Todo proceso para optimizar el rendimiento, ya sea con fines deportivos, laborales o únicamente para mejorar la calidad de vida, debe considerar dos aspectos fundamentales: el que se refiere al cuerpo real, es decir, el cuerpo físico, constituido por partes funcionales y operativas que conforman el lenguaje médico, racional y científico; y, por otro lado, el cuerpo imaginario, relacionado con las emociones y creencias acerca de uno mismo.
Del cuerpo real que requiere acondicionamiento, nutrición y descanso, se encargan los médicos del deporte y entrenadores físicos, entre otros. Del cuerpo imaginario que pertenece al dominio de la psicología y la psiquiatría, es al que haremos referencia en esta ocasión.
En el IMMP(Instituto Mexicano de Medicina Psicosomática*) integramos el diagnóstico y el tratamiento con fines de óptimo rendimiento, desde dos aspectos del psiquismo:
a. el relacionado con las funciones cognitivas como memoria, inteligencia, conciencia y, en forma muy particular, el dominio adecuado de la atención. Para tal efecto, utilizamos diversas psico-técnicas, cuyos resultados fisiológicos podemos monitorear en tiempo real;
b. el psíquico-emocional, referente al control de impulsos, tolerancia a la frustración, expectativas personales y en forma particular, el superyó social, con el que nos referimos a la instancia psíquica que se constituye a partir de la influencia que ejerce la cultura sobre nuestro comportamiento corporal, y que la familia repite como modelo que representa el tipo de definición social e idealizada con respecto al cuerpo.
El superyó social se infiltra en las personas como una especie de voluntad ajena, a la vez que introyectada (hecha propia). Es un fenómeno a la vez disyuntivo y unitario que termina por anular al auténtico yo y su espontaneidad. Son esas voces de lo que debo ser, y lo que se espera de mí, las que terminan generando una alienación con respecto al cuerpo. Siendo así, el cuerpo se entrena como un instrumento o herramienta al servicio de un objetivo, y no se educa, ya que educarlo implica autoconocimiento y autoconciencia corporal.
El superyó corporal nos habita y modula todas nuestras funciones y conductas; sobretodo emocionales y motrices, e influye en la percepción del tiempo y el espacio. Bajo su influencia las opiniones de otros son como voces de las instituciones, la familia y el sistema, de la misma manera en que anteriormente los espíritus y otras influencias controlaban esta parte del psiquismo. De manera que lo insustancial del cuerpo imaginario se hace sustancial en el cuerpo real en forma de torpeza y sensación de pérdida de la realidad. Así vemos atletas que brillan por sus cualidades físicas, pero que se apagan ante la presión y cometen fallas que no suceden durante el entrenamiento, porque hay un monopolio de la voz del superyó que anula el lenguaje corporal espontaneo y creativo. Un cuerpo al servicio del superyó no puede representar nada, solamente actúa de acuerdo al texto.
Dice un poema iraní, que al contemplar a un arquero no debemos mirar el blanco a donde llega la flecha, sino los ojos del tirador para observar a dónde va su mirada.
En nuestro quehacer clínico, observamos el cuerpo de la persona como si se tratara de un discurso plagado de significados, constituidos a través de su historia personal, y encaminamos el trabajo, a veces de orientación y, en otras, francamente psicoterapéutico, a que la persona se convierta en protagonista de su propio drama. Para que sea capaz de explorar los límites sanos de su corporeidad. El entrenamiento conjunto con las funciones cognoscitivas, permite el desprendimiento conceptual de las ideas que tenemos con respecto al cuerpo, ya que éstos son condicionamientos.
Cuando la mente vaga, el cuerpo pierde tono. La mejor manera de controlar la mente es controlando al cuerpo. Es por eso que en otros artículos enfatizamos en el dominio voluntario de la respiración y la postura. A través de su práctica, se logra lo que en Japón llaman taitoku, que significa comprensión por el cuerpo.
Como clínicos nos percatamos que en la actualidad, la mayoría de las enfermedades, sobretodo en los adultos, parecen surgir de un debilitamiento de la sensibilidad con respecto de las sensaciones corporales tan básicas como la necesidad de ejercicio físico y de alimento adecuados; funciones que son controladas desde el hipotálamo, encargado de las tareas más elementales de sobrevivencia. A ésta patología se le llama alexitimia y está íntimamente relacionada con el superyó social.
Parece que hemos olvidado que somos seres biológicos sujetos a las leyes de la naturaleza antes de ser un ser social, cuyo objetivo es la adaptación social.
dr_gomez@prodigy.net.mx
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