A Carmelita, Mari Carmen, Salvador, Gabriel y Daniel,
compartiendo su profunda tristeza,
pero celebrando a la vez,
el gratísimo recuerdo del esposo, padre, maestro y amigo.
El pasado domingo —lo digo con profunda tristeza— falleció el Ing. Salvador Gómez Barrera (1941-2014), golfista apasionado, promotor incansable de este deporte, organizador impecable de torneos, directivo de excepción, padre y esposo amoroso, pero también un amigo incondicional.
El estado de ánimo —aderezado con una gripa que no se ha decidido a dejarme en paz— no ha sido mi cómplice en estas horas de tremendos contrastes, llevándose por delante a la poca creatividad de la que yo disponía para escribir esta nota. Por si ello fuera poco, junto con el lamentable deceso de mi querido Chava, llegaron las noticias del triunfo de Bubba Watson en el Masters y el segundo de Carlos Ortiz en el Web.com Tour.
De allí los contrastes.
Aquejado por un terrible cáncer, del que se enteró hace poco menos de seis meses, Salvador decidió vivir intensamente el tiempo que le quedaba, disfrutando al máximo a sus tres amores: la familia, los amigos y el golf. Así continuó hasta que su quebrantada salud le impidió salir de casa y, poco después, lo mantuvo en el lecho. Pragmático y realista, hizo conciencia del tiempo que disponía y lo aprovechó para despedirse de sus seres queridos, no sin antes aconsejarlos con su amplia experiencia en los muchos tópicos que forjaron su vida. Tengo el gusto de conocer a Carmelita —su adorable esposa— y a sus hijos Mari Carmen, Salvador, Gabriel y Daniel. Todos y cada uno de ellos, hicieron sentir a Salvador papá como el más orgulloso de los progenitores.
La partida de Chava coincidió con dos momentos torales en el golf internacional. Al ser un jugador al que siempre le gustaron los riesgos, sin duda debió disfrutar al máximo el triunfo de Bubba Watson en el Masters. Sin embargo, conociéndolo muy bien —tras una amistad de casi dos décadas y media— podría yo asegurar que disfrutó tanto o más el segundo lugar de Jordan Spieth, por tratarse de un joven de 20 años que está creciendo exponencialmente para convertirse, en unos años más, en un referente histórico del golf.
¿Por qué digo esto? Porque Salvador siempre fue un visionario y apoyó la promoción del golf infantil y juvenil, desde su adorado Vallescondido —club de Atizapán para el que trabajó muchos años en forma honorífica y exitosa—, hasta su momento cumbre en el golf organizado, cuando ejerció brillantemente la presidencia de la Asociación de Golf del Valle de México (AGVM), entre 1997 y 1999.
También debió disfrutar al máximo —desde su nueva morada— del triunfo del joven tapatío Carlos Ortiz en el campo de El Bosque, en León, quien a sus 22 años está rompiendo todos los esquemas mentales que han impedido que un mexicano ascienda al PGA Tour, desde la salida de Esteban Toledo en 2005. Lo imagino departiendo alegremente con su hermano Alejandro —también añorado por él y por todos los que tuvimos el gusto de conocerlo, antes de que se nos adelantara, hace ya algunos años—, y comentando sobre el muy promisorio futuro de este gran jugador.
Al igual que muchos otros promotores directos o indirectos del golf, Salvador sabe que este sorprendente éxito de golfistas mexicanos en giras internacionales, se debe a los buenos oficios de directivos que, como él, pusieron su granito de arena para lograr esta afortunada evolución.
En lo personal, yo sólo tengo palabras de un profundo agradecimiento a Chava, quien fue un guía insustituible en mi estadía como presidente del Comité de Golf de Vallescondido, pero también lo fue en la AGVM —donde fui Consejero durante su periodo, entre algunos otros, por más de una década— y en muchas otras cosas de la vida; aquellas que los 16 años de diferencia entre nuestras respectivas edades, le permitieron ser un guía oportuno y uno de mis más queridos maestros.
Capítulo aparte merece su participación como miembro del Consejo Editorial de Par 7, desde su fundación. Nunca tuve la oportunidad de agradecerle lo suficiente por su apoyo incondicional a este proyecto de vida. Lo hago ahora de todo corazón.
Hoy tengo el privilegio de gozar de la amistad de los hijos de Salvador, en igual forma que lo fui de su padre, aunque en este caso soy yo quien los aventaja en edad. En cada uno de ellos reviviré el gratísimo recuerdo que tengo de Chava Gómez, esperando que nuestra amistad perviva por siempre.
fdebuen@par7.mx
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