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«Me desilusiona un mal golpe igual que a cualquiera. Pero es tonto dejar que el juego te atrape. Cuando fallo un golpe solo pienso en lo bello del día y la pureza del aire fresco que estoy respirando. Después respiro profundamente… necesito hacerlo. Es lo que me da la fuerza para romper el palo de golf.»
Bob Hope. |
Hay muchas historias acerca del mal temperamento en el juego del golf y la mía ha llegado a parte de dicho legajo. Tanto en el boliche —deporte que practiqué muy en serio por algunos años, antes de iniciarme en el golf— como en el propio deporte de fairways y greens, mis corajes trascendieron más allá de mis círculos cercanos.
Afortunadamente, los años han puesto a mi pasión en el lugar que le corresponde y mis rondas de golf tienen ahora como principal objetivo, la gratísima convivencia con los amigos y la experiencia de pasar un día rodeado de incomparables escenografías.
La pasión y la ira son dos ingredientes que suelen confundirse en un mismo plato. El primero de ellos, bien aprovechado, suele ser un efectivo combustible para mejorar el nivel de juego y disfrutar al máximo una ronda; el segundo, en cambio, es un veneno que se mete en el cuerpo discretamente y, si no lo controlamos a tiempo, termina contagiándonos, convirtiendo nuestro recorrido en un posterior dolor de cabeza, y fuente de pésimos recuerdos, además de una eventual causal de gastos inesperados, como la reposición de la varilla de un palo roto o un putter doblado.
Hay muchas soluciones para evitar que la ira nos haga presas de su control y algunos expertos mencionan métodos como el de respirar profunda y pausadamente tras un mal golpe, entender que las malas ejecuciones son parte inevitable del juego y concentrarse de inmediato en la solución que minimice al yerro, o averiguar, con ayuda del caddie o del compañero de partido, cuál o cuáles fueron las causas del tiro errado. Si bien las tres opciones anteriores son útiles cuando todavía nos queda un poco de cerebro disponible, para mí no hay una mejor fórmula que nos motive a dejar de hacer berrinches, que la de ver a otro jugador haciéndolos y percatarnos del ridículo al que nos sometemos cuando perdemos el control.
El doctor Bob Rotella, uno de los más famosos psicólogos deportivos expertos en golf, tiene una frase que define con precisión la conducta con la que debemos confrontar al juego. Cito: «El golf es mucho más acerca de qué tan bien aceptas tus errores, la forma en que respondes ante ellos y el número de golpes que logras cuando fallas, que un juego de golpes perfectos».
Casi podríamos generalizar en que de acuerdo con los más grandes campeones, resulta más importante para una buena ronda, la capacidad de reaccionar positivamente ante una falla, que tener una secuencia de golpes idealmente ejecutados. Ningún jugador concibe como real, la posibilidad de una ronda perfecta desde el primer golpe de salida hasta el último putt.
En el golf son más apreciados los tiros de recuperación que aquellos que podrían calificarse como perfectos. Mientras que éstos son resultado de una estrategia y movimientos exactos, aquéllos requieren, además, una buena dosis de creatividad y manejo del riesgo. ¿Un ejemplo? Quién no recuerda el increíble hook de Bubba Watson, en su desempate contra Louis Oosthuizen, para ganar el Masters de 2012. En cambio, ¿cuánto duró en la memoria el magistral tiro del propio Oosthuizen en esa misma ronda, en el hoyo 2, cuando embocó un albatros (2 en un par 5) desde 253 yardas, usando un hierro 4?
Lo cierto es que estando enojados, ni uno ni otro hubiesen podido lograr sendas hazañas en el primer grande del 2012. Algunas de las inevitables consecuencias del enojo son la falta de concentración y la tensión muscular, dos de los más implacables enemigos del golf.
Siempre habrá uno o más malos golpes en las grandes rondas. En algunas ocasiones nos sonreirá la suerte y en otras habremos tenido buenos rescates. Lo que nadie puede discutir es que una buena jornada de golf siempre va acompañada de una actitud positiva y una buena dosis de paciencia. Carecer de cualquiera de las dos es el camino más corto al fracaso.
Separemos la pasión de la ira y disfrutemos de ese suculento platillo que es el golf.
fdebuen@par7.mx
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