Simbiosis caddie-patrón

Fernando de Buen

Hace algunas semanas, a través de este mismo medio, escribí un artículo sobre el alcance del golf en términos de su impacto económico, destacando, entre otros temas, el de la derrama económica que generan la construcción y el mantenimiento de campos de golf. Un querido amigo y presidente del Club de Golf La Esmeralda, José Porrero, me sugirió entonces que escribiera algo acerca de los beneficios que, de la relación personal con su patrón, reciben los caddies. Sobre eso intentaré disertar en este artículo.

Lo primero que se me ocurre es que no existe un beneficio unilateral entre el caddie y su contratante, y que este suele funcionar siempre en dos sentidos, especialmente cuando la relación contractual se extiende por años y el convenio convierte a los protagonistas en una dupla inseparable dentro del campo de golf.

Sobran casos en los que el caddie suele obtener prebendas de carácter económico adicionales a las propias de la relación contractual con su patrón, o incluso llega a ser empleado o recomendado por este para un trabajo de tiempo completo. Porrero me cuenta en su correo que son muchos los casos de caddies de su Club que, con la ayuda de sus patrones, han conseguido un trabajo bien remunerado o han estudiado una carrera universitaria y llegado a ser profesionistas.

Igualmente, ¿cuántos de nosotros no hemos convertido a nuestro caddie en el conductor designado y en el amigo confiable, tras un torneo de golf que terminó con algunos efluvios de Baco corriendo en las venas de los participantes?

También es muy común que los caddies se desplacen a cualquier punto de la ciudad por sus propios medios, con el único fin de no abandonar a su patrón en un torneo Interclubes o cualquier otro fuera del club al que pertenece.

Hay jugadores —me consta— que simplemente prefieren no apostar en el fivesome, cuando su caddie no está presente, ya que están totalmente acostumbrados a no elegir el palo para el siguiente golpe, a no estudiar la distancia y tampoco a ver las pendientes y velocidad del green, porque todas esas responsabilidades se las ha endilgado al portador de su bolsa de palos y asesor de cabecera. Les aterroriza cambiar de caddie y simplemente no juegan a gusto si no es con su viejo compañero de rondas.

Son muchos quienes gustosos pagan traslado, hotel y viáticos a su caddie, para contar con él en algún torneo fuera de la ciudad donde residen.

Los caddies, por su parte, se la juegan por su patrón en las buenas y en las malas y no escasean los que arriesgan apuestas contra sus pares del grupo, poniendo en juego sumas que llegan a superar a las apuestas de los propios patrones. Si salen ganando, todo será felicidad, pero si el resultado tras la ronda les es adverso, nunca dejarán escapar una queja en contra del jugador; es lealtad —y algo de inteligencia— en todos los sentidos.

Lo cierto es que este convenio laboral llega a convertirse con el pasar de los años, en una grata relación que, si bien no suele trascender al ámbito social —aunque no son pocos los compadrazgos entre las duplas añejas—, se mantiene en el terreno de la convivencia —fairways, greens y otras partes no tan agradables de un campo de golf— como una relación de alta estima, de intereses comunes y una verdadera amistad.

Así las cosas, como dijo mi buen amigo Pepe, hay mucho que destacar en la relación patrón-caddie, y el presente artículo apenas menciona algunas de sus características elementales.

Pensemos en cuántos momentos hemos disfrutado de su compañía, cuántos triunfos pequeños y grandes hemos compartido con ellos, cuántas veces han aceptado jugar el rol de culpables, solo para darnos la oportunidad de desquitarnos con ellos por nuestras propias tonterías; pero también pensemos que hemos aceptado sus propios errores con una mueca, seguida de una sonrisa, perdonándolos por su falla de cálculo o una evidentemente errónea lectura de un green.

Somos igualmente humanos, igualmente apasionados del golf, igualmente amigos, igualmente iguales.

Los caddies, un activo irremplazable en el juego de golf.

fdebuen@par7.mx