Poco importa si más de una decena de jugadores mexicanos participarán esta semana en alguno de los torneos de las giras pertenecientes al PGA Tour (sin contar los invitados del patrocinador). Poco importan también las gratas satisfacciones que hemos recibido de algunos de estos jugadores en fechas recientes. Poco importa que haya quedado fehacientemente demostrado que, gracias a la existencia de una gira profesional en México, nuestro deporte ha evolucionado como nunca antes en esferas internacionales. La realidad es que nuestra gira carece de un patrocinador principal desde finales del año pasado y está detenida por no contar con un nuevo patrono.
Da lástima que en nuestro país sucedan cosas como ésta.
Por 12 años ininterrumpidos, este esfuerzo iniciado por Francisco Lavat Romo, funcionó con el apoyo que le brindó la marca Negra Modelo, aportando el capital y el nombre a la gira, desde su concepción hasta que se volvió una auténtica exportadora de talentos golfísticos.
La compra de la Cervecería Modelo por parte de la empresa belga Anheuser-Busch InBev, tuvo como consecuencia el desprendimiento de la empresa de importantes activos relacionados con aspectos deportivos, y el golf no fue la excepción. De la noche a la mañana, el prestigio y el nivel de recordación ganados por esta marca con tan loable esfuerzo, comenzaron a disolverse en la mente de los golfistas, dejando el puesto vacante para que otros competidores peleen por el top-of-mind de este apetitoso mercado. Ya la holandesa Heineken —bajo la sombrilla de la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma— parece dar los primeros pasos, aunque aún no podemos echar a volar las campanas.
Hoy en día, tenemos a cuatro jugadores participando con buenos resultados en el Web.com Tour —Oscar Fraustro, el Camarón Rodríguez, Sebastián Vázquez y Carlos Ortiz—, más otros tres están esperando su primera oportunidad de participar, Roberto Díaz, Oscar Serna y Armando Favela. En las listas del PGA Tour Latinoamérica hay una docena de los nuestros, aunque algunos de ellos son los ya mencionados del Web.com. Nunca antes hubo tantos mexicanos en el golf internacional.
Algunos iniciaron su carrera del modo difícil, como caddies, después fueron maestros o profesionales de club, y continuaron así hasta encontrar una fuente adicional de ingresos a través de la competencia. Otros, la mayoría en este caso, se forjaron alrededor del golf amateur organizado de México, bajo el cobijo de la Federación Mexicana de Golf, generalmente con el apoyo de sus asociaciones regionales, clubes y padres de familia.
Pero, independientemente de sus orígenes, todos ellos coinciden con un denominador común: se forjaron como profesionales en la Gira Negra Modelo, la que a través de sus torneos les permitió mantenerse en forma y aumentar gradualmente su nivel competitivo.
En años recientes ha quedado más que demostrado que, gracias a la continuidad de sus competencias, nuestros golfistas han tenido una evolución sensiblemente mayor que la de sus pares en Sudamérica, con excepción de Argentina, país que se cuece aparte, por tener desde hace ya muchos años, una mucho mejor organización en el golf de paga, y muchos de sus jugadores militan ya en las principales giras del mundo. La razón está a la vista: nosotros tenemos (¿tuvimos?) una gira profesional desde hace más de una década; otros siguen sin ella o apenas la inician.
Sin un calendario profesional, nuestros mejores golfistas dejarán de tener oportunidades de competir, y terminarán cambiando a la adrenalina de fairways y greens por la impartición de clases en el área de práctica.
Urge una empresa interesada en colocar su producto en la mente de un público objetivo, cuya mezcla entre la cantidad de aficionados y su nivel socioeconómico, no tienen punto de comparación con ninguna otra actividad deportiva en el país. No se trata de una acción humanitaria, sino de un lucrativo negocio.
Ya es hora de reactivar la gira profesional mexicana. Ya es hora de reiniciar el proceso que dará continuidad y prestigio al golf mexicano, al más alto nivel internacional.
fdebuen@par7.mx
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«Urge una empresa interesada en colocar su producto en la mente de un público objetivo, cuya mezcla entre la cantidad de aficionados y su nivel socioeconómico, no tienen punto de comparación con ninguna otra actividad deportiva en el país. No se trata de una acción humanitaria, sino de un lucrativo negocio.»
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