El mejor de los Rorys, el que ganó con ocho golpes de ventaja el U.S. Open de 2011 y consiguió una diferencia similar cuando obtuvo su segundo major, el PGA Championship del año siguiente, se apareció en la ciudad de Sydney durante la semana pasada, mostrando un golf excepcional y venciendo en el último hoyo a uno de los mejores jugadores del año, el australiano Adam Scott. Parece que finalmente está llegando a su fin el período de adaptación de Rory McIlroy a su nuevo set de palos de golf.
El año que está por terminar fue un año de contrastes para el joven norirlandés y para los millones de seguidores que tiene alrededor del mundo. Tras el anuncio del nuevo patrocinador y el consecuentemente obligado cambio de equipo, McIlroy simplemente se perdió buscándole la cuadratura al nuevo círculo con forma de palomita.
En contra de lo que todo el mundo supuso, pensando que comenzaría la temporada desde temprano, él decidió jugar únicamente cuatro eventos en el mismo número de meses, decisión que después admitió como errónea. Perdió el corte en su debut en Abu Dhabi y el resto del año no le fue mucho mejor. El único top-ten que consiguió en torneos majors, fue el 9° en el PGA Championship, pues en los otros tres no mejoró el lugar 25. Su primer lugar en el ranking mundial pasó a ser un dudoso sexto; hasta antes del pasado domingo, el segundo lugar conseguido en el Valero Texas Open, en San Antonio, había sido su mejor resultado. Aunque llegó a participar en los Playoffs de la Copa Fedex, no llegó al evento final.
En pocas palabras, la serie de resultados parecía indicarnos que aquel jugador que desafió a Tiger Woods, y demostró que posee la técnica y el juego mental suficientes como para sucederlo en su sempiterno trono, se estaba desvaneciendo entre palos, demandas, fama y juventud.
«Es frustrante, porque tú conoces el nivel del golf al que puedes jugar, pero no eres capaz de hacerlo —mencionó el carismático golfista—. Estás trabajando duro, estás tratando de encontrar las razones del por qué… Es frustrante, pero nunca perdí la confianza. El golf es una larga carrera, tengo 24 años y me puedo impacientar ocasionalmente. Si doy un paso atrás y miro la imagen en grande, no ha sido un año tan malo. Se ha vuelto mucho mejor con este triunfo».
Más que un suceso fortuito, su victoria realmente pareció un regreso al nivel al que nos acostumbró hace un par de años. Sus últimas actuaciones —aparte del primer lugar en Australia— incluyen tres top-ten entre eventos europeos y el WGC-HSBC Champions.
A quien vimos en el Abierto Australiano, fue al muchacho de cabello hirsuto faltándole al respeto a uno de los mejores golfistas de la actualidad, como sólo él sabe hacerlo; con un juego incisivo pero no falto de inteligencia, y con el nivel de riesgo que se debe aplicar cuando la victoria es el único objetivo a la vista.
De ser así, volveremos a imaginar al 2014 como una temporada pletórica de emociones. Los nombres ya saltan a la vista y, pensar en Tiger Woods, Rory McIlroy, Phil Mickelson, Henrik Stenson o Dustin Johnson, parece la mezcla perfecta para imaginar grandes duelos durante el año próximo.
Esta semana, durante el World Challenge, tanto Tiger —anfitrión del torneo— como Rory estarán presentes y, con un poco de suerte, nos regalarán un anticipo de lo que podríamos ver en los grandes torneos del año próximo.
Por el bien del golf, ojalá Rory McIlroy esté de regreso en su mejor nivel.
fdebuen@par7.mx
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