La olímpica polémica de Tom Watson

Fernando de Buen

Vernon, Coghlan
Tom Watson

El regreso del golf al movimiento olímpico le tomó décadas de esfuerzo a las organizaciones internacionales que lo apoyaron, entre ellas las cinco más importantes del planeta: la USGA, el R&A, el PGA Tour, la PGA of America y el Tour Europeo, todas ellas a través de la Federación Internacional de Golf (GIF por sus siglas en inglés). Cuando el Comité Olímpico Internacional accedió a incluir a este deporte en los Juegos de Río de Janeiro en 2016, prácticamente no hubo una sola voz en contrario; todo fue algarabía y celebración.

Pero hace apenas unos días, en conferencia de prensa, uno de los personajes que mejor ha representado al golf y al espíritu que tutela a este deporte —Tom Watson—, sorprendió a propios y extraños, declarando su oposición a la inclusión de esta disciplina como parte de las justas cuatrienales.

Ganador de cinco Abiertos Británicos entre sus ocho victorias en torneos majors, el nativo de Kansas movió fibras sensibles en el mundo del golf y, de inmediato, despertó una enorme polémica, con una miríada de opiniones —casi todas en contrario— a las razones que esgrimió para fincar su declaración. De acuerdo con el más tozudo rival de Jack Nicklaus en la historia, nuestro deporte cuenta ya con sus cuatro grandes competencias —el grand slam— y el golf olímpico podría depreciar el valor de las mismas.

Más allá de criticar sin miramientos la opinión del veterano de 63 años, valdría la pena pensar que si el mundo tuviese que elegir a un solo campeonato como el más afín al espíritu que rige a nuestro deporte favorito, ese sería sin duda, el que se celebrará en los juegos olímpicos, por tratarse de una competencia que reunirá a muchos de los mejores golfistas del planeta, que entregará medallas en vez de dinero y donde, en lugar de representarse a sí mismos, los contendientes portarán el escudo de su país.

No hace falta pensar demasiado para que nos llegue a la mente otra fabulosa competencia, cuyas características son similares a las mencionadas, con la única diferencia de que se trata de un torneo por equipos: la Copa Ryder. Antes de criticar al golf olímpico, el gran Tom debió cuestionarse si la celebración de la Ryder —a la que asistió en cuatro ocasiones como jugador y una más como capitán— afecta en forma alguna el prestigio de los cuatro grandes del calendario anual. La respuesta es obvia: un indiscutible no.

Hasta el momento, ninguna de las asociaciones que organizan los majors —incluyendo Augusta National—se ha mostrado renuente a dar un definitivo apoyo a tan esperada celebración. De haber sentido el temor que expresó Watson, sin duda, lo habrían hecho patente cuando se decidió unificar los esfuerzos internacionales en aras de conseguir el ansiado objetivo. En cambio, ya están anunciando modificaciones a todos los calendarios, para dar libre paso al certamen olímpico.

De haberse tratado de un remitente menos notable que el susodicho, es seguro que la atención a tan aventurada declaración, habría sido mucho menor. Pero baste recordar que el responsable ha representado en un sinnúmero de ocasiones y en no pocas publicaciones a la USGA, que es considerado como un golfista modelo, un perfecto conocedor de las reglas del juego y un caballero en toda la extensión de la palabra.

Seguramente, a este tema le quedan todavía algunas aristas y se alzarán más voces que, en abrumadora mayoría, criticarán al carismático multicampeón. Ya juzgará él si se sostiene en lo ya dicho o, si en un futuro próximo decide suavizar sus palabras.

Nadie podría contradecirme si afirmo que la presencia de Tom Watson en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016, engalanaría a la competencia como embajador del deporte. Pero, de no cambiar su punto de vista, es seguro que no estará presente en la ciudad brasileña y será recordado como un opositor al sueño del Barón Pierre de Coubertin.

fdebuen@par7.mx