En la década de los sesenta, Marshall Mc Luhan, el célebre teórico de la comunicación lanzó una advertencia contundente con la frase «el medio es el mensaje» que escribió en su obra maestra La galaxia de Gutenberg. Para él,: «Los cambios en la forma de ver el mundo que se derivan de un medio, no atañen al contenido de experiencia que es capaz de transmitir éste medio, sino al medio en sí».
Desarrolla su tesis a partir de la invención de la imprenta que prepondera una función: la lectura, y un objeto: el libro, que por su propia naturaleza, fomenta un pensamiento lineal, lógico y argumentista, que orienta a un idéntico modo de percibir la realidad.
En la actualidad el medio es el conformado por las tecnologías de la información, que ofrecen modelos a partir de la cibernética y sus derivados, tales como la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la ingeniería genética, etc., que indudablemente son avances importantes de la ciencia y la tecnología, pero a la vez han dado origen a nuevos trastornos de la psique y el comportamiento humanos, y han creado un cambio radical para comprender la realidad con las que nos hemos enfrentado los encargados de la salud mental.
Bajo esta nueva perspectiva, el cuerpo, al igual que las máquinas y otros objetos de la cultura, puede ser reconfigurado, perfeccionado y dirigido de manera específica para que cumpla con su objetivo, ya sea éste militar, deportivo, laboral, etc., pretendiendo crear hombres sobre diseño alimentados con productos genéticamente modificados. Una maquinización de lo humano en la que ya se han logrado crear interfaces mecánico-biológicas cada vez más sofisticadas que conjugan elementos sintéticos y orgánicos. La utopía tecnológica promete la disolución del cuerpo mortal, enfermizo y caduco, para transformarlo en una especie de base de datos controlado por un cerebro de capacidades cibernéticas.
Así como la máquina fue la extensión de las extremidades en la revolución industrial, se pretende la extensión de la mente por mediación de las materias de la informática. Se trata de producir sujetos mejorados para servir de manera óptima a las condiciones del mercado.
Pareciera gestarse una moderna evolución hacia una nueva especie de homínido que algunos han llamado el homo-cyberg, una especie de Frankenstein moderno capaz de animar lo inanimado que seduce al imaginario colectivo, bajo una falsa promesa de perfección al realizar dos fantasías inconscientes: dar a luz y librarse de la muerte y el dolor para así convertirse en dioses. La fe en abstracto se ha transformado en la fe en la ciencia, como si fuera posible «materializar lo espiritual y espiritualizar a la materia», como señala Victoria Nelson en su genial obra The Secret Life of Puppets.
El deporte no ha sido ajeno a esta influencia. Los modelos de entrenamientos para alto rendimiento de los países desarrollados, pretenden transformar al hombre-máquina con programas severos de sometimiento del cuerpo hasta sus límites, auxiliados con regímenes dietéticos no necesariamente saludables bajo la fantasía de transformarse en otra cosa para una tarea específica. El atleta aparece entonces como un superhéroe de ficción próximo a un terminator con poderes, más que aptitudes.
Los programas de entrenamiento a la parte mental en el deporte han caído en la misma trampa conceptual, desarrollando programas a partir de la terapia cognitivo-conductual, construyendo una especie de entidades cibernéticas inteligentes, pero no conscientes, ya que la consciencia no es el resultado de innumerables operaciones matemáticas o algo parecido.
El tema de la consciencia a la que Freud llamó «el órgano sensorial con capacidades psíquicas», es un tema que no puede ser dejado de lado en el óptimo rendimiento. Podemos comprenderlo como aquello que permite a la persona reconocerse como sujeto y no como objeto, y se desarrolla a partir de que el hombre no solamente es capaz de realizar acciones concretas sino que es además capaz de dirigirlas voluntariamente y desarrollar estrategias específicas. Surge a partir de poseer un cerebro con un hemisferio izquierdo analítico y uno derecho holístico, que permiten ver la realidad bajo dos cualidades.
La técnica es para el deporte lo que la gramática y la sintaxis lo es para el lenguaje, pero la técnica debe fundirse en el atleta hasta convertirse en su manera de ser y pensar, y expresarse como una propuesta original, permitir que el cuerpo adquiera sabiduría. Entonces el deporte es estética emoción y gracia.
dr_gomez@prodigy.net.mx
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