Sentimientos encontrados

Fernando de Buen

Adam Scott


El reciente Open Championship, celebrado en el bello campo de Royal Lytham &St. Annes, en Inglaterra, nos demostró una vez más, que en el golf no hay nada escrito hasta que se emboca el putt de la victoria. El dominio arrollador del australiano Adam Scott en la ronda final del torneo, con cuatro golpes de ventaja y cuatro hoyos por jugar se desvaneció para dejar surgir a un inesperado, pero justo ganador, el gran Ernie Els.

Parecería una máxima del filósofo de Güémez, pero es muy cierto que para que exista un ganador tiene que haber uno o más perdedores. Deportes comunes como el fútbol, basquetbol, béisbol y otros, generan pasiones que hacen pensar al fanático en blanco y negro: o te amo, te aborrezco. Pero en el golf las cosas no necesariamente suceden igual —con excepción, quizá, de las copas Ryder o President´s—, prácticamente no existe tal pasión por uno u otro jugador y sí, en cambio, se llega a experimentar la tristeza por quien resultó derrotado.

Por muchos años me he declarado fanático absoluto del veterano sudafricano, no sólo por su conducta ejemplar —la que por cierto perdió su calidad de inmaculada en fecha reciente, debido a un estentóreo berrinche por causa de unos greens rápidos y extremadamente duros, pero que ameritó de inmediato su disculpa a todos y cada uno de los aludidos—, sino también por su calidad de juego y por su conducta fuera de los campos de golf, apoyando múltiples causas a través de su fundación. Saberlo ganador de su cuarto major —un segundo Open que se une a dos Abierto de los Estados Unidos, es hacerle justicia a quien hace apenas un año se declaró «perdido» en una entrevista, pero que nunca claudicó, mantuvo la fe en su capacidad, y decidió llevar a cabo un enorme esfuerzo en aras de rescatar el juego que lo llevó a convertirse en uno de los más destacados golfistas del planeta. La victoria de Ernie el pasado domingo —cuya celebración inició con un humilde discurso en el que alabó a su adversario y amigo Adam Scott—, es también la victoria que enaltece al espíritu del juego, a la caballerosidad, al deportivismo y a todos los grandes valores que hacen de éste el mejor deporte del mundo.

¡Enhorabuena! El golf necesita muchos triunfos como este.

El derrotado Adam Scott merecía sobradamente que su nombre fuera grabado en la histórica jarra de clarete, pues demostró una calidad de juego excepcional que estuvo muy por encima de los demás, durante prácticamente todo el torneo. Desde sus primeros años, demostró que tenía calidad para convertirse en uno de los mejores del mundo, y ha logrado anotar en su palmarés muy importantes campeonatos. Si bien a través de su carrera no hay un año particularmente destacado, tampoco ha dejado de conseguir victorias, tanto en el PGA Tour como en el Tour Europeo, sumando 18 en total.

Junto con otras estrellas como Luke Donald o Lee Westwood, a este australiano de 32 años recién cumplidos, le haría justicia un triunfo en un torneo de grand slam. Resulta increíble que la enorme presión de tener en las manos el más codiciado trofeo del golf mundial, le haya provocado fallas lamentables en los últimos cuatro hoyos, perdiendo igual número de golpes. La del domingo fue, sin duda, una de las más grandes tragedias de este torneo que, por su prosapia, su importancia y trascendencia, da lugar a estos desaguisados con más frecuencia de lo que uno quisiera.

Los mensajes vía Twitter de algunos de los más grandes golfistas del planeta, dicen en 140 caracteres o menos lo que a mí me toma más de 700 palabras: el campeón de 2011, Darren Clarke (@DarrenClarke60): «Ernie y Adam son 2 de los mejores tipos que puedan conocer. Encantado por Ernie pero totalmente destripado por Adam»; Rory McIlroy (@McIlroyRory): «Muchas felicidades a Ernie!! 4 veces campeón de majors! Sé como Adam se siente ahora mismo, no un gran lugar, pero regresará! Demasiado bueno para que no suceda!» (sic); Geoff Ogilvy (@GeoffOgilvy): «Estoy feliz por Ernie, pero en este momento me siento enfermo».

Una victoria que me proporcionó un gran gozo, pero a la vez una derrota que me entristeció. Mi semblante al momento de que Scott falló su último putt, fue el mismo que el de Els cuando se enteró que había ganado el torneo. Su rostro no dibujo siquiera una leve sonrisa, se sentía conforme pero no podía ocultar su tristeza por lo sucedido a su gran amigo. Su única reacción fue abrazar cariñosamente a su caddie.

La mía fue experimentar sentimientos encontrados.

fdebuen@par7.mx