El golf está considerado en países como el nuestro, un deporte elitista, caro y poco accesible. Esta visión, como es lógico, afecta en gran medida a la percepción que se tiene de nuestra actividad y de quienes la practicamos. No han sido poco comunes en la historia reciente de México, los grupos que protestan ante la posible construcción de un nuevo campo de golf, o incluso los gobiernos que se niegan a autorizar un proyecto de este tipo, debido, principalmente, a que ignoran los beneficios ecológicos y económicos que de estos proyectos derivan.
Es cierto que para un golfista, el salir al campo de juego la primera vez, le demanda una inversión impresionante. El set de palos, bolas, guantes, tees, zapatos, prendas de vestir, accesorios, clases de golf, contratación de un caddie y, por supuesto —cuando su situación económica se lo permite—, la adquisición de una acción de un club de golf, con el consecuente pago de inscripción. ¿De cuánto estamos hablando? Aquí aplica la ley del sapo y la pedrada, pero en cualquier espectro, es un monto cuantioso.
En concreto, todo lo que sucede en un escenario así, genera una percepción negativa ligada a lo oneroso de la práctica de este deporte. Sin embargo, debido a sus características tan particulares, el golf es también un impresionante generador de flujo económico.
Un estudio reciente, llevado a cabo por la investigadora de mercados SRI International, reveló que los aproximadamente 26 millones de golfistas que practican en los Estados Unidos, generaron en 2011, 69 mil millones de dólares en ingresos, cantidad que, si bien es menor a los 76 mil millones que resultaron del estudio de 2005, mantiene al golf como el más importante entre los deportes con espectadores, reportando más ingresos que el beisbol, basquetbol, futbol americano y hockey ¡combinados!
Ahora bien, si a estos gastos regulares de quienes practican el juego le añadimos la derrama por el turismo, la inversión resultante se expande a ¡177 mil millones de dólares!
¿Y qué hay de campos de golf como ganchos para desarrollar complejos turísticos, fraccionamientos y generar plusvalía en terrenos, sin los cuales el valor sería muchísimo menor?, ¿qué de la generación de empleos, de la contratación de proveedores de la más diversa índole?, ¿qué de los enormes beneficios que cada uno de estos campos provee a las comunidades que los rodean, proporcionándoles un pulmón que se mantendrá siempre en perfecto estado?, ¿qué con la recuperación de mantos friáticos, mediante el reciclaje para riego de aguas tratadas con los recursos del propio club?
Es gracias a la pasión de los golfistas y a su disposición a invertir en su deporte favorito, que fábricas, empresas de mercadotecnia, tiendas de golf, de ropa, de accesorios, carros de golf y muchos otros negocios, aparte de los campos y clubes donde se practica, generan grandes beneficios ecológicos y a la salud, aparte de impresionantes flujos económicos que proporcionan los medios para el sostenimiento de miles de familias en México y de millones en el mundo.
Así las cosas, si en un torneo amateur en su propio club, observa usted a un no-golfista en las cercanías, aplaudiéndole a cada jugador y dándole las gracias sin aparente razón, es muy probable que no se trate de un loco; por el contrario, es muy posible que sea alguien que ya haya hecho conciencia de los enormes beneficios en salud, ecología y economía que usted, por ser golfista, le proporciona a la población.
fdebuen@par7.mx
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