Bautismo de fuego

Fernando de Buen


Tanya Dergal

«Querida Tanya, bienvenida al mundo real», pareció decirle el césped del Wildfire Golf Club, sede del Founders Cup, poco después de que la duranguense se despidiera de su primer torneo como golfista con tarjeta de plenos privilegios en el LPGA Tour. 78 y 77 fueron sus puntuaciones; su total tras dos rondas, 20 golpes más que la líder en ese momento y eventual campeona, Yani Tseng.

Atrás quedaron las mil entrevistas con los medios especializados, ávidos de anunciarle al mundo que una mexicana jugaría en el circuito femenil de los Estados Unidos. Se trata de una encantadora duranguense de ojos hermosos y sonrisa fácil, cuyo éxito en la Q-School hizo renacer la esperanza por encontrar a una nueva Lorena.

Desafortunadamente, en muchos de estos medios de difusión escriben o comentan este deporte reporteros o editorialistas que nunca en su vida han jugado una ronda o, peor aún, no han golpeado una pelota de golf. Quizá todavía no entienden que Lorena Ochoa fue un auténtico milagro nacional, y que probablemente pasen algunos decenios antes de que volvamos a ver a una mexicana dominar la escena mundial durante tres años o más, dicho esto con absoluto respeto a quienes hoy pretenden emularla.

La realidad le llegó a Tanya y a todos nosotros demasiado pronto. No obstante, su papel en este triste debut deberá ser una importantísima lección para su desarrollo. Por una parte, la ayudará a encontrar su sitio en una de las más demandantes profesiones del planeta y, por la otra, habrá sentido el estrepitoso fracaso como un helado, pero refrescante baño de humildad.

Mejor esto —digo yo— que un top-ten en su primer torneo. Será más positivo regresar al área de práctica y analizar cada uno de sus 155 golpes —ideal si su caddie y/o instructor la acompañan—, revisar los errores que se habrían podido evitar con una mejor administración del juego, cuántos golpes malos resultaron de un swing deficiente y, por supuesto, cuál sería la mejor forma de corregir los errores, de dejar toda esa frustración atrás y llegar renovada a su próximo compromiso.

«Trabajo, trabajo y más trabajo». Fue la respuesta que me dio Grace Park, tras preguntarle cuál era la fórmula para que su país —Corea del Sur— consiguiera colocar año con año, a un gran número de jugadoras en las principales giras del mundo.

No se trata de que enumere aquí las partes que deberían integrar el calendario del día a día de Tanya Dergal. Ella lo sabe mucho mejor que yo. Pero sabe también que la fórmula de Grace es única y perfecta, sobre todo si no se nace con las cualidades de Jack Nicklaus, Tiger Woods o Lorena Ochoa, quienes vale mencionarlo, aparte de ser superdotados, trabajaron incansablemente por mejorar cada día.

Aquí viene lo positivo. Le faltan más de veinte torneos en este 2012 para madurar y mejorar su desempeño. Cuando se inicia hasta abajo, solo se puede ascender y eso debe motivarla a fijarse metas alcanzables, campeonato por campeonato.

Comenzar por mejorar la administración de su desempeño en el campo de golf, disminuyendo el porcentaje de golpes malos e incrementando los de la consiguiente recuperación. Después a las estadísticas: si pegué 17 de 28 fairways, vamos por 20 en el próximo torneo, que con ello seguramente mejoraré los 19 greens en regulación que logré en Arizona. ¿Qué tal 24? ¿Y esos 64 putts?, ¿por qué fueron tantos?, ¿una mala lectura de la superficie?, ¿una alineación defectuosa? ¿Qué tal si en el próximo vamos por 58?
Es probable que ni aun logrando esas metas pase el corte del próximo torneo, pero al menos habrá incrementado su desempeño en todos los terrenos; si su progreso continúa, el primer corte superado llegará sin buscarlo, como producto de la confianza depositada en sí misma, a fuerza de ver el amanecer en la práctica, de exprimir el agua del sweater tras tirar 500 pelotas bajo la lluvia o ensayar el putt durante seis horas bajo un sol abrazador.

¿Qué espero de ella? Lo respondí expresamente en una entrevista televisiva cuando recibimos la buena nueva: que pase los cortes suficientes para conservar su estatus en el circuito y, como la cereza del pastel, uno o dos top-ten.

Solo eso.

Si lo logra, estoy cierto que podría mantenerse en el LPGA Tour por muchos años. El potencial lo tiene y lo demostró en el clasificatorio de 2010.

Hoy Tanya está a años luz del cenit de la LPGA, pero a diferencia de aquellas grandes estrellas que comenzaron arriba y se apagaron antes del primer gran destello, nuestra golfista —si se lo propone— podría crecer y ascender progresivamente hasta los sitios de privilegio.

Que más vale paso que dure…

Ánimo, querida Tanya. Estamos contigo.

fdebuen@par7.mx