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El golf sin internet

Fernando de Buen



Bill Gates y Jay Leno, en 1995.

Escribo esta editorial desde mi laptop, esperando que su batería aguante lo suficiente para concluirla. Esto en espera de que llegue la luz y regrese el internet a nuestras oficinas de Polanco, en la ciudad de México. Efectivamente, se fue la energía eléctrica hace cerca de una hora y no tengo idea de cuándo regresará. Es uno de esos misterios…

Pero el asunto me dio a pensar en el tema de esta semana: la importancia del internet en el golf, partiendo de una pregunta: ¿qué tanto se requiere del internet en el golf? Es más interesante de lo que parece, pero antes de seguir adelante, los invito a que me acompañen a un breve viaje, poco más de 18 años atrás.

En aquellos tiempos —febrero de 1996— se organizaba en el Palacio de los Deportes la exposición Comdex/Comexpo, entonces la más grande del país en asuntos de computación. Una mañana, vestido de traje y corbata —cosa extraña— fui a la exposición y ya estando allá, me enteré de que un tipo harto importante daría una conferencia magistral. Su nombre, William Henry Gates III, o simplemente Bill Gates.

Sin los medios para comprar un boleto, decidí colarme a la presentación, escabulléndome entre un grupo de unos diez ejecutivos de mi edad —años más, años menos—, todos ellos con traje y corbata. Afortunadamente, funcionó la estratagema y pude ver en el escenario a uno de los visionarios más grandes de las últimas décadas. Meses atrás, agosto del 95, acababa de aparecer el Windows 95, con las notas del Start me Up de los Rolling Stones, quizá la campaña más sonada de la historia de la computación.

El Sr. Gates presumió su nuevo sistema operativo, pero le dedicó más de la mitad de la conferencia a una forma novedosa de comunicación, llamada Internet. Poco antes, yo había adquirido mi primera cuenta meses atrás con la empresa Compuserve y sabía, a grandes rasgos, de lo que hablaba el fundador de Microsoft, pero me parecía intrascendente que le diera tanta importancia a una forma tan trivial de comunicación —mediante los raros sonidos de un módem de 28.8 baudios conectado a través de la línea telefónica—, que solo servía para consultar algunas bases de datos importantes, a una velocidad desesperantemente lenta.

Con el tiempo comprendí por qué Bill Gates llegó a ser el hombre más rico sobre la faz de la tierra y yo… su seguro servidor.

Hasta aquí la historia del golfista Gates, quien por cierto, es socio de Augusta National, membresía que se le concedió algo más allá del primer intento.

El internet dio origen al World Wide Web —www— y ello, simplemente, cambió al mundo para siempre. Hoy no hay forma de comunicación tan versátil y tan utilizada en el planeta como esta. La gran telaraña está sustituyendo a la telefonía —léase Skype o sistemas de mensajería como WhatsApp— a la televisión —Netflix—, a los periódicos, a las sucursales bancarias y hasta los viajes por reuniones de trabajo que hoy se celebran gracias al audio y video de banda ancha,… es decir, internet.

Gates tenía razón. Hoy el mundo no se concibe sin una conexión online y, hasta el golf —deporte que no permite muchas de las funciones de los smartphones actuales— está íntimamente ligado a ella.

Si ustedes o yo, queridos lectores, pensamos exclusivamente en el campo de golf y en el juego, tendríamos sobradas razones para pensar que no hace falta y, acaso sirve como GPS para indicar distancias, o para mantener contacto con el mundo exterior en aquellas formas que no incluyen la comunicación telefónica, léase correo, mensajería o noticias.

Pero si el tema es acerca de todas las conexiones que tiene el golf con el internet como medio de difusión, entonces sí estaríamos en graves aprietos.

Por lo pronto, el equipo editorial de Par 7 está en ascuas, esperando que regresen luz e internet, para seguir capturando información de todas las latitudes y terminar el boletín de esta semana, que incluye algunas noticias sobresalientes sobre las actuaciones de nuestros compatriotas en el extranjero, tanto en el mundo amateur como profesional.

Sin internet no hay noticias y, sin noticias no queda mucho de lo novedoso por informar, pero tampoco hay forma de subir nuestro boletín al servidor, ni manera de hacérselos llegar por correo electrónico. Si éste no arriba o llega tarde, ya sabrán quién tuvo la culpa: nuestra bendita y moderna CFE, responsable de nuestra eficiente y económica red eléctrica.

Sin internet tampoco hay redes sociales —Facebook, Twitter y las otras—, que son, hoy por hoy, la forma de establecer vínculos de comunicación entre los ídolos y sus fans (ya les platiqué la semana pasada cómo podemos medir la popularidad de un deporte, a partir del número de seguidores que sus máximos exponentes tienen en Twitter).

Sin internet no hay información de ningún tipo en medios de comunicación. Antes funcionaban el télex y el fax, hoy todo se reduce a un canal de comunicación: internet. Sin internet no hay fotos de deportistas, pues todas las compras de esos materiales se hacen por esta vía, al igual que las descargas correspondientes.

En fin, sin internet Tiger Woods no sería Tiger Woods, ni Rory, ni Lorena, ni golfista alguno de la actualidad sería lo que es.

En fin, ya pasaron tres horas, anochece en la ciudad y seguimos esperando a que se restablezcan el servicio eléctrico y el internet.

Solo de esa forma se restablecerá la vital comunicación de nuestro semanario con ustedes, queridos amigos golfistas.

¡Que sea pronto!

fdebuen@par7.mx