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Se busca un héroe americano

Fernando de Buen


¿Alguien llenará el hueco que dejó Tiger Woods?

Con el reciente triunfo de Dustin Johnson en el torneo The Barclays, recortado a 54 hoyos por culpa del huracán Irene, la primera nota que llamó mi atención fue un artículo que colocaba al jugador de 27 años como el mejor golfista del orbe… menor de 30 años.

¿A qué nivel de desesperación habrán llegado los estadunidenses para inventar un título de esta índole? Un enorme hueco se abrió con la debacle de Tiger Woods, quien casi cada año era el atleta del año de las revistas y cadenas televisivas deportivas, era el que más dinero ganaba en este ámbito (todavía lo fue en 2010 con poco más de 70 millones de dólares), el personaje que más portadas llenaba, pero además era uno de los hombres más carismáticos del planeta y con una vida aparentemente ejemplar. Hoy, la prensa escrita y televisiva norteamericanas esperan a su sucesor como quien aguarda por un nuevo mesías. Contratos espectaculares, aumento del rating, gastos en publicidad y el regreso del golf como la disciplina que practica el más famoso deportista del orbe, son solo algunas de las cosas que eran comunes con Tiger, pero que hoy parecen imposibles de lograr con alguno de los miembros actuales del PGA Tour. En pocas palabras, miles de millones de dólares que esperan a que toque la orquesta para salir a danzar al compás de los triunfos del esperado.

Atrás quedaron las épocas en las que se contaban por docenas los jugadores altamente carismáticos en el PGA Tour, aún después de los mejores años de Palmer, Nicklaus y Treviño. Basta retroceder rápido en la memoria para que surjan los nombres de Tom Watson, Tom Kite, Hale Irwin, Fred Couples, Paul Azinger o el fallecido Payne Stewart, entre muchos otros, todos ellos jugadores que, con excepción de Watson e Irwin —de impresionante palmarés—, los demás fueron ganadores importantes, pero que serán más recordados por su carisma y simpatía que por sus triunfos.

El día de hoy, intentar comparar esos nombres resonantes con los del propio Johnson, Nick Watney, Matt Kuchar, Bubba Watson, Rickie Fowler o el del veterano Steve Stricker suena absurdo, porque simplemente no hay punto de comparación. Aparte de Tiger, el único que podría tener un carisma comparable con los veteranos arriba mencionados es Phil Mickelson, pero parece que su luz ya no tiene la misma energía y que se opacó por la frustración de desperdiciar un sinnúmero de oportunidades para ocupar el puesto de su archirrival.

A sus 44 años, Stricker está jugando un gran golf, pero su imagen ya no es funcional para las nuevas generaciones; Kuchar, Dustin y Bubba —no tanto Watney— tienen un buen grupo de fans, pero aún carecen de esa personalidad arrolladora capaz de atraer a las masas. Fowler, por su parte, es un jugador con un enorme potencial para convertirse en el nuevo mito del golf americano, pero ni siquiera ha ganado un torneo en el PGA Tour. Sus asesores en mercadotecnia y patrocinadores han logrado crear una imagen original alrededor de él y ya se distinguen sus jóvenes fans entre las galerías —con esos verdes y naranjas chillantes que suele usar el golfista—, pero a este Justin Bieber de los fairways le falta mucho aún para convertirse en estrella. Habrá qué cuidar su imagen, pues aún está fresco el tremendo fracaso económico de la joven Michelle Wie, a quien sacaron del horno antes de que cuajara.

Mientras el tiempo pasa en forma desesperante para los Estados Unidos, el golf europeo continúa dominando la escena mundial y sus golfistas ocupan cuatro de las seis primeras posiciones del ranking mundial, aclarando que el número uno, el inglés Luke Donald, es un jugador reglar del PGA Tour.

Para concluir, Tiger sigue siendo el referente del golf, pero ahora solo como un ejemplo de algunas de las cosas que su sucesor deberá satisfacer si quiere llegar a ponerse sus enormes zapatos.

Ahora bien, conociendo a Tiger, bien podría ser él mismo su propio sucesor.

fdebuen@par7.mx

Hoy, la prensa escrita y televisiva norteamericanas esperan a su sucesor como quien aguarda por un nuevo mesías.