Describiendo al golf

Fernando de Buen

Encuesta Par 7

El golf es indescriptible. Ése, probablemente, sea el comentario más veraz de todo este artículo.

Si nos vamos a la más oficial de las definiciones, tendríamos que revisar el libro de Reglas de Golf y revisar la 1-1 (General), que dice: «El juego de golf consiste en jugar una bola con un palo desde la mesa de salida hasta el hoyo, mediante uno o más golpes sucesivos de acuerdo con las Reglas».

Pero algunas páginas antes, en la Sección I (Etiqueta, comportamiento en el campo), justo después de la Introducción, hay un párrafo que define a la otra parte del juego, esa parte esencial y única, que distingue al golf de prácticamente todos los deportes. El título del mismo es El espíritu del juego. Cito:

«El golf se juega, en su mayor parte sin la supervisión de un árbitro o juez. El juego descansa en la integridad del individuo para mostrar consideración a otros jugadores y para seguir las Reglas. Todos los jugadores deben conducirse en una forma disciplinada, demostrar cortesía y deportivismo en todo momento, independientemente de qué tan competitivos sean. Este es el espíritu del golf.»

Aún sin apasionamientos, no puedo dejar de comparar la conducta de un jugador de golf con la de un futbolista, deporte que también me apasiona. Se cuentan por cientos los casos de golfistas que, a pesar de estar compitiendo por cientos de miles de dólares, cometen una falta y se aplican el castigo correspondiente, sin la necesidad de que alguien se los haga notar. Muchos de ellos, incluso, se han descalificado por una falta a las reglas del juego. Al futbolista, en cambio, se le celebra por ser tramposo, por engañar al árbitro para conseguir algo que es incapaz de obtener por sus cualidades deportivas. Afortunadamente, ya estamos viendo en Europa a profesionales de futbol que le han hecho ver al árbitro que cometió un error al marcarles una falta en su favor, y pidiéndole que se retracte de su decisión. Cuando una escena de ese tipo surge en el ámbito de dicho deporte, los noticieros especializados repiten la acción decenas de veces durante la semana y colocan al jugador como un adalid de la honestidad, cuando esa conducta debería ser a todas luces obligatoria. No podemos soslayar que estos deportistas son ídolos de una niñez que, lejos de aprender a través de ellos a darlo todo en la cancha, reciben como lección que es más importante ser marrullero que buen deportista. En el golf, en cambio, el tramposo siempre termina quedándose solo.

Un poco más allá de lo que sucede en el campo de juego, nuestro deporte tiene una peculiaridad que también lo diferencia de los demás; Sin importar quién gane o pierda en la ronda de juego, todos los participantes se sientan en la misma mesa a celebrar una jornada entre amigos.

Aun así, tendríamos que ser ciegos o necios para no darnos cuenta que en el golf persisten todavía vicios reprobables que afectan su prestigio; más allá de aquellos tramposos que piensan que lucir un trofeo comprado se siente igual que ganarlo en la cancha, hay otros que preparan el terreno desde meses atrás, alterando su hándicap para llegar con mayores ventajas a una competencia. Desafortunadamente, este no es un mal pasajero, sino una auténtica epidemia mundial —contadas excepciones— que ha forzado a la USGA y la R&A a elaborar manuales de hándicaps con candados contra tramposos. Un buen ejemplo de ellos es el que una tarjeta de torneos permanece en la base de datos mucho más tiempo que una tarjeta de fin de semana. ¿Por qué razón? Porque los torneos están vigilados por terceros mientras que las tarjetas de fin de semana solo supervisan entre los miembros del grupo, que bien podrían pasar por alto una trampa en la persecución de un interés común, como podría serlo una competencia interclubes.

En fin, más allá de estos pequeños islotes de basura en un océano inmenso océano de aguas cristalinas, nuestro querido golf sigue siendo el deporte más limpio de cuantos se practican en el planeta. Los valores que lo rigen son los más apreciados por la humanidad.
Ese es el espíritu del juego.

fdebuen@par7.mx