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el reloj de Rory

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Olazábal creyó... ¡y ganó!

Lorena Ochoa

Cualquiera pensaría que en la Copa Ryder existe un control casi militar sobre las actividades de los jugadores de cada equipo. Pues bien, a decir de lo que le pasó el domingo al mejor jugador del planeta, Rory McIlroy, tales controles no existen. Sucede que el norirlandés confundió los husos horarios de Chicago y pensó en la ciudad dependía del tiempo del Este en lugar del Centro.

Cuando se dio cuenta de su error, salió con toda prisa del hotel, y debió requerir el apoyo de patrullas policiacas para poder llegar a tiempo al campo de golf. A final de cuentas logró su cometido y arribó al club con 11 minutos de anticipación a su horario de salida. Unos minutos más tarde y había quedado descalificado, hecho que pudo cambiar por completo la historia de este torneo.

Aun así venció en forma brillante a Keegan Bradley por dos hoyos.

Efectivamente, hubo una edición que tuvo un final muy parecido al que vivimos en esta edición 39, y no fue otra que la celebrada en The Country Club, en Brookline, Massachusetts, en el año de 1999. A pesar de jugar en casa, el equipo de los Estados Unidos llegó a las competencias individuales con cuatro puntos de desventaja ante los europeos.

Los sobrinos del Tío Sam tuvieron un desempeño notable durante toda la jornada y terminaron superando a los visitantes por idéntico marcador al que se dio el pasado domingo: 14 ½ a 13 ½.

Dicha edición dejó malos recuerdos, debido al deleznable comportamiento del público presente, quienes ajenos al espíritu del juego, agredieron de todas las formas posibles a jugadores, caddies e incluso a sus esposas.

Afortunadamente, nunca más se ha repetido una conducta parecida en este torneo.

Sería fácil mencionarlo si lo hubiese dicho el día domingo tras la conclusión del torneo, pero el capitán de Europa José María Olazábal —a pesar de los cuatro puntos de desventaja— mencionó: «Yo creo. Esto no está terminado». Después añadió: «Esto fue lo que aprendí de Seve, y es lo que voy a tratar de transmitir a los jugadores. No se acaba hasta que se acaba. Hay 12 partidos para jugar mañana. Por supuesto, tenemos una difícil tarea por delante, pero no está terminado; es tan simple como eso».

Al día siguiente, su equipo —imbuido por el espíritu del inmortal Severiano Ballesteros, cuya silueta lució en las bolsas de los jugadores y en las playeras del último día— consiguió la que podría pasar a la historia como la más grande hazaña en la Copa Ryder. Con 8 ½ puntos de 12 posibles, remontaron el marcador y venciendo por uno a los Estados Unidos en su territorio.


Rory McIlroy