriría preguntarle al gran Jack si no convendría que Estados Unidos uniera fuerzas con el continente australiano, para así pelear más equitativamente contra la aplanadora europea. De esta forma, poco a poco la Copa Ryder se estaría volviendo una competencia mundial.

Antes, la fuerza de los europeos radicaba en sus actuaciones por parejas, donde solían salir mejor librados que los yanquis, pero normalmente resultaban aplastados en los partidos individuales. Hoy, las cosas son diferentes y los de Estados Unidos solo dominaron las competencias de four ball (bola baja o mejor bola), ganando las dos jornadas por 2 ½ a 1 ½ puntos; sin embargo, en los foursomes (bola alternada), fueron derrotados estrepitosamente por los de casa, que no perdieron un solo juego y salieron con 3 ½ puntos de 4 posibles, en las dos sesiones bajo este formato. Los individuales, más parejos, tampoco les ayudaron a los visitantes, pues fueron derrotados por 6 ½ a 5 ½. El resultado final, 16 ½ a 11 ½, es una muestra clara del dominio de los anfitriones.

Signos evidentes de una añeja frustración ya se dejaron ver en el equipo y, el veterano Phil Mickelson, quien no le perdonó a su capitán que lo sentara el sábado, cuestionó a Watson, culpándolo prácticamente de la derrota. Lo malo es que lo hizo en la conferencia de prensa, al término del torneo y en presencia de todos. Y cómo no debería de estar harto del asunto, si de diez participaciones que ha tenido, ha perdido en ocho, la mayoría de ellas con equipos que en el papel lucían muy superiores a sus vencedores.

Hoy parece que toda la estructura organizacional de nuestros vecinos del norte, en relación con los criterios de formación de las escuadras para este torneo, debe ser analizada con profundidad, dejando que surjan los cambios que le devuelvan la grandeza al equipo de barras y estrellas.

Mientras tanto, yo seguiré disfrutando los triunfos europeos.

fdebuen@par7.mx