Al igual que sucedió en las anteriores seis ediciones, el torneo Pro-Am de IGPM —Impulsando al Golf Mexicano— fue todo un éxito. De nueva cuenta, el campo del Club Campestre de la Ciudad de México tuvo field completo, y sus participantes asistieron con una intención común: aportar a través de su inscripción, fondos para ayudar con una parte muy importante de sus gastos, a las jugadoras que nos representarán en este 2014, en los tours Symetra y LPGA.
IGPM nació como un esfuerzo por preservar para México los años de gloria que nos legó Lorena Ochoa, mediante la obtención y asignación de fondos en apoyo a jóvenes profesionales que buscan un espacio para pertenecer al LPGA Tour, a través de su gira de ascenso, el Symetra Tour. Sus fundadoras, Marina Villasana y Rosalba Papacostas —ambas residentes en Monterrey— crearon una idea que, con el tiempo, se convirtió en uno de los más loables esfuerzos del deporte mexicano. Su incansable determinación hizo crecer exponencialmente a la organización.
Hoy, gracias a ellas, a su equipo y a su ímpetu, se sientan en la misma mesa personalidades como Lorena Ochoa, Jesús Mena, director general de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), Carlos Padilla, presidente del Comité Olímpico Mexicano y Jorge Kahwagi, presidente de la Federación Mexicana de Golf (FMG); por parte de la iniciativa privada, también estuvieron presentes Carlos Bremer, director general de Value Grupo Financiero —principal patrocinador de la organización— Miguel Ruiz Galindo, vicepresidente de ventas de Televisa, y Pablo Carrillo, uno de los comunicadores deportivos con mayor prestigio en el país. En pocas palabras, un impresionante poder de convocatoria.
Desafortunadamente, en los últimos años este esfuerzo ha superado con creces a los resultados que han dado nuestras profesionales. Con algunas excepciones, el desempeño de estas jóvenes está muy por debajo de las expectativas que de ellas teníamos, deslumbrados, quizá, por la facilidad con la que Ochoa alcanzó el pináculo del golf mundial.
Su papel en el Symetra Tour es mediocre, por decir lo menos y, en las últimas temporadas, han surgido muy escasas credenciales condicionadas para el LPGA Tour que, en la mayoría de los casos, han sido resultado de un papel afortunado en la Escuela de Calificación (Q-School). La última jugadora que obtuvo plenos privilegios para jugar en la máxima gira, Tanya Dergal, fracasó estrepitosamente, logrando pasar un solo corte en toda la temporada.
Después de Lorena, nuestra máxima ambición es que alguna de sus paisanas llegue a la máxima gira y se sostenga, al menos, por un año más. Ya quedaron totalmente descartados los triunfos, top-ten y otros sueños de grandeza por los próximos años; todo parece indicar que la próxima profesional mexicana que llegue a destacar en el ámbito internacional, pertenece a una generación diferente a la que hoy compite.
Respeto muchísimo el gran esfuerzo de nuestras golfistas, pero no puedo cerrar los ojos ante sus muy escasos logros. Desconozco sus planes de preparación y entrenamiento para cada temporada, y no dudo que tengan una ética profesional que cumpla con las demandas más exigentes pero, aun así, los resultados están a la vista de todos y no son ni remotamente esperanzadores. Valga aquí mencionar una excepción en la persona de Alejandra Llaneza, quien fue durante la pasada temporada notablemente superior al del resto del grupo, y tendrá la oportunidad de participar en algunos torneos en la gira grande durante este 2014.
En el evento de premiación, Rosalba Papacostas, presidenta de IGPM aclaró que hay cosas que están más allá del apoyo económico. «Hemos ayudado a nuestras jugadoras a entender que también es un esfuerzo que requiere de su tiempo y su compromiso», mencionó. En lo personal, me encanta el apoyo, casi paternalista que las jugadoras reciben de la benemérita institución pero, a la vez, creo que la ayuda debería estar supeditada a resultados mucho más exigentes que los actuales.
«Nuestro sueño es tener muchas más golfistas mexicanas —destacó Papacostas—. Para ello tenemos que continuar construyendo un sentido de comunidad entre nuestras jugadoras, patrocinadores y autoridades deportivas». De nuevo, el objetivo de la organización es que el número de profesionales en los circuitos femeniles crezca exponencialmente. Suena bien, mas no estoy totalmente de acuerdo; en mi opinión sería mejor tener a pocas competidoras, pero procurando que todas demuestren un nivel que les permita llegar a la LPGA. Al resto —sugiero—, sería mejor patrocinarles programas de entrenamiento, nutrición y apoyo psicológico, para eventualmente llevarlas a competir en eventos donde puedan probar su evolución.
No soslayemos que el apoyo de patrocinadores y autoridades deportivas siempre está supeditado a la proyección del éxito —en caso de los primeros— y a la obtención de buenos resultados, en caso de los segundos.
Finalmente, más allá de los acuerdos y discrepancias, debemos destacar en forma muy importante la labor de IGPM. El modelo funciona y ha permitido que las profesionales mexicanas compitan en un nivel muy superior al que podrían encontrar en el país. Ahora habrá que encontrar la manera en la que estos esfuerzos reditúen grandes éxitos para el golf femenil mexicano.
Por lo pronto, gracias Rosalba y Marina por esta increíble labor.
fdebuen@par7.mx
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