El caddie atrapaculpas

Fernando de Buen

Ian Woosnam y su caddie

Quienes vieron por televisión la trasmisión del Travelers Championship el pasado domingo, pudieron observar el tremendo berrinche que hizo Bubba Watson en el par 3 del hoyo 16, concluyendo con un triple-bogey y culpando a su caddie Ted Scott en dos ocasiones: la primera, por haberle dado un palo que no fue suficiente para sobrepasar el lago y, la segunda, por darle una distancia con la que terminó volándose el green y quedando en una posición complicada.

A final de cuentas, como suele suceder, el caddie se hizo cargo de la culpa y Bubba, con más diplomacia que convicción terminó defendiéndolo.

Cualquier golfista con algunos años de práctica en el deporte, sabe que la labor de un caddie consiste básicamente en hacerse cargo de la bolsa de palos, localizar la bola de su patrón, calcular las distancias a la entrada del green, a la bandera y a cualquier zona que represente cierto riesgo, como lo son obstáculos de agua o búnkeres. Asimismo, debe contabilizar los golpes de su patrón hoyo por hoyo y asegurarse de que ninguna herramienta se pierda durante la ronda.

Dichas tareas no representan más que las obligaciones básicas del asistente de un golfista; si el susodicho no cumple con ellas en forma correcta, no estará llevando a cabo su labor como lo obligan los cánones.

En el mundo profesional, sin embargo, las cosas son muy diferentes. La relación entre un jugador y su caddie puede determinar el éxito o el fracaso de la dupla en un torneo. Ante la inmensa presión que representa para un jugador que no esté particularmente acostumbrado a alcanzar el liderato en un torneo, su caddie y debe ejercer además, la labor de psicólogo de campo, reconociendo el momento adecuado para comentar al jugador sobre su posición en la tabla, ayudarlo a definir la estrategia durante el resto de la ronda o incluso distraerlo si nota cierta tensión muscular en sus movimientos.

Para ello, más allá de conocer a la perfección las características del juego de su jefe, debe estar al tanto de sus aficiones —particularmente las deportivas, tema favorito de conversación entre jugadores y caddies—, con el fin de buscar el momento adecuado para dirigir su atención hacia un determinado partido de su deporte preferido, preguntarle por su pronóstico o mencionarle inclusive detalles sobre el juego en cuestión, todo con la sola intención de desviar su atención por unos minutos de la competencia y mantenerlo alejado de la tensión.

Ahora bien, aparte de todas las tareas ya mencionadas, hay una adicional que deben desempeñar los caddies en el momento que se requiera, y que resulta esencial para mantener la relación con su contratante en el mejor nivel posible. Aunque esta tarea no tiene un nombre específico, para efectos de este artículo yo la definiré como atrapaculpas.

Todo caddie que se jacte de serlo, debe ser un profesional en la tarea de atrapar culpas, so pena de que si falla en este departamento, podría ser despedido en forma inmediata por su patrón. Poco importa si el ejecutante tiene 36 de hándicap o es un jugador scratch; a la primera falla en un golpe, si al tirador se le ocurre culpar al asistente porque su bola quedó corta, larga, se fue al búnker o terminó en el agua, el asistente debe asentir con humildad y tener la suficiente imaginación como para inventar una razón para justificar su culpabilidad en forma inmediata. Dentro del catálogo de responsabilidades están las de: «Disculpe patrón, le di el palo equivocado»; «Cometí un error garrafal al apuntarlo y por eso le pegó al árbol, por favor perdóneme»; «De acuerdo, patrón, usted le pegó mal a la bola, pero ello se debió a que hice ruido moviendo un palo en la bolsa, le prometo que no volverá a suceder»; como esas, hay muchas, muchas más.

Claro está que también existen casos abundantes donde el caddie verdaderamente cometió un error, como el caso, hace ya algunos años, del galés Ian Woosnam —quien lideraba el Open Championship (Abierto Británico)— cuando antes de salir al hoyo 2, se enteró que su caddie olvidó sacar de la bolsa uno de los dos drivers que el jugador utilizó en el área de práctica para decidir cuál llevar al campo. Inició su ronda con 15 palos en lugar de los 14 reglamentarios y ello le costó dos golpes de castigo; terminó en segundo lugar con 200 mil libras menos que el campeón. Su caddie fue despedido.

Quien piense que la labor de un caddie profesional es sencilla, sin duda está muy lejos de la verdad. No podemos olvidar que su labor es retribuida en gran parte con porcentajes de los premios logrados por su patrón, pero a diferencia de éste, el caddie tiene estrictamente prohibido mostrar cualquier signo de nerviosismo o inseguridad, especialmente cuando una cuantiosa bolsa está en riesgo por una probable mala decisión de su patrón. Y si el patrón falla… ¡atrapaculpas!


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