. | .. | |||||
Óptimo rendimientoLa respiración y el estado psicosomáticoJosé Juan Sánchez Baez |
||||||
En la anterior entrega mencionamos la importancia de la respiración como un ritmo biológico capaz de influir en otros procesos cíclicos de nuestros cuerpos, como el sueño-vigilia y la frecuencia cardiaca, entre otros; ahora reflexionaremos sobre una capacidad fundamental para el óptimo rendimiento: la poderosa influencia que tiene la respiración para la creación y desarrollo de estados psicosomáticos (en adelante nos referiremos a estos estados particulares y simultáneos de la mente y el cuerpo como estados somáticos, imposibles de experimentarse o vivirse separados; no es puramente la psique, no es puramente el cuerpo, son ambos los que crean estos estados). Los estados somáticos requieren de la labor conjunta de la mente y el cuerpo durante un momento particular de nuestras acciones, parten de mantener la totalidad de la conciencia en el cuerpo (auto-contemplación o auto-percatación), a la vez que se elimina todo pensamiento crítico o perturbador que pueda sabotear la tarea, de modo que la actividad mental quede supeditada a la experiencia corporal. Un estado de paz sin perder el alerta vigilante. La acción realizada bajo este estado se interioriza como experiencia somática (memorizada en el cuerpo, con el cuerpo), y las funciones mentales superiores como inteligencia, memoria, síntesis, etc., funcionan a su máxima capacidad al encontrarse claramente dirigidas hacia un mismo objetivo y acompañando al cuerpo en sus movimientos. Es así como se logra el óptimo rendimiento, depositando todos nuestros recursos en un momento específico para una finalidad única: La acción esencial. Para reconocer un estado somático generado por el trabajo con la respiración, requerimos saber el lenguaje con el que el cuerpo nos informa de los diferentes momentos por los que pasa, hasta llegar a su punto culminante. Esto es, los estados somáticos no son estáticos, son fenómenos dinámicos, evolutivos y asimilables unos a otros, permanentemente activos, a lo largo de toda nuestra vida van ubicándose en las nuevas realidades de las personas. Por estos motivos no surgen bruscamente ni de forma inmediata. En el IMMP* hemos logrado describir y diferenciar algunos momentos cruciales que pueden ser relacionados con procesos específicos, lo que nos permite percibir cómo y cuándo una persona inicia, desarrolla y consolida un estado somático para su óptimo rendimiento y así orientarla para que lo integre como un recurso formativo para toda su vida. Aunque la práctica disciplinada de los ejercicios respiratorios puede ser suficiente para mejorar la calidad de vida y el desempeño, es necesaria ayuda profesional si se pretenden niveles óptimos, dado que el tipo de percepción que requerimos es la tridimensional y, aunque ésta la desarrollamos de forma natural, es muy frecuente que encontremos deterioros, desde leves hasta graves; su estimulación y desarrollo son indispensables desde las fases iniciales del entrenamiento. Cada persona es una realidad única al momento de iniciar el trabajo para óptimo rendimiento, con algunas habilidades libres de conflicto y otras en las que se encuentran deficiencias formativas y situaciones conflictivas con daños reversibles y/o irreversibles que constituyen los pilares de su personalidad; por tales motivos, cada quien posee un tiempo diferente para alcanzar sus logros, un tratamiento personal con mayor o menor énfasis en algunas técnicas o tratamientos específicos. En el IMMP partimos de un diagnostico psicosomático, con el que identificamos los patrones habituales de respuesta de la persona y sus áreas de conflicto. Algunas personas requerirán iniciar con ejercicios básicos de reconocimiento corporal sin llevar a cabo modificaciones o cambios respiratorios, algunas otras ya podrán alterar su respiración e intentar generar una influencia en su propio cuerpo, etc. La cultura de la inmediatez que impera en nuestra sociedad actual crea una falsa expectativa en quien espera obtener resultados con algunos ejercicios aislados y las más de las veces llevados a cabo de forma irregular. Simplemente no es posible, pues la relación entre la respiración y nuestra experiencia somática requiere de un mínimo de condiciones —además de paciencia— para crear estados específicos como los que hemos mencionado líneas atrás. La presencia de estados somáticos patológicos tales como los ansiosos, obsesivos, depresivos, etc., son un poderoso obstáculo para optimizar nuestro rendimiento. Para saber si vamos por buen camino durante nuestro trabajo con la respiración, describiremos someramente los diferentes momentos por los que pasa una persona hasta desarrollar un estado somático para su óptimo rendimiento (ESOR). Son cuatro momentos descritos como procesos evolutivos-formativos, no son fases en las que se pasa de la una a la otra, sino procesos psicosomáticos que se influyen mutuamente y no desaparece uno para dar lugar a otro. La forma de uno influye y modifica la forma del otro y viceversa, creando una nueva realidad somática en la persona cada vez que se avanza y, una vez consolidada la experiencia somática final, significa que todos los procesos fueron adecuadamente asimilados unos a otros y transformados, lo que se refleja en la naturalidad y la sencillez con que la persona lleva a cabo su acción esencial. Los cuatro momentos formativos son los siguientes: Emergente. Se inicia con la atención conciente y voluntaria de la respiración y el cuerpo como una totalidad. La dificultad para mantenerla es lo habitual, aparecen pensamientos o ideas sin control voluntario, los estímulos internos y externos atraen fácilmente nuestra atención y requerimos de mucho esfuerzo poniendo a prueba la voluntad. Se logra por momentos un poco de dominio y emergen instantes de tranquilidad que fácilmente desaparecen, no sentimos la certeza de lograr avanzar. El tiempo que requerimos para la emergencia del ESOR es variable y depende de la naturaleza y cantidad de conflictos en la experiencia somática de la persona. Es el momento más difícil de trascender, pues no percibimos claridad en nuestro camino, dependemos de confianza, fe y conocimiento. Inestable. La atención voluntaria se torna más natural, los pensamientos sin control permanecen, y al igual que los estímulos, se mantienen, pero ya no atraen automáticamente la atención, dirigida por la voluntad hacia acciones fundamentales. Se logran más largos momentos de tranquilidad y percibimos mayor certeza en nuestra labor, la auto-observación sostiene más tiempo la sensación de bienestar, sin embargo no logramos mantener esta experiencia por mucho tiempo. Nuestro sueño mejora en calidad y somos menos susceptibles a estímulos irritantes de la vida cotidiana. Sostenido. Se hace natural la relación entre la respiración y el cuerpo, mantener la atención requiere de un esfuerzo que se torna gratificante, con una sensación de gozo, los pensamientos e ideas fuera de control se reducen drásticamente y los estímulos internos y externos son seleccionados y neutralizados por el dominio de la atención voluntariamente dirigida hacia el cuerpo; la tranquilidad vivida anteriormente se trasforma en un estado de paz interior y plenitud, la sensación de certeza en nuestras tareas adquiere una mayor dimensión, la auto-percatación puede vivirse como una auto-contemplación. Este estado se sostiene durante largos periodos y percibimos menos fatiga, dada la reducción del consumo energético generado por estrés. Esta condición también puede perderse ante fuertes estímulos o deficientes preparaciones en nuestra actividad, sin embargo es menos difícil su recuperación con un nuevo esfuerzo. Consolidación. La relación entre la respiración y el cuerpo logra vivirse en un estado de plenitud, la atención y la voluntad desarrollan acciones corporales gratificantes de forma sencilla, las cosas parecen fáciles aún cuando no lo sean. Los pensamientos e ideas fuera del control voluntario son prácticamente ausentes durante toda la actividad, la presencia de los estímulos es neutralizada de forma eficaz , la actividad se vive en ese momento como un estado de plenitud, caracterizado por certezas, ausencia de dudas y, las que llegasen a emerger pueden ser atendidas eficientemente sin alterar nuestra actividad. La auto-contemplación alcanza experiencias óptimas dado que la percepción tridimensional se ha establecido como una acción interiorizada. El cuerpo propio se mueve en un espacio donde puede lograrse la combinación de acciones de alta precisión con un mínimo de actividad perturbadora. El cuerpo propio se encuentra en óptimas condiciones para su máximo desarrollo. Estos cuatro momentos se combinan y permanecen activos constantemente, aunque el predominio de uno de ellos es el que determina nuestro estado somático. En el óptimo rendimiento y su consolidación, la persona siempre recuerda que los estados inestables son una permanente amenaza, por lo que la actividad constante es la principal vacuna contra ellos. Nuestro óptimo rendimiento es un estado de variación en los diferentes momentos de nuestra vida. |
||||||
|
||||||
. | ||||||