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¿Por qué amo al match play?

Fernando de Buen


Aunque existen muchos tipos de sistemas de juego diferentes en el golf, hay dos que sientan las bases de todas las posibles derivaciones: stroke play o juego por hoyos y match play o juego por golpes. Aunque no siempre caemos en la cuenta de ello, el sistema de juego y las reglas que generalmente utilizamos cada fin de semana en el club, están basados en el juego por hoyos.

Antes de seguir adelante y en los términos más sencillos posibles, definamos cada formato de juego. El stroke play es una competencia donde el ganador es aquel que hace menos golpes en una o más rondas estipuladas, mientras que el match play consiste en ganar más hoyos que el oponente en una ronda estipulada. Nada más.

A diferencia del juego por golpes —léase Torneo Interior— donde un desafortunado primer hoyo puede determinar la imposibilidad de obtener un buen resultado y, en consecuencia, acabar con el buen humor del participante por el resto de la jornada, en el juego por hoyos, a no ser que el oponente acabe con el jugador demasiado temprano o viceversa, cada uno tendrá más de una decena de oportunidades —hasta 18 o más, dependiendo de si los contendientes terminaron empatados al término de la ronda regular— de encontrar satisfactores y mantener incólume su ánimo por mucho más tiempo. Lo mismo pasa en las competencias por parejas, también muy comunes en las salidas de fin de semana. Si en el foursome se juegan tanto individuales como parejas, el abanico de posibilidades se amplía, y cada hoyo de cada partido nos ofrece un nuevo reto.

Va un ejemplo: considerando los más comunes sistemas de apuesta, donde un grupo de cinco jugadores decide combinar partidos individuales y de parejas, tres de ellos estarían participando en seis partidos —cuatro individuales y dos de parejas—, mientras que los otros dos —la base— lo harían en siete —cuatro y tres, respectivamente. Considerando que esta metodología supone que todos jugarán 18 hoyos, estaríamos hablando de que los tres primeros tendrían 108 oportunidades de encontrar motivos para alegrarse el día, mientras que los otros dos alcanzarían 126.

Aunque hay aficionados que no conciben la práctica del golf sin apuesta de por medio —por aquello de la adrenalina— es más factible encontrar el consuelo en quien jugó bien, aunque perdió dinero, que en aquel que jugó mal, pero obtuvo ingresos. Quienes hemos participado por años bajo estos sistemas, sabemos que si perdimos los partidos, tendremos una mayor ventaja de nuestros oponentes en la siguiente ocasión, aumentando nuestras posibilidades de recuperarnos, pero la frustración de una mala puntuación no nos la quita nadie.

No debemos olvidar que en sus orígenes, el golf de competencia se jugó siempre bajo las reglas del match play. No fue sino hasta 1860, cerca de 400 años después de sus primeras huellas, cuando se llevó a cabo el primer torneo basado en stroke play, el primer Open Championship (Abierto Británico), en el campo de Prestwick, en Escocia. Aun así, campeonatos como el PGA Championship, se mantuvieron bajo juego por hoyos desde sus inicios en 1916 hasta 1957, antes de cambiar su formato. Los más importantes torneos amateurs del mundo, el Británico y el de los Estados Unidos, se siguen jugando bajo juego por hoyos.

¿Qué es, entonces, lo que ha popularizado al juego por golpes? Aunque las razones son muchas, destacan dos sobre todas las demás: las estadísticas y las comerciales.

Cualquier deporte es un asunto de ganadores y perdedores. Es cuestión de encontrar al mejor en cada disciplina y admirarlo y glorificarlo hasta que alguien mejor lo sustituya. Para tales efectos, no hay nada mejor que las estadísticas y, para el país más comercial del mundo, los Estados Unidos, no se puede concebir ningún deporte, si no está lleno de cifras, porcentajes, promedios, tiempos y probabilidades. Para tales efectos, resulta mucho más útil el juego por golpes que el juego por hoyos, porque el primero es un resultado puro del desempeño del jugador, mientras que en el segundo, solo importa el superar al contrario. En stroke play cuentan birdies, pares, bogeys, fairways encontrados, greens en regulación, número de putts y muchas otras cosas, mientras que en el segundo, como ya mencioné, solo basta ganar más hoyos que el oponente. Las estadísticas, pues, son el aderezo de la ensalada y cómplices perfectos de los pronósticos.

El tema comercial no es menos importante. Cualquier torneo bajo juego por golpes —como lo son el 95% de los que forman los calendarios de los principales tours— tiene decenas de jugadores en su fecha final y, por lo tanto, una gran variedad de opciones para mantener el interés en una transmisión televisiva de dos o más horas. En las competencias bajo juego por hoyos, en cambio, la trasmisión final presenta como máximo dos partidos, el duelo por el campeonato y el que define al tercer lugar. Para una trasmisión en vivo de esa longitud o aún mayor, los tiempos muertos —lapsos entre un golpe y el siguiente— son constantes y muy difíciles de cubrir para las televisoras. En pocas palabras, un deporte es valioso allende el norte, en la medida de sus posibilidades de comercialización.

Así las cosas, prácticamente todo el mundo del golf profesional se mueve alrededor del juego por golpes, pero en nuestra práctica de fin de semana, casi siempre recurrimos al juego por hoyos.

A modo de despedida, y en alusión al título de este artículo, les hago —queridos lectores— la siguiente pregunta: ¿cuál es el más bello y emocionante torneo del mundo? Mi respuesta no admite réplica, aunque respeta divergencias. Sin duda, es la Copa Ryder, la competencia por antonomasia del juego por hoyos, donde la bandera es más importante que la cartera, y el conseguir un lugar para participar —a pesar de que no hay remuneración alguna para los jugadores— es una de las más grandes aspiraciones de cualquier golfista de los Estados Unidos y Europa.

Después de ver una Copa Ryder, es imposible no amar al match play.

fdebuen@par7.mx


«Aunque hay aficionados que no conciben la práctica del golf sin apuesta de por medio —por aquello de la adrenalina— es más factible encontrar el consuelo en quien jugó bien, aunque perdió dinero, que en aquel que jugó mal, pero obtuvo ingresos.»

 

 

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