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Ratings: entre el Mundial de la FIFA, el Superbowl y… ¿el golf?

Fernando de Buen



Tiger Woods

Hace apenas unas horas, la selección mexicana asombró a propios y extraños, dándole una lección de futbol al representativo croata, quienes llegaron convencidos a la Arena Pernambuco, en tierras brasileñas, de que harían cera y pabilo de los nuestros, regresándolos a casa, no solo negándoles el quinto partido, sino también el cuarto.

Sin embargo, no se trata de hablar de futbol —deporte que me apasiona y que practiqué en forma más o menos seria durante muchos años—, sino de los niveles de audiencia que este deporte es capaz de lograr a nivel mundial, y compararlo con el golf que, en los Estados Unidos, al menos, está sufriendo una de las más sensibles bajas de audiencia en su historia.

Seamos claros en esto: ningún deporte en el mundo, ni las Olimpiadas, ni el Superbowl, ni las series de campeonato del béisbol o basquetbol en los Estados Unidos, se acercan a los niveles de audiencia de un evento como la final de la Copa FIFA. Las Olimpiadas, en su conjunto, son otro boleto.

Una investigación del máximo organismo futbolístico del planeta, mostró que 909.6 millones de televidentes sintonizaron desde sus casas, al menos, un minuto de la final del Mundial 2010 en Sudáfrica entre España y Holanda; 619.7 millones de personas vieron un mínimo de 20 minutos consecutivos de los tiempos extras, y se estima que fueron más de 3200 millones quienes disfrutaron al menos un minuto de la cobertura en vivo de este torneo. La sintonía promedio oficial fue de 188.4 millones de espectadores por cada partido.

¿Cómo comparar los más de 900 millones de telespectadores de la final del Mundial 2010 contra el pasado Superbowl? A nivel mundial, la audiencia del partido final de la temporada de la NFL reportó 111.3 millones. ¿Y todavía hay quienes siguen pensando que no existe una trasmisión más popular en el mundo que ese encuentro de futbol americano?

La FIFA está consciente de tales cifras y ha preparado para este campeonato, trasmisiones que cuentan con 34 cámaras por partido, y un equipo de alrededor de 3000 técnicos provenientes de 48 países, para trabajar en la producción televisiva.

Tan solo los contratos por derechos de televisión al mes de marzo, le habían permitido a la asociación residente en Suiza, aumentar sus ingresos a 1386 millones de dólares.

Un golpe terrible deben haber sufrido en su orgullo el béisbol y el basquetbol profesional de los Estados Unidos, pues tan solo el partido entre ese país y Portugal el pasado domingo 22, reportó en su territorio casi 25 millones de espectadores. Las finales de la NBA, por su parte, promediaron 15.5 millones, mientras que la Serie Mundial de 2013, tuvo un promedio de 14.9 millones. Solo algunos juegos de los playoffs de la NFL y el Superbowl pueden superar estas cifras.

Ahora bien, los defensores a ultranza de la popularidad del deporte del balón ovoide, dirán que estamos comparando un evento anual con uno cuatrienal. Seamos justos con ellos y usemos entonces el siguiente ejemplo: en el Superbowl del año 2009, el partido entre los Steelers y los  Cardinals reportó la audiencia más alta de su historia, acumulando 106 millones de televidentes; en comparación, la final de la UEFA Champions League, entre Barcelona y Manchester United, tuvo 3 millones más. Desde entonces, esta diferencia ha crecido progresivamente.

¿Qué hay del golf?
Si algunos de ustedes, queridos lectores, pensaron que aprovecharía yo estas líneas para presumir acerca de nuestro amado deporte, desafortunadamente no es así. El golf está pasando por un momento increíblemente difícil, en términos de interés televisivo, al menos en los Estados Unidos.

En el país de los ratings, al U. S. Open no le fue muy bien que digamos. Si bien el Tío Sam no es muy aficionado al soccer, el impresionante descenso en audiencia que tuvo el domingo de la final en Pinehurst 2 —aproximadamente 46% abajo que lo conseguido hace un año en el triunfo de Justin Rose—, bien pudo deberse a la ausencia de Tiger Woods, al no-protagonismo de Phil Mickelson en la final o a la escasa popularidad del eventual campeón Martin Kaymer; sin embargo, tratándose de un país con una enorme población latinoamericana y europea, sería una tontería descartar que también el torneo carioca le robó al Abierto de los Estados Unidos algunos millones en audiencia. Siguiendo con los comparativos, esta edición tuvo la mitad de audiencia que el U. S. Open de 2012, y 35% menos que la de 2011, donde ganó brillantemente Rory McIlroy.

Para redondear el tamaño del fracaso de la señalada trasmisión, se dice que el rating fue el más bajo, al menos desde 1996; si bien, las cifras anteriores a 1997 no son tan accesibles, quien elaboró el estudio —Sports Media Watch—, sospecha que esta edición fue la de más baja audiencia en la historia televisiva del torneo.

Desafortunadamente, no solo al Abierto estadounidense le fue fatal. El pasado Players Championship tuvo una caída del 54% con relación a la edición 2013 y los ratings del fin de semana del Masters, en la cobertura de CBS, tuvieron su nivel más bajo desde 1957.

Los últimos 17 años nos han demostrado que una sola persona —Tiger Woods— ha elevado los ratings del golf como nadie en la historia del deporte, y es seguro que su regreso —esta semana en el Congressional— marcará una inmediata elevación en los niveles de audiencia. No obstante, el golf y sus mercadólogos deben estar preparados para el momento en el que el californiano decida colgar los bastones, para tener a la mano al o los candidatos que marquen un nuevo cambio generacional en el golf internacional.

Mientras ello sucede, ¿algo nos impedirá seguir viviendo el Mundial de futbol?

¡Venga, México! ¡Vamos por el quinto partido!

fdebuen@par7.mx