Loas por los veteranos

Fernando de Buen


Phil Mickelson y Tiger Woods.

Quizá algunos piensen que soy anacrónico, que vivo del pasado glorioso de nuestro golf internacional y que no le abro las puertas a las estrellas modernas que sobresalen en el ámbito de los grandes circuitos. Hay algo de cierto en ello pero no todo lo es. Al paso de las siguientes líneas trataré de explicar mi punto de vista.

Antes que nada, debo aclarar que mi afición a este deporte data ya de tres décadas, tiempo más que suficiente para haber visto surgir a grandes estrellas, vivir su consolidación y ser testigo de su continuación en el tour de veteranos o, en otros casos, de su desvanecimiento progresivo, hasta terminar prácticamente en el olvido. Pertenezco a la generación que alcanzó a ver las últimas llamaradas de Arnold Palmer, Gary Player, Jack Nicklaus y Lee Treviño, entre muchos otros. Pero también me tocó ver los grandes momentos de esa generación intermedia, con nombres de la talla de Nick Faldo, Severiano Ballesteros, Ian Woosnam, o Sandy Lyle —la famosa generación del 57 que tanto menciona mi querido amigo Mauricio Durazo— así como a Nick Price, Greg Norman, Tom Lehman, el muy recordado Payne Stewart, Fred Couples o Paul Azinger, entre otros tantos.

Capítulo aparte merece el sempiterno y admiradísimo Tom Watson, a quien parece que la edad apenas le hace cosquillas.

Justo en los últimos años buenos de aquellos grandes jugadores, surgieron dos que con el paso del tiempo, habrían de convertirse en los mejores del planeta: Phil Mickelson y Tiger Woods (en orden de aparición), extraordinarios exponentes del golf por cerca de tres lustros, quienes han tenido duelos memorables, y quienes, además, no guardan entre ellos una relación demasiado afectiva.

El pasado fin de semana, en el histórico Pebble Beach, en California —estado que vio nacer a estos dos superestrellas y campo que ha sido sede de actuaciones memorables por parte de ambos—, se volvieron a reunir Tiger y Phil, durante la ronda final del AT&T Pebble Beach National Pro-Am; el primero a cuatro golpes del liderato y el segundo seis.

Si bien no hubo un duelo entre ellos, porque a medida que el diestro sucumbía con un pésimo juego sobre el green, el zurdo acumulaba aciertos, al grado de terminar ganando el torneo por dos golpes y superar a su adversario por 11, 64 contra 75.

A final de cuentas, lo sucedido en el torneo no es tan importante, como el hecho de que estos dos grandes protagonistas hayan regresado al cenit de un deporte que —a fuerza de tener tantos ganadores— carece de ídolos que se vuelvan referentes de la especialidad, como siempre lo fueron estos dos.

Es probable que muchos aficionados reconozcan los nombres de los ganadores de los torneos del PGA Tour previos al celebrado la semana pasada: Steve Stricker, Johnson Wagner, Mark Wilson y Brandt Snedeker, pero lo más seguro es que a excepción del primero —ya un gran veterano—, el resto son nombres más ligados al anecdotario —Wagner y Wilson ganaron en Mayakobá— que a un glorioso palmarés.

Mickelson y Woods, en cambio, cuentan con un currículum que sumado, podría superar a lo logrado por el acumulado de la mitad de los jugadores que actualmente militan en el circuito; entre los dos acumulan 111 victorias —71 de Tiger por 40 de Phil—, 52 segundos lugares y 38 terceros.

Para corroborar mi apreciación, ¿qué mejor estadística que los ratings televisivos registrados en los Estados Unidos durante el domingo? La transmisión de CBS Sports, que nos permitió ver juntos a estos archirrivales, reportó un aumento del 96% con relación al del año pasado, y el mayor registrado para la ronda final en los últimos 15 años del torneo.
Es cierto que la sangre nueva en el golf internacional es muy valiosa y que es un verdadero placer observar la calidad de cada uno de los 10 mejores jugadores del ranking mundial. Pero también lo es que a todos ellos les falta historia, su memoria de duelos históricos es escasa y, con algunas excepciones, a la mayoría les falta el carisma necesario para ser retenidos en la mente de los fanáticos. En cambio Tiger y Phil, con poco más de un año a oscuras, siguen brillando más que el resto de sus adversarios.

¡Vaya paradoja! La sangre veterana rejuvenece al espíritu del golf.

¡Enhorabuena!

fdebuen@par7.mx