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Ortiz y la generación del éxito

Fernando de Buen


En México, estamos tan necesitados de héroes, que cuando surge uno en el horizonte, todo el mundo trata de llevar agua a su molino y adjudicarse parte del crédito por el éxito del susodicho o susodicha. El mejor ejemplo que tenemos en el caso del golf, no es otro que el de Lorena Ochoa, de cuyo éxito se quisieron colgar la Federación Mexicana de Golf (FMG) y la Asociación Mexicana Femenil de Golf, cuando los verdaderos artífices de su crecimiento fueron, aparte de ella misma, su propia familia y el Guadalajara Country Club.

Sin embargo, en años recientes, los programas que ha desarrollado la FMG para niños y jóvenes con potencial, están resultando sumamente positivos y, el reciente triunfo de Carlos Ortiz —producto del programa de ranking y selecciones nacionales del organismo rector del golf nacional— es una prueba fehaciente de sus logros.

Algunos me dirán que es un caso aislado, pero quizá olvidan que antes que este excepcional tapatío, Sebastián Vázquez —el mejor jugador del pasado mundial amateur por parejas y ganador también de torneos profesionales— tuvo un éxito arrollador; o Rodolfo Cazaubón, quien junto con Ortiz y Vázquez lograron para México el subcampeonato en el citado mundial, y ganó una etapa clasificatoria para ingresar en el Tour Europeo, aunque no tuvo suerte en la final. O Mauricio Azcué o Roberto Díaz, quienes también gracias a estos programas, se forjaron como golfistas y estuvieron a punto de ganar en el PGA Tour Latinoamérica el pasado domingo, en Guadalajara. Hay muchos otros nombres de jugadores que hoy militan en el Web.com Tour, el PGA Tour Latinoamérica o en la gira profesional mexicana (¿para cuándo?), quienes también son producto del golf institucional; no sin disculparme por las omisiones, pienso en los Fraustro, Favela, Quirarte, Yamamoto o Solís, insisto, por mencionar solo algunos.

Es un hecho que el nivel golfístico de nuestros varones está mejor que nunca y, de no suceder una desgracia, veremos en 2015 a Ortiz como el golfista que marcó el regreso de un mexicano al PGA Tour. Nadie negará que ese ha sido el deseo más anhelado por la fanaticada mexicana, desde la salida de Esteban Toledo en 2005.

Por supuesto, no habría un error más garrafal en el seno de la FMG, que sentarse en el éxito de nuestros jóvenes para cantar victoria, y dejar de lado el gran esfuerzo que ha requerido tan importante avance. La institución debe continuar con sus programas y, lejos de mantenerlos como hasta ahora, incrementarlos y buscar que se multiplique el número de candidatos a una carrera exitosa.

Ahora bien, en contraste con el evidente crecimiento del golf varonil —sobre todo en el ámbito profesional—, desafortunadamente, no podemos decir lo mismo del femenil, que desde el retiro de Lorena no nos ha dejado ver un solo éxito en el golf de paga. En la actualidad, nuestras mejores golfistas deambulan por el Symetra Tour y, con algo de suerte, nos podrían regalar algunos top-ten. El último ingreso al LPGA Tour con credencial completa nos lo regaló la duranguense Tanya Dergal, pero tuvo un desempeño terrible en la temporada, por decir lo menos.

Si sabemos de la gran capacidad que tienen jugadoras como Alejandra Llaneza o Margarita Ramos —entre las profesionales—, no es fácil entender por qué no están teniendo éxito en sus carreras. Muchos dirán que aún es temprano para ellas dos—eso creo yo— y quizá tengan razón, pero baste recordar que, de todas las golfistas que han pasado por la gira de ascenso del LPGA Tour, ninguna nos ha dado resultados satisfactorios. Es una pena que esfuerzos tan dignos como el de IGPM (Impulsando al Golf Profesional Mexicano) en apoyo de nuestras pros, se hayan diluido en años de temporadas mediocres e intrascendentes.

De la misma manera en la que apareció una fórmula valiosa en el golf varonil, es ya indispensable encontrarle la cuadratura al círculo del golf femenil. A mi parecer —valgan las excepciones—nuestras golfistas tendrían que saltar al golf de paga, solo cuando hubiesen demostrado tener un éxito palpable en su etapa como amateurs, y no esperar que por arte de magia se encuentren con la llave del éxito.

Este es un deporte muy competido y se requieren habilidades excepcionales para sobresalir en él. Aquí no hay milagros, sólo resultados de un trabajo permanente y una dedicación total a la profesión. Si estamos orgullosos de la labor que están desempeñando nuestros profesionales en las diferentes giras internacionales, debemos estarlo también por el esfuerzo y el éxito de los programas que los colocaron en esos sitios privilegiados.

Al César…

fdebuen@par7.mx