Inicio este artículo en medio de la vorágine de noticias acerca de la fiesta cívica que vive nuestro país este 1º de julio. Yo sabía que me sería imposible sustraerme de las noticias derivadas de las elecciones, y que estas serían un verdadero contrapeso a mi ya desgastada creatividad.
De esta forma pude ser testigo —a ratos— del triunfo de Tiger Woods en el AT&T National, pero también de la ventaja de Enrique Peña Nieto en los comicios presidenciales. De la primera de estas novedades no puedo más que congratularme, pues la presencia del californiano siempre representará un incremento en el interés de los aficionados al golf; de la segunda, me llama la atención que su ventaja sobre Andrés Manuel López Obrador dista mucho de los 11, 12 o incluso más puntos porcentuales que presumían las encuestas. Con casi el total de las casillas computadas, la ventaja del priista apenas se asemeja a lo anunciado por el IFE: seis puntos porcentuales sobre el candidato de las izquierdas. Una prueba más de que las encuestas —o los encuestadores— no son un medio confiable para estimar los resultados finales de una elección en México.
Al ganar ayer su tercer torneo de la temporada y el 74º de su carrera en el PGA Tour, Tiger dejó atrás al todavía mejor golfista de todos los tiempos, Jack Nicklaus, como el segundo con más triunfos en el circuito, sólo detrás del legendario Sam Snead, quien se retiró con 82. Esto beneficiará al golf mundial, ya que aumentará considerablemente los ratings en camino al Open británico, que se celebrará dentro de tres semanas. Woods no sólo ha recuperado su mejor nivel de juego, sino que también ha provocado que el tremendo escándalo que prácticamente lo mantuvo deambulando durante dos años en la mediocridad deportiva, comienza a quedar en el olvido de los fanáticos, quienes vuelven a apoyarlo como lo hacían antaño.
Al ganar Enrique las elecciones, quedan abiertas las puertas al PRI antediluviano y dependerá del propio mexiquense si le permite la entrada, no sólo las personas sino al sistema en sí. El otrora candidato ha hecho pública decenas de veces su promesa de que el partido con el que gobernará ha dejado atrás los innumerables vicios que generaron su impopularidad, y que una nueva versión —un PRI reloaded enfocado al trabajo, la eficiencia y la honradez, entre otros atributos— será el que determine el destino del país en el próximo sexenio. Para quienes hemos vivido años nefastos bajo gobiernos priistas, nos cuesta mucho trabajo creer que un cambio así sería posible, y menos tratándose de un político formado en Atlacomulco, un bastión íntimamente ligado con el PRI que él pretende desaparecer. Me queda claro que si el casi vencedor de los comicios habla de una renovación total, es porque acepta implícitamente que tales vicios existieron y apresaron por décadas a la nación.
¿Habría sido mejor que en vez de Tiger ganara otro jugador? Definitivamente no, a menos que se tratara de otra leyenda en activo, de las que quedan bastante pocas en el circuito estadounidense. Que gane un jugador popular representará siempre una mayor presencia mediática y ello, indudablemente, beneficiará al juego y su popularidad.
¿Habría sido mejor que en vez de Peña ganara otro candidato? Esa es una pregunta demasiado difícil de responder. Para ello, habría sido necesario postular en los otros partidos a políticos con dotes de auténtico estadista y, nos guste o no —más allá de nuestras preferencias— ninguno de los tres mostró tal madera.
Pienso que las izquierdas se condenaron tras la elección de AMLO sobre Marcelo Ebrard, quien a mi juicio habría amalgamado mejor a tan amplio sector de la población, por tener un tacto político mucho más adecuado que el tabasqueño; del PAN sólo puedo decir que con la muerte de Juan Camilo Mouriño, se acabaron sus candidatos con el atractivo político y mediático necesarios para disputarle a Peña el triunfo. Si Josefina Vázquez Mota se hubiese sometido a las instrucciones de un buen asesor de imagen (eso no lo sé, pero si así fue, dudaría de la efectividad del supuesto consejero) e iniciado su campaña en forma diferente —exactamente como la terminó—, sus posibilidades habrían crecido en forma muy importante. De GabriElba Quadri... lástima que una persona con su preparación e inteligencia, se someta por completo a uno de los personajes más siniestros del país.
Al final de la jornada, tenemos a un ganador confirmado y a otro muy probable ganador. De Tiger Woods no queda duda sobre los beneficios que su victoria a atraerá al golf internacional; de la de Enrique Peña Nieto —por el escabroso pasado del partido al que pertenece— nos merecemos el beneficio de la duda, pero, por el bien de México, también él se lo merece.
Algo tienen en común estos personajes: ambos son apasionados golfistas.
fdebuen@par7.mx
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