Para nadie con un poco de cultura, es un misterio que México es un país muy necesitado de héroes contemporáneos. La televisión, la prensa, el radio y el internet sueñan todo el tiempo con encontrar un nuevo adalid mexicano, pero no porque le haga falta a la ciudadanía, sino porque representa un enorme negocio y es una fuente inagotable de manipulación masiva.
Ya lo vimos con el futbol, donde después de un ridículo inconmensurable a través de toda la etapa clasificatoria, llegamos a jugarnos el boleto por el Mundial, contra un limitadísimo equipo neozelandés, al que le pudimos hacer en este deporte, prácticamente lo mismo que ellos nos harían en un juego de rugby. Pero no importó el tamaño del rival, lo que importó es que «nos vamos al Mundial» y la máquina de hacer dinero ya está preparada para mover miles de millones de dólares en comercialización, cantidad que en ningún momento debe sonar exagerada. Ya si fracasamos en Brasil, como lo hemos hecho en tantos otros Campeonatos de FIFA, carece de importancia. Para ese entonces, cada consumidor mexicano —aficionado o no al deporte de las patadas— habrá depositado su diezmo para enriquecer aún más a los grandes consorcios de comunicación.
En la política funciona exactamente igual. Se nos aparece un candidato y poco importa si ha sido mediocre durante toda su carrera, porque la máquina de dinero —nuestro dinero— lo entronizará hasta llevarlo al nivel de un Dios. Será líder, gobernador o presidente, nos dejará como siempre, un poco peor de lo que ya estamos y se retirará de la vida pública, forrado en billetes y, forrado también de una especie de teflón, que hará que las críticas se le resbalen.
Pero tener héroes verdaderos es tener entre los nuestros a triunfadores, a personas que se esfuerzan al máximo por sobresalir en alguna disciplina, destacando primero a nivel nacional, para después hacerlo allende las fronteras. Cuando ellos ganan, saboreamos su victoria y, a cambio de nuestra admiración, nos dan muchas alegrías.
Apenas la semana pasada escribí sobre los buenos oficios de las últimas administraciones de la Federación Mexicana de Golf, como semillero de niños y jóvenes golfistas que hoy están ganando en las esferas internacionales. Es tremendamente satisfactorio escuchar los nombres de Carlos Ortiz, Sebastián Vázquez, Armando Favela, Mauricio Azcué, Rodolfo Cazaubón, Juan Pablo Solís, Alejandra Llaneza, Margarita Ramos o Gaby López —entre algunos otros— sobresalir en torneos importantes, sabiendo que son producto de un esfuerzo institucional, y que las cuotas de cada afiliado están rindiendo buenos frutos, en lo que respecta a la producción de jugadores.
¡Vaya domingo grato que nuestros jóvenes golfistas nos regalaron! El quinto lugar de Alejandra, quinto también de Sebastián, séptimo de Mauricio y, como la cereza del pastel el primer triunfo de Armando en el PGA Tour Latinoamérica, cerrando como los grandes: con un indispensable birdie en el hoyo final.
Desde los muchos triunfos de Lorena durante su carrera y los tres años que se mantuvo como la mejor del planeta, las satisfacciones que como mexicanos hemos recibido, han sido escasas, aunque muy valiosas. Podría mencionarlas de nuevo, pero han pasado ya muchas veces por estas páginas virtuales y son del conocimiento de prácticamente todos ustedes, queridos lectores.
La diferencia es que en este 2013, tan plagado de desesperanzas, marrullerías políticas y el crecimiento de la violencia y la inseguridad —entre otras pésimas noticias por todos lados—, ver a nuestros jóvenes profesionales triunfar por México, y notarles un auténtico orgullo nacionalista, es un verdadero placer.
Por ello, desde estas modestas líneas, mi felicitación a esta gran generación de deportistas, quienes me han devuelto la esperanza de que muy pronto veremos al sucesor de Víctor Regalado —único mexicano con triunfos (dos) en el PGA Tour— o de Lorena Ochoa, nuestra heroína interplanetaria. Y si alguno de los grandes veteranos le echa los kilos, quizá podríamos también encontrar al segundo triunfador en el Champions Tour, después del gran Esteban Toledo.
Gracias, chavos queridos, por ese regio domingo. ¡Muchas gracias!
fdebuen@par7.mx
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